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El cariño con el que Patricio Aylwin recordaba sus primeros años en las calles de Agua Santa

VIÑA DEL MAR. El Ex Presidente nació en una casa en Las Rosas y vivió allí hasta los siete años. Tras 70 años, regresó para buscar su primer hogar.
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Pamela Boltei

"San Miguel, San José de Oriente, Las Rosas y Merced. Esa fue la manzana que recorrimos la tarde que me fue a ver. Me dijo "en estas calles vivía cuando niño".

El excandidato a diputado DC por Valparaíso Álex Avsolomovich, fue gerente de la Refinería de Petróleo Concón (RPC), hoy Enap Aconcagua, en la época en que Patricio Aylwin era Presidente de la República. A sus 78 años y tras la muerte de su amigo, hoy recuerda cómo una tarde en los '90 el líder de la transición lo invitó a una caminata para buscar su antigua casa ubicada en la antiquísima calle Las Rosas, en el número 13, específicamente en el denominado cerro Las Colinas, al costado oriente de Agua Santa, en Viña del Mar.

Buscando su antigua casa

"Recuerdo que lo había invitado un día a tomar té y él tuvo la gentileza de pasar a conversar a mi casa. Estando aquí me dijo "este barrio me recuerda mi nacimiento en Viña, salgamos a mirar a ver si encuentro mi casa", y nos dimos la vuelta a la manzana. Como hubo varios cambios de construcciones en el barrio, no la encontramos, pero fue una situación muy simpática. Ahí nos dimos cuenta que vivíamos súper cerca, estábamos separados por 50 metros", contó con emoción Avsolomovich.

Aylwin nació en Viña del Mar el 26 de noviembre de 1918 a las 17 horas en calle Agua Santa número 75, según se lee en su certificado de nacimiento. Tuvo una cercana relación con la Ciudad Jardín, pues desde siempre visitó a viejos amigos como el exministro Juan Hamilton, que vivía en un departamento en Av. La Marina. Además, como Presidente era habitual verlo en el Palacio Presidencial de Cerro Castillo, y según cuentan en su círculo más cercano, todos los jueves se reunía con ellos a leer el evangelio.

Maruja Vargas, esposa del exalcalde de Viña designado por Aylwin, Víctor Henríquez - que hoy está muy enfermo y no pudo responder -, recuerda que "fue una persona muy cariñosa con nosotros. Mi esposo le tiene mucha admiración, era un hombre muy recto".

Aunque en la visita de Aylwin a calle Las Rosas en los años '90 no pudo hallar su primer hogar, según "14 lecciones políticas de la vida de Patricio Aylwin", del libro de entrevistas políticas y humanas de Margarita Serrano y Ascanio Cavallo "El poder de la paradoja", sí lo pudo hacer a sus 18 años, en su primera visita de vuelta a sus orígenes viñamarinos.

El primer regreso

"Mi primera casa es la de Viña del Mar. Nací en Agua Santa, en la primera o segunda cuadra. Mis padres vivieron allí mucho tiempo. Mi padre era abogado y ejercía la profesión en Valparaíso, en el estudio de don Guillermo Rivera, un caballero muy famoso, senador liberal. Vivíamos en la calle Las Rosas N° 13, en el cerro de Las Colinas, hasta los 7 años. Luego nos fuimos a vivir a Valdivia, porque mi padre, que había sido relator de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, fue nombrado ministro en esa ciudad. Cuando ya tenía 18 años, un día fui a Viña del Mar y se me ocurrió ir a visitar mi antigua casa. Le pedí un auto prestado a un tío que estaba en el Hotel O'Higgins y me fui a verla. La encontré tan diminuta... Recordé que andaba en bicicleta dentro del jardín, y ahora el jardín se veía insignificante", dice la entrevista.

Hoy, tras su muerte, los vecinos de la calle que alguna vez fue testigo de sus juegos de niño son de otras generaciones y los más antiguos, que viven hace 60 años allí, nunca supieron que el primer Presidente de la nueva democracia vivió a pasos de sus hogares.

Democracia en duelo

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Académica Escuela

de Periodismo

Universidad Adolfo Ibáñez

Cuando recién habían pasado 70 días desde su asunción en 1990, el entonces Presidente de la República, Patricio Aylwin Azócar, pronunció su primer discurso ante el Congreso Pleno, en una jornada histórica luego de 17 años de dictadura.

Fue de esos discursos antiguos, donde la pasión del orador hacía temblar a la audiencia, ya fuera a favor o en contra. Y en su alocución, Aylwin -desde la estatura de un hombre de Estado- hablaba de la responsabilidad que conllevaba la recién adquirida democracia y llamaba a "consolidarla y perfeccionarla".

Recordaba también que "al clima de confrontación y descalificaciones, odios y violencia que prevaleció por tanto tiempo, ha sucedido un ambiente de paz, respeto a las personas, debate civilizado y búsqueda de acuerdos".

Chile era otro en ese momento. La "alegría" que había prometido la Concertación de Partidos por el No comenzaba a convertirse en impaciencia, pero por otro lado, el poder que todavía tenían las Fuerzas Armadas, en general, y el comandante en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet, en particular, transformaban el ambiente político en una olla a presión permanente. Aunque hoy algunos lo critiquen, en ese entonces no era prudente "quebrar huevos".

En esos años sí que había dificultades políticas (sin desmerecer los actuales casos de irregularidades): El denominado "ejercicio de enlace" y el "boinazo" (¿alguien se imagina hoy ver caer militares con tenida de combate y sus caras pintadas de negro, al lado de La Moneda?); los atentados del FPMR, incluido el asesinato del senador UDI, Jaime Guzmán; la presión de Pinochet por la investigación de los "pinocheques" y su preocupación ante el "desfile de uniformados por tribunales" en casos de DD.HH. O la indignación del jefe máximo del Ejército al conocerse el denominado Informe Rettig, donde -por primera vez de manera oficial- Aylwin, a nombre de Chile, pidió perdón por las atrocidades cometidas por el régimen.

A esas alturas, pocos recordaban -o a pocos les interesaba- el polémico papel que había tenido Aylwin durante el mandato de Salvador Allende y previo a la llegada de la Junta Militar al gobierno. Porque se había recuperado la democracia y había que cuidarla.

Ayer, al saber de la muerte del ex Presidente, sus palabras en ese discurso cobraron aún más sentido para mí. Porque ese "ambiente de paz, de respeto, debate civilizado y búsqueda de acuerdos" parece haber desaparecido de la esfera pública casi 30 años después.

El liderazgo que ejercía a la cabeza no sólo del gobierno, sino del país entero, y la capacidad de lograr acuerdos entre el oficialismo y la oposición, se extrañan en el Chile de hoy. Y aunque se le criticó su apuesta por los consensos, la actual lógica del conflicto -de la "política de titular"- le está haciendo daño a la democracia. A esa democracia que inauguró Aylwin, por la que manifestaba su alegría ese 21 de mayo de 1990 y por la que se le recordará en la historia de Chile.

Karen Trajtemberg