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"Frente al riesgo en que estaba la democracia en el país, ese año acepté hacerme cargo del pastel"

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Cristián Rodríguez F.

Cuando el ex Presidente Patricio Aylwin (DC) tomó el liderazgo del país, el 11 de marzo de 1990, Marcelo Schilling fue uno de los pocos dirigentes socialistas que no asumió un cargo en el gobierno. De hecho, el ahora diputado por la Provincia de Marga Marga ha contado en reiteradas ocasiones que el cambio de mando lo vio por televisión.

Pese a lo anterior, un año después -tras el asesinato del senador Jaime Guzmán (1 de abril de 1991)- el recién fallecido ex Jefe de Estado decidió crear el Consejo Coordinador de Seguridad Pública, organismo que luego pasó a ser conocido como "La Oficina". El objetivo, uno solo: desarticular los grupos armados y erradicar la violencia política como práctica bajo el alero de la democracia.

Días antes de que se publicara el decreto oficial (18 de abril de 1991), los militantes PS Enrique Correa, Ricardo Solari y Gonzalo Martner le ofrecieron a Marcelo Schilling asumir el puesto de secretario ejecutivo del nuevo Consejo, en parte por haber pertenecido al Grupo de Amigos Personales (GAP) del también ex Presidente Salvador Allende.

- ¿Cómo graficaría el momento que vivía el país al asumir Patricio Aylwin como Presidente?

- La transición se iba a realizar sentada sobre un polvorín social porque éramos 14 millones de chilenos, con 5 millones bajo la línea de pobreza. Agréguele que (Augusto) Pinochet se iba a mantener en la Comandancia en Jefe del Ejército e íbamos a tener minoría en el Senado. El país estaba completamente aislado internacionalmente, lo mismo con el comercio. Se auguraba para la oposición un mal resultado, pero todo eso fue superado.

- ¿Qué relación tenía con el ex Presidente Aylwin antes de la creación de "La Oficina"?

- Yo me opuse en el PS, junto con Jaime Estévez, a apoyar a don Patricio Aylwin y propusimos buscar otras alternativas. No era una relación cercana. Me abstuve de estar en el Parlamento y también en el gobierno. Sólo me dediqué a la reunificación del partido. Pero la llegada del gobierno de Aylwin fue un alivio. Se acabó la represión, los secuestros y el temor a expresarse.

- Tras el asesinato de Jaime Guzmán se creó la llamada "Oficina" para desarticular a los grupos subversivos. ¿Cómo era su relación con el Primer Mandatario al respecto?, ¿sostenían reuniones periódicas?

- Nosotros nos relacionábamos con el Presidente a través del ministro del Interior, Enrique Krauss. Con él la relación era cotidiana, bien estrecha. Al ex Presidente lo vine a ver personalmente cuando me fui a despedir de él en agosto de 1992, cuando le informé que el problema estaba superado y que no se justificaba que siguiera participando.

- ¿Y cuáles eran las mayores preocupaciones para el ex Presidente en esta materia?

- Sin duda era desarticular los grupos armados y erradicar la violencia política como práctica de acción bajo la democracia. La instrucción precisa fue que había que hacerlo. Debíamos cuadrarnos dentro del estado de derecho, respetando las libertades y garantías individuales.

- ¿Era una época en que la democracia estaba en peligro?

- Evidentemente, dado el panorama que le describí. Todos pensaron que los grupos armados se iban a disolver sólo porque la razón de su existencia había desaparecido, que era la dictadura. Pero no ocurrió así y continuaron actuando. Hubo crímenes de PDI, gendarmes, carabineros y el atentado a Gustavo Leigh (ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea que integró la Junta Militar). La cereza del pastel fue el asesinato de Jaime Guzmán, y ahí fue cuando me piden que integre al Consejo Coordinador de Seguridad Pública. Frente a este riesgo acepté hacerme cargo del pastel.

- ¿Cómo calificaría el rol que usted jugó?, ¿considera que fue el encargado de hacer el trabajo sucio?

- Si se hubiese hecho con las reglas de la dictadura, claro que sería un trabajo sucio, pero fue hecho dentro de la legalidad. No hay ningún reclamo en ningún tribunal que diga que este Consejo violó los derechos humanos. Si hubiese sido sucio, el fenómeno de los grupos armados se habría mantenido en el tiempo, porque después vienen las venganzas.

- ¿Un trabajo complejo entonces?

- Complejo sin duda lo era, pero no sólo fue el Consejo el que terminó con la violencia, sino que las reparaciones a las víctimas o la Comisión Rettig.

- ¿Cuán complejo fue cumplir esa tarea entonces? Usted fue amenazado de muerte...

- No era una vida normal, pero prefiero no dar mayores detalles de cómo vivía, porque en el caso de que sea necesario que a futuro otras personas asuman tareas similares, no tengan temor de hacerlo. Eso lo guardo para mí.

- ¿Qué le dijo el ex Presidente Aylwin cuando renunció?

- Me agradeció y también me preguntó si consideraba necesario seguir con protección policial. Él quiso que yo siguiera cuando se formó legalmente la Dirección de Seguridad Pública. Pero le dije que no era mi vocación, sino que fui por una emergencia. Fui a encabezar una lucha política y nos fue bien.

- ¿De su trabajo en el Consejo de Seguridad Publica e Informaciones quedó alguna frustración?

- Después de que me retiré fue asesinado Agdalín Valenzuela. Y todo indica que fue por sus propios compañeros que tomaron venganza porque asumió su convicción que la lucha armada había terminado. Si bien advertí el riesgo luego de que fue liberado, dije que estaba al descubierto, pero ya no podía hacer nada porque no era autoridad.

- ¿Sintió que traicionaba a quienes combatieron la dictadura?

- No. Yo siempre estuve por la vía pacífica, tengo escritos de la época. Fui a muchas asambleas a dar la pelea contra los que andaban con la rebelión popular y la lucha armada. No tengo ninguna complicidad con ese tipo de tácticas. Todo esto está escrito y no es necesario que lo vaya demostrando por la vida.

- Y en cuanto a la relación cívico-militar, ¿qué opina de la frase "en la medida de lo posible" de Patricio Aylwin?

- Los que creen que era un llamado al inmovilismo en materia de justicia de derechos humanos, lo entendieron perfectamente mal. En la Constitución existía el Consejo de Seguridad Nacional que podía autoconvocarse. A pesar de eso, Aylwin le envió una carta a la Corte Suprema diciendo que el delito en derechos humanos no era susceptible de que se aplicara la amnistía. El ex Presidente no era tibio.

"(Aylwin) Me agradeció y también me preguntó si consideraba necesario seguir con protección policial. Él quiso que yo siguiera cuando se formó legalmente la Dirección de Seguridad Pública"