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Las contradicciones del "Urbanismo Caviar"

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@ipoduje

@RuizFernandezD

En la jerga política del Perú se denomina "izquierda caviar" a personas que promueven agendas progresistas con un discurso elitista que termina beneficiando a los sectores más acomodados. Traeremos prestado este término porque observamos que la discusión de la política urbana está siendo influenciada por esta visión que denominaremos el "Urbanismo Caviar".

Un ejemplo claro se evidencia en la discusión en torno a la movilidad. El "Urbanismo Caviar" aborrece el auto y suele referirse en forma despectiva a quienes lo usan, aun cuando sean hogares de clase media sin opción frente a buses que ofrecen una mala calidad de servicio. Como alternativa el Caviar idealiza la bicicleta y no para tramos cortos o en combinación intermodal donde es eficiente, sino que para la gran mayoría de los viajes. Poco le importa si las personas deben pedalear horas luego de una extenuante jornada laboral, como ocurre en muchos hogares de bajos recursos. Para el Caviar, que suele vivir en barrios caros y bien ubicados con auto a la puerta, estos sacrificios son necesarios para alcanzar esa imaginada "ciudad sustentable" olvidando que uno de los pilares de la sustentabilidad es la equidad.

Es que el Caviar está lleno de contradicciones. Pese ser progresista, es poco propenso al gasto público y suele rechazar inversiones como metros o tranvías, que ve como grandes e invasivos derroches. Además, aborrece al Estado y a sus instituciones, que acusa de corruptas desde un pedestal de gran altura moral, donde grita, a nombre de una "ciudadanía" formada por sus amigos, exigiendo cambios radicales, sin precisar cómo se implementarán.

En su concepto de progresismo cualquier exigencia de deberes ciudadanos es un acto de represión. No tolera que se regulen los carnavales aunque dejen una estela de basura y se opone al control del grafiti, que defiende como una expresión de arte pese a que destruye espacios públicos, afectando la dignidad de las personas que los ocupan. Otra característica es su idealización de la pobreza. Para el Caviar los campamentos no son asentamientos precarios, sino que un eje central de la identidad de Valparaíso; de ese porteño que vive en permanente riesgo, en pendientes abruptas, sin calles ni escalas. En una miseria noble, bella, típica.

¿Y dónde más podrían vivir estas familias? El "Urbanismo Caviar" detesta la expansión urbana. Ve en ella una horrorosa copia del crecimiento gringo estilo Houston, donde todo gira en torno a los malls y a los autos. Sin embargo, y de manera contradictoria, no le molesta visitar al amigo que se construyó una casa modernista en un sitio grande de Limache o Chicureo, pese a que estas parcelaciones representan otra forma de expansión urbana, de alto compromiso ambiental y que también dependen de los autos para moverse.

Quizás si al Caviar le molesta la expansión podríamos pensar que debe sentirse a gusto con la densificación. Nada más equivocado; siente una profunda repulsión por las torres en altura. Ve en ellas el triunfo de la especulación inmobiliaria, del mal gusto, olvidando que en muchos sectores de la ciudad representa la única oportunidad que tienen las clases medias de vivir cerca de los centros.

Para el Caviar la densidad debe estar formada por edificios bajos, como los de Barcelona, aunque ello implique viviendas muy caras por el costo del suelo; total, siempre será culpa de la especulación y propone intervenir el mercado de suelos con la idea de bajar los precios, lo que termina en nada.

Otro acto prohibido de los Caviar es comprar en malls y supermercados. Para ellos el abastecimiento debe hacerse en algún localcito o en esas tiendas tan propias del Barrio Italia o el cerro Alegre. De nada sirve explicarle que los grandes supermercados tienen localizaciones que permiten un acceso masivo y que al concentrar oferta, reducen costos de transporte. También tienen una particular sensibilidad ambiental. Se indignan con las represas que inundan los hermosos paisajes del sur, pero muestran total indiferencia cuando se levantan centrales a carbón en zonas densamente pobladas como Puchuncaví o Tocopilla, cuya única diferencia es el menor ingreso de sus habitantes.

Con el Urbanismo Caviar es difícil que algo cambie, ya que sus propuestas para refundar el Estado son tan radicales como ambiguas e inviables y de hacerse, benefician a un universo muy pequeño de personas. No a las clases medias que se mueven en auto, viven en torres o compran en malles y supermercados. Tampoco a los sectores de bajos ingresos que no elijen construir "la identidad de Valparaíso" viviendo en la miseria, ni pueden pedalear dos horas para llegar a sus trabajos. Menos a los que no tienen la suerte de vivir en paisajes hermosos que motiven marchas ambientales en las grandes Alamedas.

Por ello hay que apuntar en la línea contraria. Promover políticas que rompan el statu quo, que impulsen cambios en nuestras ciudades, con proyectos de transporte público que ofrezcan dignidad a sus usuarios y donde la bicicleta pueda combinarse con metros, trenes, tranvías o ascensores. Un urbanismo que transforme los campamentos en barrios, los centros vandalizados en espacios nobles y dignos, y que innoven en diseños arquitectónicos, para que las clases medias puedan vivir en torres sin generar grandes impactos urbanos o patrimoniales. Para todo ello se requieren instituciones y un mejor Estado. Así que el camino fácil de desacreditarlo, desde la consigna o la indignación, no nos lleva a ningún lado.

*Integrantes Corporación Metropolítica

Ivan Poduje

Marcelo Ruiz