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¿Eutanasia o suicidio político?

La lógica apunta a que más que un error, lo que sucedió fue que realmente la Nueva Mayoría no logró llegar a acuerdo en un número considerable de comunas o derechamente se trató de una especie de "sabotaje" de los partidos más pequeños (léase el PRSD y el MAS).
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Directora Escuela de Periodismo U. Adolfo Ibáñez, Viña del Mar

@ktrajtemberg

Al analizar los detalles de la inscripción fallida de la Nueva Mayoría, en el proceso de primarias legales por las que tanto se la jugó (poniendo énfasis además en la necesidad de que rigieran para las municipales de este año), no es fácil entender la razón de un error tan bochornoso como polémico.

Porque cuesta entender que haya sido sólo un traspié. El conglomerado de gobierno lleva al menos 15 elecciones en el cuerpo, desde 1989, en las que tuvo que inscribir candidatos. Sin contar las primarias, que hasta ahora habían sido voluntarias.

Como periodista me tocó cubrir varias de esas inscripciones, cuando Juan Ignacio García era el "eterno" director del Servicio Electoral. Hoy pareciera ser que -como reza el dicho- todo tiempo pasado fue mejor.

Pero la realidad es que la entonces Concertación tampoco era prolija en la inscripción de candidaturas. Cada vez que lo hizo, llegó a la sede del Servel a última hora. Así como lo reconocieron varios, entre ellos el actual director del organismo, Patricio Santamaría, históricamente el conglomerado ha llegado cinco minutos antes del límite, arriesgándose muchas veces a lo que sucedió en esta ocasión. ¿Quién recuerda cuando, en 2001, la Democracia Cristiana cometió un error similar y quedó sin ningún postulante al parlamento? La solución de ese momento hoy es impensable: Se envió, discutió y aprobó, en un día, una ley especial que postergó las elecciones y permitió que se inscribieran después de la fecha.

La improvisación era tanta que muchas veces los representantes de los partidos pasaban días encerrados en el Servel, pues lo importante era lograr entrar, cual Cenicienta, y ya en las oficinas podían prácticamente acampar, hasta que terminaran el trámite. Quienes hoy recuerdan esos tiempos y la supuesta flexibilidad que tenía García, no estuvieron ahí, tienen una memoria parcial o -si se quiere pensar mal- hacían la vista gorda frente a muchas situaciones.

¿De quién es el error hoy? ¿De la nueva ley que estableció mayor autonomía del organismo; de la presidenta del PS que no llegó a la hora para estampar su firma; de los partidos que no lograron llegar a acuerdo; de la falta de revisión de los documentos o de la directora (s) del Servicio Electoral, Elizabeth Cabrera, que aplicó la normativa a rajatabla?

No tiene importancia. La imagen pública es la de un (nuevo) bochorno mayúsculo, poco creíble y que habla del estado actual de la coalición, amén del poco liderazgo presidencial para llamar al orden a su conglomerado.

Las explicaciones han sido además poco digeribles para quienes, por ejemplo, decidieron renunciar a sus cargos para ser candidatos en nuestra región, como el ex gobernador Gianni Rivera o el Core René Lues (aunque después haya echado pie atrás) y que ahora, en el mejor de los casos, deberán enfrentar una primaria "convencional", que tendrán que financiar de su propio bolsillo.

Si se quiere ser fatalista, en Viña del Mar -para no ir más lejos- podría no haber candidato de la Nueva Mayoría. Ya Lues y también el PS Andrés Silva advirtieron que no están disponibles para una definición entre cuatro paredes y que, si no se soluciona el conflicto, no postularán a la alcaldía. ¿Será que el oficialismo se mantendrá enfrascado en sus propias disputas y dejará sin competencia a Virginia Reginato?

En este escenario, la lógica apunta a que más que un error, lo que sucedió fue que realmente la Nueva Mayoría no logró llegar a acuerdo en un número considerable de comunas o derechamente se trató de una especie de "sabotaje" de los partidos más pequeños (léase el PRSD y el MAS), que decidieron empoderarse y hacerle un "parelé" a la siempre todopoderosa DC.

Cualquiera de esas alternativas parece poco afortunada si se piensa en el futuro del conglomerado. Desde nuestra región, ya hace meses, el alcalde de Quilpué y presidente regional socialista, Mauricio Viñambres, aseguró que no debía mantenerse el subpacto entre su tienda y la Democracia Cristiana. No fue escuchado, pero eso podría ser una imagen futurista de lo que viene para la Nueva Mayoría, sobre todo cuando estamos ad portas de la negociación para las parlamentarias y presidenciales de 2017.

El panorama en realidad hace pensar en un tipo de eutanasia o suicido político. O se quiere dejar morir lentamente al conglomerado o realmente se trató de un error y la coalición arriesga su futuro nada más que por la inoperancia de sus dirigentes.

Karen Trajtemberg

Lo importante sólo ocurre en Santiago

¿Dónde están los líderes que promueven terminar con esta grave desigualdad territorial? ¿Quién está pujando por estas reformas? De que los hay, los hay. Pero son pocos, y a cada cierto tiempo hay que motivarlos.
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Profesor de Derecho Romano

@jmartinezvalpo

Esta frase, que puede parecer un cliché más de un regionalista a ultranza, tiene objetivamente mucho de cierto. No es sólo una queja más, es una realidad. El juicio en torno a ella es lo que hoy está en discusión, y ha llevado a las regiones a plantearse reformas profundas contra el centralismo tipo monárquico de nuestro país.

Hemos comentado en otras ocasiones la penosa frase de algunos políticos y autoridades "de regiones" que, con una mezcla de resignación y orgullo por los contactos en la capital, esbozan a menudo un "hay que ir a Santiago a ver este tema". En Santiago se decide todo, por allá pasa todo lo importante. Alguien podría sostener que lo anterior es evidente, pues en la capital se encuentran los principales órganos e instituciones de gobierno y de la estructura del Estado, entonces lo primero es consecuencia lógica de lo segundo.

Pero el tema va más allá del sólo lugar donde se adoptan las decisiones, pues incluye la valoración de la magnitud de los problemas regionales. En otras palabras, éstos son importantes sólo y en la medida que para los tomadores de decisiones -que están en Santiago- sea relevante. No en cuanto a su importancia real o intrínseca, esa probablemente jamás la conozcan Por eso quienes tienen "vínculos o padrinos" en la capital tienen mayor poder relativo en los territorios, pues pueden "acceder a los que mandan y convencerlos" de los asuntos de su interés.

Para poner el asunto en concreto, veamos un par de ejemplos. Primero, con mucha vergüenza ajena pudimos apreciar, en las lluvias recién pasadas, cómo al salirse el Mapocho por errores en una obra pública e inundarse algunos locales y los estacionamientos de un mall, tuvimos una cadena nacional de televisión desde las primeras horas del día y hasta el cierre de las transmisiones. Un escándalo. En cambio, en el Cajón del Maipo un alud arrasó una vivienda y desaparecieron cuatro personas… ¿Puede Ud. recordar cuantos cuerpos finalmente fueron recuperados? La localidad siniestrada también está en una región que, aun cuando sea la Metropolitana, no compite con los problemas de la gran ciudad, menos contra Sanhattan.

El segundo ejemplo se refiere ya no a siniestros, daños o males de la naturaleza, sino a políticas públicas: hasta la semana pasada en Chile no había problemas de empleo y los escandalosos agoreros de mala fe que la anunciaban tenían intereses creados. Esto fue una "verdad oficial" hasta que en Santiago se anunció ésta semana casi un diez por ciento de cesantía. Ahora sí que es un problema nacional "y hay que poner atención a aquello".

Por cierto el problema es complejo y no solamente estético o comunicacional. Y apunta a que mirar y decidir respecto al país sólo desde la óptica de Santiago es un error tremendo, que tiene consecuencias graves. Chile tiene una riqueza territorial enorme, y también problemas y dificultades serias y de distinta naturaleza en cada lugar. Así, el problema de la "marea roja" no es sólo que en el Mercado Central de Santiago no tienen mariscos y están cambiando la carta de los restaurantes. Por ningún motivo nos pueden convencer de eso. Hay una región en el sur que está viviendo el drama y mucha gente perdiendo empleo.

Si algo de todo lo anterior es cierto, la pregunta entonces sigue vigente: ¿Dónde están los líderes que promueven terminar con esta grave desigualdad territorial? ¿Quién está pujando por estas reformas? De que los hay, los hay. Pero son pocos, y a cada cierto tiempo hay que motivarlos, pues en realidad en Santiago esto no importa.

Jorge Martínez