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Delincuencia: ¿Quién la lleva?

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Por Karen Trajtemberg *

Esto es como el juego "las quemaditas". Alguien tira una pelota y todos corren despavoridos para no ser alcanzados.

En esta partida, los jugadores son muchos: las personas privadas de libertad; los recientemente liberados; sus familias; los chilenos -sobre todo de nuestra región- que han sufrido la delincuencia; los gendarmes; los jueces; los parlamentarios; la ministra de Justicia, Javiera Blanco; la Presidenta Michelle Bachelet y un largo etcétera.

El escenario también es diverso: el juego se desarrolla en las hacinadas cárceles chilenas, en el Poder Judicial, en La Moneda, en el Congreso y en las calles.

A estas alturas, nadie podría negar que dejar libres a 1.800 reos que cumplían condena -de los cuales 724 correspondían a la Región de Valparaíso- es una decisión poco afortunada, en un país donde la seguridad (o falta de) es un tema recurrente. Peor aún si se considera que las tasas de reincidencia no son auspiciosas: dependiendo de quién realiza el estudio, llegan hasta un 50%. Y de ser así, estaríamos hoy ante la posibilidad de que 362 de ellos cometan ilícitos de nuevo.

Si a eso le agregamos que 109 de los convictos que accedieron a este beneficio en Valparaíso poseen -de acuerdo a Gendarmería- "un alto compromiso delictual"; que al menos 100 estaban recluidos por delitos de corte sexual, y que varios tenían condenas por cuarenta años o más, el panorama empeora.

Entonces aquí comienza el juego. Parlamentarios de todos los colores se unen para lanzar la primera pelota, que va para la Corte Suprema, la Corte de Apelaciones de Valparaíso, la ministra de Justicia y Gendarmería: ¿por qué se libera a reos que no están en condiciones de reinsertarse eficazmente?

En segundo lugar, esta tasa de reincidencia no tiene que ver con una maldad inherente al ser humano, sino con causas multifactoriales. Una de las principales, sin duda, es que la reinserción social es virtualmente imposible en las cárceles chilenas hoy. El ampliamente documentado hacinamiento, la violencia extrema, las condiciones indignas de vida, son una realidad indiscutible, que no permiten -salvo en casos excepcionales- que quien cumple su pena realmente se prepare para volver a la sociedad.

Aquí el Poder Judicial lanza la segunda pelota y grita el nombre de Javiera Blanco: las cárceles están hacinadas, no dan abasto y eso es problema del Ejecutivo, no de los jueces. Ellos sólo aplican la ley. La secretaria de Estado contesta con un pase rápido de vuelta: se debe transparentar la decisión, pues no es lógico que la aprobación de solicitudes de libertad condicional aumenten de 7% a 93% respecto del año anterior.

El balón pasa entonces al área política. Desde hace unos diez años, un tema obligado en todas las campañas -motivadas por las encuestas- se centraron en la seguridad ciudadana. Lamentablemente, la mayor parte de las veces desde una mirada populista, con propuestas artificiales, en extremo alejadas de la realidad, pero publicitariamente potentes.

En ese escenario, el Poder Judicial se convirtió en el blanco favorito. Conceptos como la puerta giratoria se hicieron famosos e incluso recuerdo a un candidato que prometió terminar con el muro de la delincuencia, golpeando con un combo de utilería, un muro de ladrillos… también de utilería.

En el imaginario colectivo, los jueces se transformaron en los culpables de esta puerta giratoria. Por eso, cuando ahora el presidente de la Corte Suprema, Hugo Dolmestch, declina asistir a la Comisión de Constitución del Senado, a explicar por qué se liberó en forma masiva a estas personas, y afirma que los fallos judiciales se determinan de acuerdo a lo que dice la ley (deja dando bote el concepto de que ellos no hacen las leyes), lo que logra es lanzarles la bola de vuelta a los senadores y diputados. Justo en momentos en que se vota la Ley Corta Antidelincuencia.

De todos estos pases, quien sale mejor parada es la Presidenta Michelle Bachelet, a quien todavía no le llega la pelota. En esta jugada, la jefa de Estado logra salir airosa (justo en la semana en que Adimark muestra un leve repunte en su aprobación), pues por unos días dejamos de hablar de irregularidades, de crisis política, de aprietos en la economía y volvemos la mirada a la delincuencia y los jueces.

Lo cierto es que en este partido todos lanzan la pelota y el costo político se diluye. No hay "culpables" claros. Pero además, con el golpe en la mesa de Dolmestch, el Poder Judicial, les devuelve la puerta giratoria a los diputados y senadores. Más importante aún, les recuerda que se trata de un poder independiente y que no acepta pautas del Congreso ni de La Moneda.

"Lo cierto es que en este partido todos lanzan la pelota y el costo político se diluye. No hay "culpables" claros. Pero además, con el golpe en la mesa de Dolmestch, el Poder Judicial, les devuelve la puerta giratoria a los diputados y senadores. Más importante aún, les recuerda que se trata de un poder independiente"