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"Ojos que no ven"…los saldos pendientes del PatrimonioS

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La gestión del patrimonio en los últimos años ha adquirido un significado importante y dirimente sobre el futuro de las ciudades. En la visión contemporánea sobre cómo conservar, está predominando una clara tendencia hacia otorgar nuevos usos sociales a la infraestructura deteriorada y abandonada, transformando esa gestión en una herramienta muy poderosa de ordenamiento y planificación urbana, que ha logrado reconvertir barrios en desuso que interrumpen la vitalidad de la ciudad, modificándolos hasta convertirlos en potenciales centros de experiencias de calidad de vida para las personas.

Las nuevas lecturas de cómo usar el espacio urbano histórico -integrándolo al paisaje cultural-, ha demostrado tener incidencia en la limpieza e higiene urbana, en las condiciones naturales y ambientales del entorno, detonado nuevos oficios que emergen de novedosos espacios que han fortalecido industrias como el turismo e impactado positivamente el espacio público. Aquello, obviamente, desencadena procesos que contribuyen al dinamismo económico de la ciudad.

Ejemplos hay cientos en todas las latitudes del mapa. Barrios abandonados en Nueva York convertidos en polos de atracción, la depresionada ciudad industrial de Turín convertida en ciudad cultural con 5 millones de visitas al año, el centro histórico de Quito -sucio y abandonado- y hoy convertido en uno de los sitios imperdibles del cono sur. La lista es tan larga y diversa que demuestra ser una tendencia que no debiese por qué sernos ajena y posible de implementar para cualquier ciudad.

Sin embargo, aquello no ocurre espontáneamente: implica una visión integrada de muchos factores y actores -no siempre de fácil entendimiento, ni menos de consenso-, por lo cual el liderazgo en la administración de la ciudad es fundamental.

Valparaíso, como sabemos, desde el 2003 detenta una declaratoria UNESCO en uno de sus polígonos urbanos. Ello supone un mandato donde el Estado de Chile se ha comprometido a conservar en buenas condiciones, este sitio único y excepcional y preservarlo para las futuras generaciones. Pertenecer a esta lista del patrimonio mundial exige a los administradores del sitio, en este caso a la Municipalidad de Valparaíso, la elaboración de un plan de manejo.

Hace unos días en este mismo medio de comunicación, nos enteramos que luego de trece años este plan estaría listo. Según la directora del Departamento de Patrimonio porteño, ya se contaría con este instrumento, el cual implementarlo requerirá entre 35 y 50 millones de dólares anuales. Antes de reaccionar a las cifras, o ver cuáles son las condiciones que hacen oscilar aquellas con un diferencial de un tercio, esperamos que se dé a conocer el plan a la opinión pública para que la propia sociedad civil pueda hacer valer puntos de vista y exponer sus visiones en el proceso de validación ante el Consejo de Monumentos Nacionales y la Cancillería, único modo para que la ciudadanía lo haga propio.

Este anuncio despierta importantes expectativas, no solo porque son tantos años de espera, sino también porque todo plan de esta naturaleza descansa en una visión de la ciudad. Sinceramente, estamos expectantes en saber cuál es esa visión que será predominante y promotora del plan, pues durante los años de elaboración han existido debates urbanos y culturales que se mantienen vigentes y que naturalmente se habrían facilitado si es que la ciudad ya hubiese declarado y explicitado su estrategia de cómo tutelará una visión global desde el sitio patrimonial y hacia la ciudad integrada, incorporando toda la dimensión de su paisaje cultural.

Si existe una pretensión reparatoria del tiempo transcurrido, este instrumento debería velar retroactivamente por los valores fundamentales de Valparaíso. Entonces suponemos un plan que sirva para dirimir, por ejemplo, los debates actuales en los proyectos en el borde costero; que sea una herramienta para el ordenamiento en las quebradas en los cerros; que dé indicaciones de incentivos para la inversión en inmuebles públicos y privados de valor patrimonial; que levante una estrategia que revierta el despoblamiento en barrios estructurales de la ciudad; que haga frente a la desvalorización y deterioro de avenidas y calles, que en su estado actual, violentan la identidad y el desarrollo de Valparaíso.

Este elenco de urgencias que nombramos, no están insertas todas dentro del polígono urbano declarado, ni tampoco en su zona de amortiguación. Precisamente por ello -y esa es la expectativa del plan- la gran incógnita es cómo se insertará un plan de manejo patrimonial desde una visión de una ciudad que no se puede pensar fragmentada. Por tanto, en lo que se defina como área de influencia estará la sostenibilidad de este instrumento para la ciudad. No conocemos cuánta deuda pendiente saldará de este instrumento con la ciudad, pero sí podemos decir que Valparaíso requiere implementar una visión dinámica del patrimonio, que no sea anquilosada y que active oportunidades de sostenibilidad económica para sus habitantes y para su propia subsistencia y viabilidad.

Hoy cuando Valparaíso espera definiciones importantes, que resolverán su relación ciudad y puerto, la conectividad dentro de su área metropolitana y el futuro de su administración, esperamos un Plan que sea útil en el diseño y tutela en la dimensión política de su paisaje cultural. Un Plan que active inversión, empleo y oportunidades sostenibles en el tiempo para sus habitantes, que respete su lenguaje natural, su propio hábitat y su relación urbana y topográfica tan singular desde su condición fundante y tan especialmente preocupante y frágil en su condición actual.

*Integrantes Corporación Metropolítica

*Macarena

Carroza

*Gonzalo

Cowley