Marcha tras marcha. Autorizadas y sin autorizar. Con justificación y sin justificación. Los resultados siempre los mismos: la ciudad colapsada, comercio cerrado, daños, grafiteo agobiante y algunos detenidos.
El catálogo de motivos para marchar y protestar es variado: educación, salud, proyectos portuarios, perros vagos, transporte público, causa mapuche y, en estos días, el drama de Chiloé.
Y notable contraste: mientras los chilotes afectados protestan pero no destruyen, las manifestaciones porteñas terminan con daños y generalizadas molestias.
Frente a esta realidad de la marcha nuestra de cada día -perdonando la expresión- y los daños asociados, aparecen invariablemente dos comodines justificativos: la represión y los infiltrados. Y avanzando con mirada sociológica se alude a la rabia por la desigualdad, al neoliberalismo, a la dictadura, al imperialismo, a los poderes fácticos… En fin, hasta podemos llegar a Diego Portales, padre del autoritarismo, origen de muchos de los males actuales.
Bueno, en una democracia cada cual puede defender su causa, eso no está en discusión. Pero en medio de reiteradas marchas, consignas y pancartas, nadie se acuerda de defender la integridad física de Valparaíso y la tranquilidad, seguridad, trabajo y libre circulación de sus habitantes.
Hay temor en asumir una defensa efectiva de la ciudad, con identificación de quienes la dañan y extendiendo responsabilidades hacia quienes tan fácilmente se lavan las manos en circunstancias que montan el escenario propicio para la violencia.
Y hay que decirlo: pareciera que la autoridad policial está inhibida, limitada en su acción por las consecuencias que pueden significarle algunos errores, excesos o daños evidentemente no deseados. Por cierto que la autoridad política tampoco quiere quemarse la manos y actúa -perdón don Patricio- en la medida de lo posible.
La fácil política de "haga lo que quiera" es un factor más del despoblamiento y el deterioro que desde hace tiempo, pese a buenos propósitos, nos lleva en una acentuada cuesta abajo. Ante esa realidad ¿quién defiende a Valparaíso? ¿Qué pasará el 21 de Mayo? ¿Qué organización social sale a condenar derechamente la violencia apuntando y denunciando a los responsables?
¿Tendremos, algún día, una marcha en defensa de Valparaíso sin destruir Valparaíso?
Nada se saca con seguir hablando de la defensa del patrimonio y continuar pintando fachadas, sin que se instale una conciencia colectiva cuya consigna sea respeto a la ciudad y a sus habitantes.