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Algo se quebró ayer en Valparaíso

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Como ha sido la tónica de los últimos años, ayer, durante la Cuenta Pública de la Presidenta Michelle Bachelet en Valparaíso, terminó por imponerse nuevamente la irracionalidad y la barbarie, con el ataque con bombas Molotov a la farmacia Ahumada de avenida Pedro Montt con Las Heras, que derivó en el incendio del edificio y el fallecimiento por asfixia del nochero de las oficinas de la Secretaría Municipal porteña, Eduardo Lara, de 72 años, quien dio sus últimos respiros camino al hospital Van Buren después de que el lumpen impidiera su rescate oportuno al bloquear la labor de los bomberos y la llegada de la ambulancia.

El 19 de mayo, en declaraciones reproducidas por este propio Diario, el gobernador de Valparaíso Jorge Dip aseguraba que la ciudadanía y los comerciantes porteños podían estar tranquilos. "Tanto Carabineros como nosotros estamos preparados para cualquier tipo de evento. La verdad es que esperamos que sea un 21 de mayo pacífico, pero igualmente siempre están los dispositivos preparados para cualquier tipo de eventualidad", dijo Dip, dando por sobreentendido que la coordinación con las Fuerzas del Orden y el Ministerio del Interior y Seguridad Pública había sido cuidadosamente digitada para evitar las tragedias que han sacudido a la ciudad durante los últimos años y que incluyen dos estudiantes muertos, otro gravemente herido y desmanes bíblicos en la ciudad, como los producidos para el infame partido suspendido entre Santiago Wanderers y Colo Colo, el 6 de diciembre de 2015.

A la hora de la verdad, la ciudadanía y las víctimas deben conformarse con el repudio transversal a las barbaries por parte de las autoridades, llamados al "nunca más", campañas para sacar la Cuenta Pública de Valparaíso y llevarla quién sabe dónde, sentidos homenajes en Twitter y múltiples querellas contra quienes resulten responsables que, al final del día, acaban en nada.

Sobre el tercer punto, sacar o no la Cuenta Pública de Valparaíso para el 21 de mayo, se produce una cruel paradoja entre el regionalismo militante de una ciudad tantas veces golpeada y la triste certeza de reconocer la derrota final frente a un grupo de irracionales que, desde el anonimato y la impunidad, parecen no tener ningún límite en su loco afán de destrucción y desgobierno.

Siendo jutos, nadie con dos dedos de frente puede culpar al gobernador Dip por la muerte de Eduardo Lara, como tampoco a su antecesor, Omar Jara, por los desastres anteriores. También es más que discutible apelar a una supuesta cadena de mano para responsabilizar al subsecretario Mahmud Aleuy, al ministro Jorge Burgos o a los propios carabineros.

Algo se quebró ayer en Valparaíso. La racionalidad, la inteligencia y cualquier sinónimo de entendimiento, fueron desterrados para dar paso a una forma de violencia y furia sin parangón en el ultimo cuarto de siglo. Chile (y nuestra ciudad) están perdiendo la batalla.