Reflexiones constituyentes desde la praxis real
En cada uno de los encuentros locales autoconvocados a los que nos ha tocado asistir, hemos podido constatar que, cuando a los ciudadanos se les otorga un contexto en el cual sienten que su "palabra" articulada mediante el diálogo con el otro, puede tener una incidencia en la configuración del espacio vital en el que transcurren sus vidas, se produce un cambio psicológico. Son capaces de abandonar su punto de vista "particularista" e ingresar a un punto de vista común y público. A partir de ese momento hemos sido espectadores de la belleza humana del diálogo.
En ese sentido, creemos que la participación de todos, independientemente de la posición y lugar que ocupemos en la sociedad, es vital en la alimentación de la "belleza humana del diálogo cívico" articulado por la herramienta humana del ejercicio de la "palabra", pues ella nos permite expresar crítica y constructivamente lo que cada uno de nosotros puede palpar en el día a día.
Es por ello que, a diferencia de la idea que intentan instalar algunos, la Constitución de un país sí afecta la vida de cada uno de los ciudadanos, porque en ella se definen cuál es el universo de razones morales que la ciudadanía, en su conjunto, define como la que debe ser la base fundamental de decencia democrática que debe servir de plataforma para la organización de las instituciones políticas y socio-económicas de un país.
Justamente, si una sociedad no se hace cargo está abandonando a un grupo importante de ciudadanos a que no puedan acceder con igualdad al ejercicio real y efectivo del derecho básico que nos caracteriza como seres humanos. Es por ello que la democracia no se define ni se agota por votar -de cuando en cuando- en las urnas para elegir nuestros representantes políticos. Por el contrario, es algo más rico y bello, es una aspiración y promesa humana de ordenar nuestra sociedad de un modo tal que, el trato entre las instituciones y los ciudadanos, y de éstos entre sí, pueda ser apreciado como democrático porque se respeta y promueve real y efectivamente la igualdad de los ciudadanos como personas.
Por todo lo dicho, haber abierto un espacio de participación dentro de un proceso constituyente contribuye a recomponer nuestras alicaídas esferas de deliberación pública, a regenerar nuestra cultura pública y cívica y, más, importante aún, nos reivindica a todos como ciudadanos con mayoría de "edad política" para autodeterminarnos, decidiendo cuál es el espacio vital que deseamos para nuestra generación y las venideras.
Facilitador "Especialista Legal",
Provincia de Valparaíso
Profesor (Dr.) Escuela de Derecho de la
Universidad de Valparaíso
Carlos Dorn Garrido