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Se ha notado poca luz en el alumbrado público seguridad en el puerto

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Varias noches hemos notado la poca luz de los faroles del alumbrado público de la ciudad, sin que podamos explicarnos la causa de tan excesiva disminución. Esperamos que los encargados de vigilar el alumbrado podrán averiguar en lo que consiste el defecto para corregirlo sin pérdida de tiempo.


La batalla naval en el Mar del Norte

La noticia del encuentro naval ocurrido en el Mar del Norte entre las flotas británica y alemana ha causado extraordinaria sensación en Valparaíso. De acuerdo a los informes, en el combate se habrían perdido más de una docena de buques de ambas escuadras. La noticia fue comunicada en las pizarras de nuestro diario.


Nuevas medidas de

Absolutamente nadie que no tenga su permiso podrá entrar a los recintos portuarios, dijo el administrador del puerto, Carlos Vergara. Desde que se están aplicando medidas restrictivas se ha observado que los robos cometidos han disminuido apreciablemente. Se considera crear una policía portuaria antes de fin de año.

Nuestros vicios

La soberbia y la arrogancia pueden percibirse correlacionadas con la prepotencia y la intolerancia.
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Es tan común que cometamos excesos del más diverso orden que la enumeración de todas las formas practicadas por la humanidad sería interminable. Nuestros humanos vicios están a flor de piel, aparecen en las esquinas de las calles y en los muros de la ciudad, en el hablar, en el relacionarse con el otro o en el diseño de los objetivos que se pretenden, en el caminar de cada día.

Son lo contrario de lo virtuoso, pues tensionan la existencia de muchos, "aplastando" el presente y el futuro de ellos que no comprenden lo que somos. Claro que es más fácil verlo en otros y no en uno mismo, aunque a veces sucede que ciertos excesos son tan visibles que no se escapan a la mirada. Nuestros propios gestos, movimientos, postura y compostura, pueden ser apreciados por alguien entendido en estas materias no verbales.

Así, por ejemplo, la soberbia y la arrogancia, se hacen visibles de formas diversas, provocando en el interlocutor u observador el llegar incluso a sentirse despreciado. La soberbia y la arrogancia pueden percibirse correlacionadas con la prepotencia y la intolerancia. ¿Qué habrá en ellas que provocan tal satisfacción al que las hace parte de su vida? ¿Serán familia del hedonismo, de la autoestima exacerbada que hace perder el sentido de las proporciones? Tal vez el sentirse iluminado, como el que encabeza una secta, tenga como consecuencia inmediata la conducta mesiánica. No estoy afirmando que esto suceda de mala fe; por el contrario, puede derivar de una convicción profunda y honrada. Son sus efectos los que hoy merecen una mirada: efectos en cada uno de los otros, en la sociedad como un todo, en los resultados concretos que pueden incluso ser contrarios al objetivo perseguido. Porque sentirnos vértice de todo puede ser terreno fértil para el desarrollo de los excesos.

Son contrarias a la virtud de la humildad -la modesta humildad- que practicada auténticamente hace tanto bien a las relaciones humanas creando condiciones para los acuerdos constructivos. Ella no extorsiona, no amenaza, no instrumentaliza. Aun así es muy fuerte y valiente. Es amiga del diálogo simétrico, que humaniza, que valora al otro que también tiene una luz que ilumina. Sé que no vivimos en un mundo de ángeles, pues nosotros no lo somos, aunque hay que tener esperanza en que haya personas que obren como tales. "El discípulo de Cristo, cuando es transparente en el corazón y sencillo en la vida, lleva la luz del Señor a donde vive y trabaja" (Papa Francisco, tweeter 1 de junio).

Bernardo Donoso Riveros

Profesor PUCV

Daños colaterales en caso U. del Mar

La condena al exrector Héctor Zúñiga presenta una "verdad judicial" que no agota las interrogantes. El fallo del tribunal en este relevante caso se da en medio del debate previo y de las movilizaciones en relación a la futura Ley de Educación Superior, que toca al lucro, la calidad y la gratuidad para los estudiantes.
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El colapso de la Universidad del Mar ha llegado esta semana a la culminación de una de sus facetas judiciales. Héctor Zúñiga, creador y exrector del plantel, fue condenado a tres años y un día de libertad vigilada, más una multa de 56 millones de pesos. A la vez, el exdirector del Consejo Nacional de Acreditación (CNA), Luis Eugenio Díaz, fue sentenciado a cinco años y un día de libertad vigilada junto al pago de 76 millones.

El fiscal acusador, Carlos Gajardo, expresó que se ha establecido "como una verdad judicial que existió un cohecho para obtener en definitiva las acreditaciones de diversas universidades". A la vez, se acusa a Zúñiga de lavado de activos.

Estas condenas se dan en el contexto del debate previo y de movilizaciones en relación a la futura Ley de Educación Superior, que toca el lucro, la calidad y la gratuidad.

Entrevistado por este Diario, el exrector afirma sentirse tranquilo tras la resolución judicial, pero plantea la existencia de un "error gravitante" en todo el proceso "en que se han mezclado dos situaciones" que producen una confusión generalizada.

Una, dice, es la relativa a la contratación de una asesoría impropia y otra muy distinta es aquella relacionada con los problemas de los alumnos, derivados del cierre de la universidad, "medida que no se supo defender después de mi retiro".

La asesoría aludida es la contratación de Díaz, que presidía el CNA, para lograr la necesaria acreditación de la universidad. Por cierto, una situación impropia.

El otro aspecto que hace ruido y se proyecta hasta el día de hoy, es el relativo a los miles de alumnos que pasaron por la U. del Mar. Algunos vieron interrumpidas sus carreras y los títulos de los egresados tendrían una baja valoración en el competitivo mundo profesional, pese que se han dado a conocer casos que han logrado éxito en sus respectivas profesiones. Hay, además, deudas pendientes de estudiantes y de pagos a profesores y funcionarios.

Pese a la resolución judicial, Zúñiga niega sentirse responsable: "La responsabilidad de la debacle es de quienes provocaron un 60% de morosidad, desfinanciando la universidad, quienes la utilizaron como chivo expiatorio y de quienes no supieron defenderla".

Y queda la pregunta pendiente sobre las fallas en los controles que permitieron el extraordinario crecimiento de un plantel que, finalmente, terminó en un derrumbe que deja daños colaterales que alcanzan a amplios sectores de la sociedad y lesiona, injustamente, a la educación superior en general.