Instituciones y personas: pilares para la gobernabilidad y servicio
Por Gonzalo Bravo Álvarez*
No cabe la menor duda que en estos momentos la gobernabilidad de nuestro país está resquebrajada; si hasta el mismo ministro vocero de gobierno declaró que 'se ha agotado el sistema de gobernabilidad del país', y el ex presidente Lagos habló de la peor crisis política e institucional de Chile. Sin detenerme en lo que significa que quien gobierna pueda sostener que el sistema de gobierno está agotado, deseo compartir dos aspectos que pueden ayudar para comenzar a poner algo de luz en las sombras actuales.
Las instituciones son importantes, sí; pero son determinantes las personas que las hacen servidoras de la sociedad. Nada institucional tiene vida humana si quienes a ellas pertenecen no están a la altura de los desafíos históricos que ellas deben asumir. Por ejemplo llama profundamente la atención que un dirigente de quienes trabajan en el Sename, especialmente en el CIP-CRC de Limache, presente la hipótesis que la droga y los celulares ingresan vía 'pelotas de fútbol' que son arrojadas desde el exterior, sin hacerse una autocrítica de las falencias en el trato, en los comportamientos y en las costumbres de muchos quienes deberían ser 'modelos de recuperación de los niños y jóvenes del sistema'. Si se pusiera en el centro a quienes deberíamos servir, no haríamos afirmaciones como esas y se buscarían soluciones donde ellas están: en las personas. Recuperar la autocrítica, dejar intereses mezquinos y sectoriales, para re-colocar a los más vulnerables en el centro es ruta segura para que, por ejemplo, en las casas de menores no existan problemas mayores. Las estructuras pueden fallar, los sistemas deben modernizarse y los protocolos respetarse, pero lo determinante son las personas, sus intereses, valores y convicciones. Los valores humanos pueden dinamizar estructuras débiles y mortecinas. Las personas que sirven en las instituciones deben ser capaces de una autoreflexión y considerar qué les mueve, qué hacen para no actuar movidos por intereses mezquinos, qué transformación interior es necesaria para servir mejor.
Un segundo aspecto es la consideración complementaria a la anterior. Las instituciones sí pueden velar por la transformación de las personas. Es necesario asumir que no somos personas santas, perfectas e incólumes. Que muchos de nuestros comportamientos habituales provienen de nuestras falencias interiores, mediocridades y egoísmos. En un mundo donde el individualismo atiza la indiferencia y el cortoplacismo, las instituciones deben proponer una globalización de la responsabilidad, el servicio y la trasparencia. En muchas ocasiones esta actitud transformadora institucional deberá enfrentarse a las pequeñeces de las personas, las que deberán ceder a los intereses sublimes de la institución que sirve a las personas más vulnerables. Nuevamente, un ejemplo del Sename: pareciera que ninguna persona acepta que se enjuicie críticamente el actuar de quienes allí trabajan; más bien exigen solamente una transformación estructural, sin asociarle a eso una transformación individual. La autoridad de las instituciones debería ser clara y firme a la hora de evaluar a quienes debieran servirla. Hay un rol transformador de las instituciones y sus autoridades que no puede ser eludido. Una autoridad debe asesorarse, informarse y tener el coraje de tomar decisiones que, insisto, vayan en bien de los más vulnerables, aunque ello signifique la salida de quienes no sirven a las personas.
Chile depende de sus personas e instituciones para superar la crisis. La sinceridad nos juega a favor, la urgencia nos anima y las necesidades de nuevos modelos de comportamiento nos alientan. Estructuras y personas; transparencia y transformación; justicia y solidaridad. Tríadas que pueden ayudar a superar el momento actual.
"Un ejemplo del Sename: pareciera que ninguna persona acepta que se enjuicie críticamente el actuar de quienes allí trabajan; más bien exigen solamente una transformación estructural, sin asociarle a eso una transformación individual""