Populismo anglosajón
La insurgencia populista en estos países tiene que ve con su apertura democrática.
Cuando Donald Trump aseguró la candidatura presidencial republicana, comparé la lamentable trayectoria reciente de ese partido con la hasta entonces feliz de su primo, el Conservador británico. A partir del conservadurismo liberal de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, los primeros derivaron a la demagogia fascistoide de Trump, mientras los segundos habían abrazado el abierto liberalismo de David Cameron. Un mes después, sin embargo, Cameron, reelegido primer ministro un año antes con una mayoría absoluta que su partido no conseguía en 23 años, con una muy buena gestión de gobierno a su haber y cuatro años por delante en su cargo, renunció a él luego que la mayoría del pueblo británico sucumbiera a la demagogia nacionalista y optara, contra su exhortación, por abandonar la Unión Europea, lo que gatilló un retroceso de la renovación liberal de su colectividad de mano de la nueva primera ministra Theresa May.
Ya no hay duda. El desafío que plantean los populismos de izquierda y derecha al exitoso consenso liberal-socialdemócrata, que ha permitido la mayor reducción conocida de la miseria y la opresión, golpea con fuerza a las dos grandes democracias anglosajonas que por siglos han alumbrado el camino hacia la libertad y la prosperidad. May no es Trump. Tiene experiencia política y conocimiento y es moderada. Pero muestra también algunos signos de mayor nacionalismo, hostilidad hacia la inmigración y disposición a la intervención estatal en la economía. Es, con todo, mucho mejor que el líder opositor, Jeremy Corbyn, un admirador de Hugo Chávez que conquistó en septiembre pasado el liderazgo del mismo Partido Laborista que encabezó Tony Blair, y que hace palidecer a Bernie Sanders, el precandidato presidencial socialista que hizo pasar no poco susto a Hillary Clinton en las primarias demócratas.
Los avances de la insurgencia populista en estos países tienen que ver con su incomparable apertura democrática. El ascenso de Trump y Sanders fue facilitado por el sistema de primarias, mientras Cameron seguiría en su cargo si no hubiera tenido la inusual audacia de consultar a su pueblo sobre su permanencia en la Unión Europea. A la vez, al tiempo que son fuente de potentes luces de nuestro tiempo, ahí son también particularmente apreciables algunas de sus sombras. Aunque grandes impulsores del progreso de las últimas décadas, fueron la cuna de la Gran Recesión iniciada en 2008. Aunque después tuvieron la más veloz recuperación del crecimiento económico y el empleo de las grandes economías desarrolladas, también sufrieron una caída de los salarios medios mayor que varias de ellas, mientras presenciaron el hiriente aunque necesario espectáculo de los mayores rescates bancarios vistos.
Como la democracia facilita también las rectificaciones, puede que las cosas no salgan mal. Hillary, hija del consenso liberal, derrotó, a pesar de su escaso carisma, a Sanders y parece bien encaminada para ganar a Trump. May sacaría hoy, según las encuestas, 15 puntos de ventaja a Corbyn. En cualquier caso, es urgente responder al doble desafío populista con una renovada propuesta liberal que tenga en cuenta la insatisfacción que aquél recoge.
Claudio Oliva Ekelund
Profesor Universidad de Valparaíso