Opciones radicales de izquierda y derecha han surgido, como no se veía hace décadas, en Europa y Estados Unidos, donde se concentra la mayoría de las democracias desarrolladas del planeta. El modo en que este fenómeno evolucionará es imposible de predecir, pero hasta ahora pueden notarse algunos patrones que ofrecen pistas.
Por una parte, aunque esto no explica todos los casos, el populismo ha solido ser más exitoso allí donde la Gran Recesión y la posterior recuperación han sido percibidas más dolorosamente. De hecho, uno de los pocos países relativamente desarrollados en que ha conquistado el poder es Grecia, que ha sido el más golpeado.
También influye el grado de apertura democrática de los partidos tradicionales. En los países anglosajones los rebeldes han conseguido el liderazgo del Republicano en Estados Unidos y del Laborista en el Reino Unido. Mientras en Europa continental han creado sus propios partidos, como el Frente Nacional en Francia o Podemos en España, lo que reduce sus posibilidades electorales.
Pero hay otro factor interesante. Experiencias negativas recientes asociadas a alguno de los extremos parecen inmunizar contra él, a la vez que hacer más vulnerable al opuesto. La extrema derecha no existe en España ni en Portugal, que tuvieron regímenes fascistoides hace cuatro décadas. Entretanto, los únicos lugares en que ella ha ganado gobiernos son Hungría y Polonia, ambas excomunistas, y ha tenido un importante crecimiento en el este de Alemania, que no se ve en su antigua zona occidental. En su conjunto, Alemania, que conserva traumas tanto del comunismo como del nazismo, se ha mantenido de momento notablemente estable, y ha practicado a nivel nacional y regional muchos ensayos exitosos de alianzas entre centro-derecha y centro-izquierda para hacer frente a ambos polos. Estados Unidos y el Reino Unido, en cambio, que carecen de un pasado comparable, han mostrado inicialmente menos anticuerpos ante el radicalismo.
¿Augura esto algo para Latinoamérica y Chile? La desaceleración económica debida a la caída de los precios de las materias primas y el desprestigio de los políticos tradicionales no son alentadores. Sin embargo, el recuerdo de dictaduras militares recientes, la evidencia cotidiana del infierno en que la izquierda radical ha convertido a Venezuela, el fracaso del kirchnerismo en Argentina, e incluso los malos resultados económicos, sociales y políticos de la izquierdizada Nueva Mayoría en Chile, tal vez permitan prolongar la creciente sensatez electoral que la región ha mostrado en los últimos años. ¿O será mucho soñar?
Claudio Oliva Ekelund
Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso