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Bravo & Jara, el regreso de los caídos

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Septiembre trajo varias novedades en el ámbito local, marcado por la reaparición de dos figuras señeras de la política porteña de hace algún tiempo, como son el exintendente Ricardo Bravo Oliva y su antiguo hombre de confianza y gobernador de Valparaíso, Omar Jara. Ambos salieron en circunstancias bastante disímiles. El primero, Bravo, defenestrado por el gobierno por motivos que nunca quedaron del todo claros y entre los que se pueden mencionar la escasa sintonía que mantuvo con el primer ministro del Interior de Bachelet, Rodrigo Peñailillo -quien, a todo esto, cayó antes que él- y la mala apuesta de jugarse por el escalonismo en las elecciones internas del Partido Socialista, que terminaron con la facción contraria (Isabel Allende, a nivel nacional, y Mauricio Viñambres, en el orden regional) golpeando la mesa en el palacio de La Moneda. Su largo silencio de casi un año fue roto extrañamente hace una semana, lanzando sus críticas en contra de su sucesor en la intendencia, Gabriel Aldoney, la nueva gerenta general de EFE y extitular de Merval, Marisa Kausel, y los viejos rostros de la Nueva Mayoría, a propósito de la candidatura presidencial de Ricardo Lagos Escobar. El que Bravo evalúe o no una apuesta por la Cámara de Diputados en nada invalida la legitimidad de su reflexión, basada en que la nueva administración parece haber cometido los mismos errores que él: escaso liderazgo y capacidad de gestión, además de rodearse generosamente de la gente equivocada. El exministro Burgos -a quien le tocó despedir a Bravo- tampoco tuvo mucha sintonía con Valparaíso y pareció confiar en demasía en los "informes" de los parlamentarios oficialistas locales. Ahora, si como él mismo dice hoy en entrevista con este diario, que "no habría sacado a Bravo" y el intendente se fue de todas formas, queda más que claro que su lugar en el gabinete nunca tuvo preponderancia alguna. El segundo político mencionado, Omar Jara, fue un verdadero hallazgo en el manejo de crisis y conflictos de la primera parte del Gobierno regional (megaincendio, derrame en Quintero y otros eventos) y, acaso por lo mismo, pensó que podía ser un aporte, aspirando legítimamente a la alcaldía de Valparaíso. Algo, sin embargo, ocurrió en el camino, que terminó con el propio Jara perdiendo el rumbo y buscando fantasmas donde no los había, para terminar sucumbiendo en la primaria ante DJ Méndez, otra figura parida desde la propia Nueva Mayoría de la cual él forma parte. Con todo, y pese a la derrota, Jara renovó su apuesta y decidió no sólo quedarse a vivir en Valparaíso (en sus tiempos de gobernador residía en Concón), sino colaborar de la forma más participativa posible a través de una corporación que intenta levantar en la plaza Aníbal Pinto.

Los dos coinciden en algo: conocen la región y también la experiencia de haber caído para volver a levantarse.

Algo, aún no sabemos qué, comienza a gestarse.

Bravo & Jara, el regreso de los caídos

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Septiembre trajo varias novedades en el ámbito local, marcado por la reaparición de dos figuras señeras de la política porteña de hace algún tiempo, como son el exintendente Ricardo Bravo Oliva y su antiguo hombre de confianza y gobernador de Valparaíso, Omar Jara. Ambos salieron en circunstancias bastante disímiles. El primero, Bravo, defenestrado por el gobierno por motivos que nunca quedaron del todo claros y entre los que se pueden mencionar la escasa sintonía que mantuvo con el primer ministro del Interior de Bachelet, Rodrigo Peñailillo -quien, a todo esto, cayó antes que él- y la mala apuesta de jugarse por el escalonismo en las elecciones internas del Partido Socialista, que terminaron con la facción contraria (Isabel Allende, a nivel nacional, y Mauricio Viñambres, en el orden regional) golpeando la mesa en el palacio de La Moneda. Su largo silencio de casi un año fue roto extrañamente hace una semana, lanzando sus críticas en contra de su sucesor en la intendencia, Gabriel Aldoney, la nueva gerenta general de EFE y extitular de Merval, Marisa Kausel, y los viejos rostros de la Nueva Mayoría, a propósito de la candidatura presidencial de Ricardo Lagos Escobar. El que Bravo evalúe o no una apuesta por la Cámara de Diputados en nada invalida la legitimidad de su reflexión, basada en que la nueva administración parece haber cometido los mismos errores que él: escaso liderazgo y capacidad de gestión, además de rodearse generosamente de la gente equivocada. El exministro Burgos -a quien le tocó despedir a Bravo- tampoco tuvo mucha sintonía con Valparaíso y pareció confiar en demasía en los "informes" de los parlamentarios oficialistas locales. Ahora, si como él mismo dice hoy en entrevista con este diario, que "no habría sacado a Bravo" y el intendente se fue de todas formas, queda más que claro que su lugar en el gabinete nunca tuvo preponderancia alguna. El segundo político mencionado, Omar Jara, fue un verdadero hallazgo en el manejo de crisis y conflictos de la primera parte del Gobierno regional (megaincendio, derrame en Quintero y otros eventos) y, acaso por lo mismo, pensó que podía ser un aporte, aspirando legítimamente a la alcaldía de Valparaíso. Algo, sin embargo, ocurrió en el camino, que terminó con el propio Jara perdiendo el rumbo y buscando fantasmas donde no los había, para terminar sucumbiendo en la primaria ante DJ Méndez, otra figura parida desde la propia Nueva Mayoría de la cual él forma parte. Con todo, y pese a la derrota, Jara renovó su apuesta y decidió no sólo quedarse a vivir en Valparaíso (en sus tiempos de gobernador residía en Concón), sino colaborar de la forma más participativa posible a través de una corporación que intenta levantar en la plaza Aníbal Pinto.

Los dos coinciden en algo: conocen la región y también la experiencia de haber caído para volver a levantarse.

Algo, aún no sabemos qué, comienza a gestarse.