Secciones

La revolución urbana de Lagos

E-mail Compartir

Esta semana, el ex Presidente Ricardo Lagos declaró su intención de competir en las próximas elecciones presidenciales, lo que hizo arder las redes sociales, generando en una parte de ellas una dura crítica a su pasada gestión.

Como suele ocurrir en ese mundo virtual, la crítica venía con mucha pasión, pero con poco rigor y profundidad, ya que cualquier análisis objetivo sobre el desempeño del ex Mandatario concluiría que el saldo de su administración es muy positivo, especialmente en el ámbito urbano y territorial.

Vamos recapitulando. A nivel nacional, Lagos impulso el sistema de concesiones que resolvió en pocos años el enorme déficit de infraestructura estratégica del país, y cuando terminen estos contratos las obras públicas volverán al Estado aumentando su patrimonio en varios billones, lo que es un mérito considerando el alicaído estado de las cuentas nacionales.

Bajo su gobierno se implementaron los programas "Chile Solidario" y "Puente" que abordaban la pobreza desde una óptica mutidimensional como se discute hoy en día, y se generó un cambio significativo en las estrategias de seguridad ciudadana a través del "Plan Cuadrante", que acercó las policías a las comunidades.

Otro hito relevante fue la creación del subsidio habitacional sin deuda, que permitió eliminar el progresivo endeudamiento que ahogaba a las familias vulnerables, dando cumplimiento a un viejo anhelo de la política chilena que se remonta al intento de acabar con las cuotas reajustables Corvi.

En la región los beneficios de la administración Lagos fueron aún mayores y no tienen parangón con ninguno de los gobiernos recientes. Especialmente relevante es el hundimiento de la línea férrea en Viña del Mar y su transformación en un metro regional que hoy cumple un rol fundamental en la movilidad metropolitana. A esto se suma la autopista Troncal Sur que acercó Quilpué y Villa Alemana, favoreciendo el acceso de la clase media a viviendas en barrios con servicios, lo que también ocurrió en Reñaca Alto con el mejoramiento del eje Carlos Ibáñez del Campo.

Otro logro fue la construcción del sistema La Pólvora-Acceso Sur, que sacó los camiones del plan de Valparaíso, viabilizando la apertura del borde costero que se inicia con la materialización del paseo del muelle Barón, toda una hazaña considerando los años que llevamos discutiendo sobre el tema sin que se mueva una piedra. Además, durante su gobierno Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad y se gestionó un préstamo de US$ 70 millones para iniciar su recuperación patrimonial, que lamentablemente no siguió adelante en las otras administraciones.

Es interesante constatar que muchos de estos proyectos estaban en el Plan Intercomunal de Valparaíso de 1965 (PIV), instrumento elaborado bajo la lógica de la planificación racionalista que imperaba en Chile en los años cincuenta y sesenta. En ese sentido, Lagos emerge como un continuador de una visión integradora del territorio, muy propia del proyecto modernizador de los radicales.

Una visión que revaloriza el rol de la planificación y de la mirada de largo plazo, lo que se aleja completamente de la chapa de "neoliberal" que le enrostran algunos dirigentes juveniles junto a viejos tercios que parecen querer rejuvenecer sumándose a esta crítica.

Para ejemplificarlo volvamos al caso del hundimiento de la línea férrea en Viña del Mar, que fue muy superior en calidad urbana al tren en altura que se trató de impulsar en la década de los ochenta bajo la impronta de los Chicago Boys, privilegiando el bajo costo pero sin considerar su impacto en el entorno.

La ciudad que dejó el gobierno de Lagos es una urbe progresista en el sentido profundo de la palabra, que es impulsar cambios que resuelvan las demandas de movilidad, suelo para viviendas, seguridad o recreación de las familias chilenas, especialmente de las más vulnerables y las de clase media. Esto es lo contrario al modelo de ciudad que defienden algunos progresistas caviar que frenan proyectos transformadores bajo una actitud egoísta disfrazada de buena onda, pero que en los hechos es muy conservadora, elitista y excluyente.

En suma, para las ciudades es una buena noticia la disponibilidad del ex Presidente Lagos por competir. Es una oportunidad para abordar los desafíos futuros en materia de segregación urbana, congestión o vulnerabilidad ante riesgos naturales. Desafíos complejos que requieren de liderazgo y acciones concretas. No de retórica o del urbanismo caviar que abunda por estos días.

La revolución urbana de Lagos

E-mail Compartir

Esta semana, el ex Presidente Ricardo Lagos declaró su intención de competir en las próximas elecciones presidenciales, lo que hizo arder las redes sociales, generando en una parte de ellas una dura crítica a su pasada gestión.

Como suele ocurrir en ese mundo virtual, la crítica venía con mucha pasión, pero con poco rigor y profundidad, ya que cualquier análisis objetivo sobre el desempeño del ex Mandatario concluiría que el saldo de su administración es muy positivo, especialmente en el ámbito urbano y territorial.

Vamos recapitulando. A nivel nacional, Lagos impulso el sistema de concesiones que resolvió en pocos años el enorme déficit de infraestructura estratégica del país, y cuando terminen estos contratos las obras públicas volverán al Estado aumentando su patrimonio en varios billones, lo que es un mérito considerando el alicaído estado de las cuentas nacionales.

Bajo su gobierno se implementaron los programas "Chile Solidario" y "Puente" que abordaban la pobreza desde una óptica mutidimensional como se discute hoy en día, y se generó un cambio significativo en las estrategias de seguridad ciudadana a través del "Plan Cuadrante", que acercó las policías a las comunidades.

Otro hito relevante fue la creación del subsidio habitacional sin deuda, que permitió eliminar el progresivo endeudamiento que ahogaba a las familias vulnerables, dando cumplimiento a un viejo anhelo de la política chilena que se remonta al intento de acabar con las cuotas reajustables Corvi.

En la región los beneficios de la administración Lagos fueron aún mayores y no tienen parangón con ninguno de los gobiernos recientes. Especialmente relevante es el hundimiento de la línea férrea en Viña del Mar y su transformación en un metro regional que hoy cumple un rol fundamental en la movilidad metropolitana. A esto se suma la autopista Troncal Sur que acercó Quilpué y Villa Alemana, favoreciendo el acceso de la clase media a viviendas en barrios con servicios, lo que también ocurrió en Reñaca Alto con el mejoramiento del eje Carlos Ibáñez del Campo.

Otro logro fue la construcción del sistema La Pólvora-Acceso Sur, que sacó los camiones del plan de Valparaíso, viabilizando la apertura del borde costero que se inicia con la materialización del paseo del muelle Barón, toda una hazaña considerando los años que llevamos discutiendo sobre el tema sin que se mueva una piedra. Además, durante su gobierno Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad y se gestionó un préstamo de US$ 70 millones para iniciar su recuperación patrimonial, que lamentablemente no siguió adelante en las otras administraciones.

Es interesante constatar que muchos de estos proyectos estaban en el Plan Intercomunal de Valparaíso de 1965 (PIV), instrumento elaborado bajo la lógica de la planificación racionalista que imperaba en Chile en los años cincuenta y sesenta. En ese sentido, Lagos emerge como un continuador de una visión integradora del territorio, muy propia del proyecto modernizador de los radicales.

Una visión que revaloriza el rol de la planificación y de la mirada de largo plazo, lo que se aleja completamente de la chapa de "neoliberal" que le enrostran algunos dirigentes juveniles junto a viejos tercios que parecen querer rejuvenecer sumándose a esta crítica.

Para ejemplificarlo volvamos al caso del hundimiento de la línea férrea en Viña del Mar, que fue muy superior en calidad urbana al tren en altura que se trató de impulsar en la década de los ochenta bajo la impronta de los Chicago Boys, privilegiando el bajo costo pero sin considerar su impacto en el entorno.

La ciudad que dejó el gobierno de Lagos es una urbe progresista en el sentido profundo de la palabra, que es impulsar cambios que resuelvan las demandas de movilidad, suelo para viviendas, seguridad o recreación de las familias chilenas, especialmente de las más vulnerables y las de clase media. Esto es lo contrario al modelo de ciudad que defienden algunos progresistas caviar que frenan proyectos transformadores bajo una actitud egoísta disfrazada de buena onda, pero que en los hechos es muy conservadora, elitista y excluyente.

En suma, para las ciudades es una buena noticia la disponibilidad del ex Presidente Lagos por competir. Es una oportunidad para abordar los desafíos futuros en materia de segregación urbana, congestión o vulnerabilidad ante riesgos naturales. Desafíos complejos que requieren de liderazgo y acciones concretas. No de retórica o del urbanismo caviar que abunda por estos días.