Ha sido un ascenso difícil, largo, penoso y muchas veces desalentador. Hablamos de la recuperación de los tradicionales ascensores de Valparaíso, original y exclusivo medio de transporte porteño con raíces en el siglo XIX y que ha logrado sobrevivir en el Siglo XXI.
Las promesas comienzan a concretarse y la recuperación de varios de ellos aparece como una realidad.
Hay en esa tarea una suma de esfuerzos, tanto del Gobierno Regional como de la Municipalidad, logrando así rescatar parte del sistema que hasta hace unos años fue elemento fundamental en el transporte público de la ciudad, cubriendo hasta determinado nivel el tramo plan-cerro.
Otros medios de transporte y el desarrollo de la ciudad a cotas más altas contribuyeron a una menor demanda del tradicional servicio, en tanto, paradojalmente, los ascensores adquirieron la condición de atracción turística y de un valor más dentro del inventario del patrimonio local.
Así, aparecía imperioso el rescate del sistema con el fin de mantener su condición de medio de transporte hasta determinada cota y asegurar su calidad de atracción turística.
Los avances han sido importantes y es necesario reconocer el interés mostrado por el Gobierno central en esa tarea, que supone altas inversiones y una estrecha colaboración con la Municipalidad.
En concreto aparecen totalmente recuperados los ascensores municipales Barón, Polanco, Reina Victoria, San Agustín y El Peral, este último clave para facilitar el acceso al Palacio Baburizza, sede del Museo de Bellas Artes. Está en marcha, además, la restauración del ascensor Espíritu Santo, con una inversión de $1.287 millones en trabajos que se iniciarán este año. En tanto se encuentran en proceso de licitación el rescate de los ascensores Cordillera y Concepción, con un gasto total estimado en $3.000 millones. Esperan recursos para su mejoramiento los elevadores Larraín, Artillería, Monjas, Villaseca, Florida y Mariposa. Finalmente la Municipalidad busca comprar el paralizado ascensor Lecheros, cuya recuperación exige una intervención a fondo con mayores recursos.
Con una visión positiva, el futuro de los sobrevivientes ascensores es auspicioso. Sin embargo, el proceso exige un modelo de gestión actualizado. Se debe considerar el financiamiento operativo, una efectiva acogida a exigencias de los usuarios, residentes y visitantes, su integración con otros medios de transporte y la mantención técnica de las nuevas instalaciones. Todo ello para que las inversiones públicas en juego tengan como resultado la vigencia en el tiempo de los tradicionales ascensores porteños.