¿Cuánto pesa Bachelet en Chile y el extranjero?
La intervención de la Presidenta Michelle Bachelet en la 71 Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sentó un precedente no menor en una instancia en la cual campean los lugares comunes, las declaraciones de buenas intenciones y las frases hechas. No deja de ser paradójico que un discurso como el que hizo la Mandataria, apelando a la autocrítica y a un sincero blanqueamiento del pedregoso camino de los cambios, se haya visto opacado por nimiedades tales como la inclusión en la comitiva de una exministra y hoy candidata a alcaldesa de la Nueva Mayoría -con las destempladas acusaciones de intervencionismo electoral que le siguieron- o las acostumbradas bravatas del presidente de Bolivia, Evo Morales, respecto de sus diferencias con nuestro país.
De la misma forma, pero en sentido inverso, tampoco sorprende que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, destaque a Chile como ejemplo de participación y consolidación democrática, en un contexto mundial -y sobre todo latinoamericano- en el cual los populismos, nacionalismos y odiosidades están a la orden del día.
Un detalle no menor en una asamblea en la cual el discurso que antecedió a Bachelet fue dado por el histórico y sanguinario dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, y en la que seis delegaciones latinoamericanas se retiraron de la sala como gesto de repudio a la intervención del presidente de Brasil, Michel Temer.
Suena extraño, pero la popularidad de la Mandataria pareciera mantenerse incólume en el extranjero, como se probó en Nueva York y también en Washington DC, donde los distintos foros empresariales y de género en los que participó, como también en entrevistas a medios tan en boga como Buzzfeed.com, mostraron la comodidad con la cual se desenvuelve en las grandes ligas.
¿Qué es lo que le pasará en Chile? Buena pregunta. Quizás sea la ansiedad de la población, tal vez que algunas de sus reformas erraron el camino o que a lo mejor muchos de sus colaboradores y gran parte de su coalición sencillamente no dieron el ancho. Pero, al final del día, lo único cierto es que su figura se enalteció en Nueva York a un nivel similar al que tenía cuando dirigía ONU-Mujeres y vivía cómodamente en Roosevelt Island, sobre el East River, a unos tantos metros de su oficina.
Tal como ella misma lo dijera alguna vez, cada día puede ser peor. Esta semana que viene, con una pequeña ventana por su participación en la histórica firma de paz entre Colombia y las FARC-EP en Cartagena de Indias, Bachelet deberá volver a lidiar con la siempre tensa negociación presupuestaria que marcará, para bien o para mal, el último año de su segundo período presidencial, el mismo que sabrá
-con toda seguridad- de nuevas pequeñeces políticas.