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Presupuesto 2017: con los pies en la tierra

Ante una población que envejece crecientemente, cabe preguntarse si la apuesta por un 4,8% de aumento en esta área basta para un sistema absolutamente colapsado.
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Esta semana la agenda política estuvo marcada por el duro debate respecto del proyecto de ley que establece la elección de intendentes, el que terminó siendo aprobado en el Senado, pero para cuya concreción falta todavía el paso por la Cámara de Diputados.

El álgido intercambio de posturas -graficado en gran medida por el impasse entre el presidente del Senado, Ricardo Lagos Weber, y su par de la DC, Jorge Pizarro- hizo que al menos durante estos días, la discusión del presupuesto nacional pasara sin pena ni gloria, pese a que entrará en tierra derecha en las próximas semanas y, presumiblemente, será tan difícil como el debate sobre el gobernador regional.

Ya hay algunas voces que alertan sobre las dificultades que habrá en la discusión de materias tan sensibles para la ciudadanía como educación, seguridad y salud. Precisamente las áreas en las que -de manera acertada, ad portas de un año con elecciones presidenciales, parlamentarias y, con suerte, de intendentes- el gobierno definió poner sus fichas, pese al carácter restrictivo del erario 2017.

Por razones personales, en las últimas semanas, comprendí por qué al menos uno de esos ámbitos -el de la salud- es tan relevante en esta discusión, sobre todo para los sectores menos favorecidos de la población.

De primera mano, sin buscarlo ni que me lo contaran, palpé la realidad que se vive en los dos principales hospitales de nuestra región: Carlos Van Buren y Gustavo Fricke. Y bien vale la pena compartirlo, pensando en lo que será el debate presupuestario y lo que sucederá en materia de salud pública.

Ambos son centros de salud con alta demanda por parte de la población. En el caso del primero, es el único lugar dedicado a atención de alta complejidad para la IV y V Región. Y el segundo, recibe una gran afluencia de público, tanto de Viña del Mar como del interior.

En ambos casos, las condiciones de trabajo son extremas y precarias. ¿Qué vi? Funcionarios -médicos, enfermeras, auxiliares y personal de apoyo- que intentan atender a los pacientes de la mejor manera e incluso ser empáticos ante el dolor ajeno, mientras corren de un lado a otro, atienden varios pacientes en solo unos minutos, conviven con el peor momento del ser humano y buscan -a veces con extrema dificultad- insumos tan escasos como básicos en un centro de salud.

La infraestructura es aun más precaria. No sólo se repiten imágenes archiconocidas, como personas hospitalizadas en los pasillos, en camillas y sillas de ruedas, además de otros que esperan durante siete, ocho, diez y más horas por una breve revisión médica.

La realidad supera a la ficción en este caso. Mientras distintas zonas del país esperan por la construcción de nuevas instituciones o mejoramiento de las ya existentes -como el famoso hospital biprovincial-, ya se advierte que para la construcción de los hospitales que están en marcha se deberá aumentar el gasto en al menos $350 mil millones, por el aumento en el costo de las licitaciones. ¿Quiere decir eso que en un año de "vacas flacas" habrá que hacer más recortes a estos centros de salud?

Alejados de estos cálculos, en la V Región los enfermos caminan de un extremo a otro por los pasillos de las urgencias hospitalarias. Me tocó observar, por ejemplo, a un hombre que había sido operado del estómago y cuyos puntos se habían abierto: caminó durante unas dos horas en la urgencia porteña, como una improvisada forma de paliar el dolor, mientras aguardaba por una cama.

En Viña, vi a un joven de unos 30 años, con una sonda conectada entre su nariz y una bolsa, una vía en su mano por donde se le suministraba suero y otros medicamentos, y que estuvo de pie durante al menos tres horas, cuando supuestamente ya estaba hospitalizado. Cuando pidió una silla, porque se sentía mal, lo único que le pudieron alcanzar fue una pisadera -de esas que se usan para subir a las camillas- pues no había otro elemento más adecuado para proporcionarle. Para qué hablar de la cantidad de adultos mayores que a esa hora atiborraban los pasillos esperando atención. O de los perros vagos que deambulan o duermen en las salas de espera, sin que ya a nadie le llame la atención, porque se han transformado en parte del "paisaje".

Ante una población que envejece crecientemente, donde cada vez las necesidades en salud serán mayores, cabe preguntarse si la apuesta por un 4,8% de aumento en esta área basta para un sistema absolutamente colapsado.

Lamentablemente, esto es pan de cada día para la mayor parte de quienes se atienden en el sistema público. Sin embargo, estar ahí permite mirar la discusión del presupuesto con los pies en la tierra y no solamente a través de la mirada teórico-pragmática-académica, con la que la mayor parte de los parlamentarios contará a la hora de discutir el presupuesto 2017.

*Directora de la Escuela de Periodismo UAI