La discusión pública que se ha instalado, como consecuencia de una realidad denunciada hace tiempo por variadas personas e instituciones, incluidas las mismas AFP, de que el sistema de capitalización individual no soluciona por sí misma el problema de bajas pensiones, ha puesto en posición secundaria el análisis de una realidad aún más fuerte: como país nos vamos poniendo viejos. Sí, tal como lo dice la canción.
Y esto está trayendo consecuencias complejas. No sólo para el sistema de pensiones nacional, sino que para la sociedad en su conjunto.
Características del sistema
No es de extrañar que las pensiones sean bajas cuando se constatan algunas duras realidades:
La densidad de cotizaciones, esto es el porcentaje de períodos trabajados en que los trabajadores han cotizado es dramáticamente bajo: en el caso de los hombres aproximadamente el 50% tiene cotizaciones por el 60% del tiempo laborado o menos. Y en el caso de las mujeres es aún peor.
Según estadísticas del INE, alrededor de tres millones de trabajadores no cotizan para constituir su pensión.
Y algo que nos llena de orgullo como país, desde la perspectiva de análisis de pensiones ha pasado a ser un problema. En el quinquenio 1970-1975 la esperanza de vida adicional de los varones, después de cumplir los 65 era de poco más de 13 años. En la actualidad esa esperanza es de más de 20 años y se espera que en el 2050 bordee los 24 años.
Y en las mujeres los números son más relevantes: de casi 19 años de esperanza en el período 1970-1975; han pasado a tener una esperanza de vida después de los 60 de casi 28 años y se espera que sean casi 32 en el 2050.
Lo anterior ha determinado que las estimaciones señalen que para el año 2050 el número de chilenos menores de 65 años en edad laboral versus los mayores a esa edad esté en relación de 2 a 1 aproximadamente. O sea, considerando las actuales edades de jubilación habrán dos personas laborando por cada un retirado.
Si bien la rentabilidad del sistema de fondos de pensiones se ubica entre una de las más altas a nivel mundial, ésta ha demostrado no ser suficiente para compensar, con el actual nivel de tasa de cotización, los efectos de la baja densidad de las mismas y esto debiese ir empeorando en la medida que la vida de los retirados se vaya alargando.
La discusión está planteada y corresponderá a las autoridades políticas, académicas, laborales, etc., determinar si debe aumentarse la cotización, si debe alargarse la vida laboral, o lo que es lo mismo, postergar la jubilación, reforzar el pilar solidario o tomar otras medidas que no pretendo enumerar en forma exhaustiva.
Vivir hasta los 100
Hacia donde quisiera llevar la atención del lector es al tema subyacente de toda esta discusión y que tiende a perderse dentro de la atención puesta al sistema de pensiones: si estamos envejeciendo como población, ¿qué estamos haciendo como sociedad y en especial las empresas, para esta nueva realidad emergente?.
Hace unos meses ICARE realizó un seminario con un título desafiante: Vivir hasta los 100.
El sólo hecho que esta prestigiosa institución analizase desde distintas perspectivas las implicancias de contar con una población cada vez mayor, señala que el tema trasciende al ruidoso y vigente sistema de pensiones. Y como director de empresas veo que está también siendo tomado al interior de las organizaciones nacionales. Sería ridículo negar el rol que tiene cada grupo generacional en el variado y múltiple quehacer de ellas. En el mencionado seminario se señaló la importancia de romper el paradigma lineal de las edades:
-Los jóvenes no pueden tener grandes desafíos y deben dedicarse a aprender. ABSURDO. Todos debemos aprender de ellos también.
-Los mayores, al retiro. MÁS ABSURDO. Lo hacen en los momentos que poseen plenas facultades, experiencias y condiciones para desarrollar una labor.
El tema es cómo creamos las condiciones para que cada generación logre aportar desde su propia realidad y perspectiva. La diversidad no es sólo una imperiosa necesidad relativa al género. Hoy la tendencia es reconocer que un trabajador mayor constituye un activo a ser cuidado, y que la suma de experiencias en la pirámide organizacional genera valor. Pero para esto no basta una declaración de principios desde el directorio. Obliga a toda la organización a revisar con una nueva perspectiva las descripciones de cargo, los esquemas de capacitación y, querámoslo o no, los planes de salud ofrecidos a nuestros colaboradores, entre otros.
La empresa tiene un rol importante que jugar en esta realidad, que se nos viene encima. Como dice la canción, "nos vamos poniendo viejos", y para los que no quieran aportar en las soluciones es bueno recordarles que envejecemos desde el mismo día que nacemos.