Si algún lugar de Chile estaba destinado a ser el escenario de un batacazo político como el ocurrido ayer, ése no podía ser otro más que Valparaíso, aquella antiguamente vanguardista ciudad-puerto, cuyas luces se fueron apagando tenuemente, incluso sin darnos cuenta, en los últimos y golpeados años de sus ya deslagrimados cerros.
Algún día, cuando alguien escriba sobre este episodio, quizás explicará que las fuerzas políticas clásicas comenzaron, de cierta manera, a morir un poco el 23 de octubre de 2016 en la ciudad jamás fundada. Y si aquellos párrafos intentan ir un poco más allá, también deberán consignar que el triunfo de Jorge Sharp es, además de una clara expresión de hastío, la derrota definitiva de esa vieja forma de concebir la política, iniciada en el Puerto tras el regreso de la democracia, prolongada sin escalas de remanso a través del tiempo, y que hoy hace nata con este asomo de ciudad fallida e incendiada (no sólo de forma literal, también da para alegorías varias) que llamamos Valparaíso.
¿Qué fue lo que ocurrió ayer en las urnas del Puerto? Varias cosas. La primera de ellas es que aquel pendular voto de castigo tan enervantemente santiaguino ("La centroderecha recuperó comunas emblemáticas: Santiago, Providencia, Maipú y unas cuantas capitales regionales", ¿les suena conocido?) acá ya no corre. De hecho, y siendo estrictos, la última vez que pasó eso fue en 2008, con Jorge Castro removiendo a Aldo Cornejo y la Concertación (las municipales de 2012, con el mismo Castro vs. Hernán Pinto, ya eran too much).
El segundo evento es la validez social que representa la victoria de Sharp, aquel jovencito (visto inicialmente por sobre el hombro como "el amigo de Boric") que llegó sin hacer mucho ruido y con toda humildad a tocar la puerta del movimiento ciudadano del Pacto La Matriz (acaso los verdaderos ganadores de esta batalla), los mismos que terminaron ungiéndolo y apoyándolo con una lealtad pocas veces vista después de que éste le ganara al arquitecto Daniel Morales por menos de 30 votos en unas inéditas primarias ciudadanas y que ayer fueron los únicos que se movilizaron en medio de una abstención que bordeó el 70%.
El tercer acápite es, más que nada, una reflexión y apunta a la lectura correcta que algunos hicieron de aquel movimiento que terminó por cambiar la historia de Valparaíso. El rechazo a Méndez poco tiene que ver con Méndez, sino que fue un mentís a todo lo que pregona la Nueva Mayoría. El rechazo a Castro, quizás mucho más personalizado, responde también al desencanto final con aquel "duopolio" al cual se refirió ayer Sharp en la Plaza de la Victoria.
Empero, la responsabilidad del abogado magallánico también es abrumadora: volver a enrielar al municipio, la gente y la ciudad en un mismo carril no es tarea fácil en el actual contexto sociopolítico. Es ahora, más que nunca, cuando Sharp deberá mostrar de qué madera está hecho.