El lunes pasado la Seremi de Salud María Graciela Astudillo declaró a este Diario que "hoy día no hay riesgo inminente para la salud de las personas, a pesar de la acumulación de basuras". El martes recapacitó afirmando que "si esta situación la municipalidad no la mejora en las próximas horas, se va a convertir en un riesgo".
Y ante esa posibilidad cierta la solución: un sumario sanitario contra la Municipalidad de Valparaíso expresando que "ni una alerta sanitaria ni otro instrumento son por si solos una solución, pues acá tiene que existir una buena gestión".
Para el alcalde saliente Jorge Castro la decisión de la funcionaria constituye una barbaridad, pues la Municipalidad había pedido la declaración de alerta, que abre la puerta al uso de recursos especiales y que no es ningún privilegio, pues se está aplicando en la capital y en varias regiones del país. Apoya la crítica a la gestión municipal la concejala Paula Quintana, quien renunció al PS para apoyar la postulación de Jorge Sharp.
Y en respaldo a la posición de Castro el concejal UDI Luis Soto alude al tema de la alerta expresando que en "Santiago se tomaron medidas y acá no, y no entiendo cuáles son los parámetros, pues un municipio empobrecido tendrá que hacerse cargo de los costos del plan de contingencia, situación que hubiera cambiado con una alerta sanitaria".
Esta discusión, con su componente ciertamente política, aparece como absurda, inoficiosa, irresponsable cuando la ciudad se ahoga en basura y, sin ser experto, se puede afirmar que es una crisis con riesgo a la salud de las personas. Hay acumulación de material en descomposición, potencial presencia de roedores, olores nauseabundos y todo esto sin considerar el penoso espectáculo de crecientes cantidades de desperdicios.
La autoridad de salud habla de mala gestión municipal. Puede que así sea, pero el conflicto gremial que origina la acumulación de basuras en Valparaíso y en muchas ciudades del país, entre ellas la capital, va más allá de una posible mala gestión y no se resuelve con un sumario sanitario.
Hay crisis, amenazas que afectan a las personas, al comercio y a la imagen misma de la ciudad, rehén, como gran parte del país, de un conflicto ilegal.
No es el momento de las acusaciones ni de hacer leña del árbol caído desde posiciones políticas antagónicas. Es el momento de la buena voluntad, de soluciones concretas en terreno, donde la suma de esfuerzos logre resolver una situación grave, que supera los límites de las demandas económicas de trabajadores del sector público.
Valparaíso espera de la autoridad, que según una vieja definición debe ser promotora del bien común, algo más que un sumario cuyas fojas, finalmente, terminarán alimentando algún relleno sanitario.