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Reajuste en los salarios del sector público

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Todos los años, la discusión de la ley de presupuesto obliga al gobierno a realizar un ejercicio de gran complejidad. El presupuesto hace explícitas las prioridades del Ejecutivo en materia de políticas públicas y los énfasis que se quieran dar los distintos programas gubernamentales. Además, se debe balancear el crecimiento del gasto con las reglas de responsabilidad fiscal, que entregan estabilidad de largo plazo. Finalmente, el presupuesto debe conciliar los dos puntos anteriores con las peticiones de mejoras salariales de los empleados públicos.

Este año vimos como la propuesta del gobierno de un aumento de un 3.2%, ya aprobada por el Congreso, no satisface los anhelos de los trabajadores. Esto se vio traducido en movilizaciones y paros en ese sector. Un elemento importante en esta discusión es el costo para la sociedad de las paralizaciones de servicios esenciales, lo que por un lado da a los trabajadores un mayor poder de negociación, pero al mismo tiempo puede generar una menor aprobación ciudadana a este tipo de movilizaciones, ya que es más difícil empatizar con las peticiones de los trabajadores públicos, cuando estos interrumpen servicios fundamentales en la sociedad.

La pregunta natural de muchos es: ¿Es justo un aumento de un 3.2%? ¿Es posible evitar paralizaciones de los servicios públicos al discutir el presupuesto? En términos del tamaño del aumento, la mayoría de los países han intentado alinear las alzas con las proyecciones del crecimiento económico. El 2016, el Reino Unido aprobó un alza del 1% para los trabajadores del sector público, en línea con sus proyecciones de crecimiento (pre-BREXIT). Sin embargo, un problema asociado a la discusión del aumento salarial es la diferencia de sueldos entre los distintos grados que existen en la administración pública. Matemáticamente es muy distinto un 3.2% de 300.000 que 3.2% de 5.000.000. Por lo tanto, las alzas pueden parecer muy poco para algunos, pero suficiente para otros, creando distorsiones acerca de la justicia del aumento. Este año, y como una forma de disminuir estas diferencias, las salarios más altos no recibirán el aumento. Luego, si el gobierno así lo considera, el aumento podría intentar disminuir estas brechas.

Con respecto a la segunda pregunta, la evidencia internacional muestra que instituciones independientes, como el Congressional Budget Office (EE.UU.) y el Office for Budget Responsability (Reino Unido) son capaces de generar informes independientes, acerca del presupuesto. Luego, tanto los trabajadores del sector público, como los diputados y senadores, y la ciudadanía en general tienen acceso a información acerca de cómo el presupuesto está conciliando las tres dimensiones mencionadas. De esta manera, discutir acerca de cómo se modifican los sueldos cada año será más transparente y permitirá a todos los participantes proponer modificaciones realistas al presupuesto, que estén en línea con los objetivos del gobierno y mantengan los equilibrios fiscales de largo plazo.

Posiblemente esto evite que veamos paralizaciones y al mismo tiempo se generen aumentos de sueldos justos y de acuerdo a la realidad económica del país.

Juan Pedro Eberhard

Ph.D. en Economía, Universidad de Yale, Profesor Escuela de Negocios UAI

Ampliación del campo de batalla

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Puede que suene gandrilocuente, pero lo cierto es que la Región de Valparaíso se ha convertido en el meollo de la política nacional, más aún después de la titánica victoria de Jorge Sharp en Valparaíso, que pareció remecer las estructuras de la política local y, aunque también suene desmedido, la hoy inentendible e impronosticable política nacional surgida tras aquella irreflexiva decisión de instaurar la inscripción automática y el voto voluntario. ¿Qué representantes nos merecemos? Buena pregunta. Más aun cuando vemos que presidenciables como Alejandro Guillier y Sebastián Piñera apuestan todas sus fichas, en su minuto de máximo descrédito, por nuestra región, a sabiendas de que precisamente aquí se conforma el humus del pensamiento país, sobre todo después del triste espectáculo entregado por la capital de la nación en términos democráticos en las últimas elecciones municipales (¿o ustedes creen que alguna comuna de la Región de Valparaíso habría aceptado el fiasco ejecutado por las concejalas electas y renunciadas de RN y la UDI en Providencia y Santiago?). Quienes quieran entender realmente de qué se trata la política local -más allá de aquella burda caricatura de que a la gente no le interesa nada de lo que tenga que ver con el poder-, deben bucear en el Valparaíso profundo, aquel que está más cerca del arribismo de La Matriz que de los partidos caducos encabezados por políticos que no les da ni para consejeros regionales. ¿Cuánto podríamos hacer? ¿A qué podríamos efectivamente aspirar? El Puerto ya demostró que es un sitio que sabe de pasadas de cuenta (Pinto, con sus pecados, y Castro, con su "¿te invité yo a a vivir aquí?, bien lo saben). Viña demostró que no está por aventuras antojadizas (lo del doctor Kaplán ya es sólo un mal recuerdo) y las restantes comunas han sabido recibir ciertas banderas que comulgan -o pretenden comulgar- con sus intereses, como el histórico enclave de Amplitud en Nogales o las patriadas de Evópoli en la Región de la mano de Felipe Kast, Luciano Cruz-Coke y María de los Ángeles de la Paz.

Quien peor entiende todo es, sintomáticamente, el oficialismo, con la pintura rayada de Ricardo Lagos Weber tras el guatazo eleccionario de DJ Méndez o las mesiánicas tentativas de extender su influencia de Ricardo Lagos Escobar, a quien el profesor Alberto Fernández -candidato a alcalde por Concón- le cerró la puerta en beneficio de Guillier. De la histórica guardia bacheletista, aquella que perdió el tiempo en el Gobierno Regional durante buena parte de la actual administración, pocos quedan, salvo algunos que piensan que aún pueden ser dignos de un cargo público, sobre todo después de que la Justicia no castigó -al menos hasta ahora- a ninguno de sus irresponsables "asesores" que se creyeron los elegidos durante buena parte del gran fiasco que fue el gobierno inicial del primer intendente regional.

¿La DC? Ya ni siquiera es tema. Su poca sintonía ya es tema de otra columna más extensa y menos diplomática.