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Libertad Religiosa: ¿Un derecho ignorado?

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En estos días se acaba de publicar el Informe Libertad Religiosa en el Mundo 2016, que evidencia un retroceso de este derecho fundamental consagrado por las Naciones Unidas en 1948 en la Convención de Derechos Humanos. En su artículo 18 señala que: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". Sin embargo, este informe bianual que analiza la situación de 196 países, evidencia que en un 20% de ellos se transgrede este derecho de manera violenta y que en otros 14 Estados la situación ha empeorado, respecto a 2014.

El estudio, realizado por la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), concluye que entre junio de 2014 y junio de 2016, un factor clave en el aumento del número de refugiados -que según datos de Naciones Unidas alcanza 65,3 millones de personas- es la persecución religiosa, situación que se da con mayor fuerza en Medio Oriente, África y el subcontinente de India. Si bien, el fenómeno más notorio que atenta contra la libertad religiosa hoy es lo que el documento denomina el "hiperextremismo islámico", la discriminación y persecución se da en los cinco continentes, atentando contra católicos, judíos, cristianos y musulmanes, entre otros, cuyo único "pecado" ha sido profesar su fe.

La libertad religiosa es un derecho natural, inherente al ser humano, pues es una manifestación de su apertura a la trascendencia. Conculcar este derecho es violentar la dignidad humana. El Papa Francisco, en su viaje a Estados Unidos, afirmó al respecto que "en un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de suprimir la libertad religiosa, o de reducirla a una subcultura sin derecho a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el odio y la brutalidad, es necesario que los fieles de las diversas religiones unan sus voces para clamar por la paz, la tolerancia y el respeto a la dignidad y derechos de los demás".

Lamentablemente nuestro país tampoco está ajeno a la violación de este derecho. El mencionado informe evidencia un aumento de atentados contra símbolos religiosos, templos e iglesias cristianas, especialmente en la zona de la Araucanía. En consecuencia, es importante que eduquemos a nuestros niños y jóvenes en la tolerancia y respeto por los diferentes credos. No basta con promulgar leyes y normas antidiscriminación, si no permeamos estos valores en toda la sociedad. Dicho informe concluye que uno de los mayores transgresores de la libertad religiosa, no son los gobiernos sino organizaciones fundamentalistas integradas por personas que quieren abolir el credo de sus pares para imponer el propio. "Si queremos romper el espiral de violencia que amenaza con sepultar nuestro mundo, tenemos que sustituir la guerra por la paz. Hoy, y ahora más que nunca, es el momento de dejar de lado el odio religioso y los intereses personales y aprender a amarnos los unos a los otros", anuncia en el prólogo de este informe el padre Jacques Murad, sacerdote sirio que estuvo secuestrado por el Estado Islámico.

Revertir esta situación es labor de toda la sociedad y de sus instituciones. Debemos, eso sí, comenzar por cada uno de nosotros, preguntándonos en qué medida somos responsables o cómplices por omisión de la violación de uno de los derechos más fundamentales de la persona humana.

Christiane Raczynski

Presidenta Ayuda a la Iglesia que Sufre-Chile

Eugenio Yáñez

Filósofo y vocero Fundación Voces Católicas

Nuestro propio Fidel Castro

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Corría el mes de noviembre del año 2007 y Chile recibió la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en Espacio Riesco, en sector norte de Santiago, cita que sería recordada más por el exabrupto del Rey Juan Carlos con Hugo Chávez ("¡Por qué no te callas!") y el poco sincero beso de Tabaré Vásquez a Néstor Kirchner en el Club Hípico, mientras simultáneamente los uruguayos echaban a andar la planta de celulosa de Botnia en el Río Uruguay, que por el contenido de lo que fue acordado y discutido en esas largas sesiones.

Fidel Castro Ruz, presente en la histórica visita de 1971 y en la otra un tanto más olvidada de 1996 -un año después de que el Gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle reanudara las relaciones bilaterales con la isla- no estuvo físicamente en esa cumbre de 2007, pero unos cuantos fueron (fuimos) testigos de un episodio surrealista en la autodenominada Cumbre de los Pueblos, convocada en el velódromo del Estadio Nacional el mismo sábado en que se ponía fin a la cumbre oficial. Esa tarde, la izquierda latinoamericana reunida sobre un escenario (Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Carlos Lage) reivindicó su comunión con el combate al libre mercado y la "larga noche neoliberal", como la bautizaba Correa. Pero faltaba algo. Entonces fue que Chávez (quien aquella vez llegó al aeropuerto cantando "No soy monedita de oro...") marcó desde su teléfono móvil -o tal vez fue del de Carlos Lage, la memoria es frágil- hacia la isla e increíblemente, tras acercar el aparato a un micrófono, aparecía la ronca voz de Fidel Castro, riendo con los chistes de Chávez, que trataba a Morales de "macaco menor", a sí mismo de "gran macaco" y al propio Castro de "macaco mayor".

La anécdota en cuestión, que no pretende ser algo más que eso: una simple anécdota, representa la memoria privada y particular que cada uno puede tener de figuras históricas tan controvertidas como Fidel Castro, pieza indispensable para la comprensión del Siglo XX, una de las figuras extranjeras más influyentes en dos, tres y hasta cuatro generaciones de chilenos divididos por la política y la memoria, y responsable de haber desplegado la Guerra Fría por todo el subcontinente americano.

Algo también hay en ese histórico discurso realizado por Castro el 30 de noviembre de 1971 en la Plaza Sotomayor (el del "nadie puede venir a Chile sin visitar Valparaíso") que, para bien o para mal, a todos provoca.

El fin de la historia (no la grandilocuente de Fukuyama, sino aquella tan chilena, plena de omisiones y silencios) comienza con la partida de Castro, comandante admirado y repudiado a la vez, que conquistó a muchos de nuestros compatriotas y hasta obligó a la actual Presidenta acelerar el paso para reunirse con él. ¿Pero acaso no es el mismo militar, enfundado en su traje verde olivo, que parece deshacerse entre las líneas de los sentidos mensajes suicidas de Reinaldo Arenas: "Elogio a Fidel Castro" y "Cuba será libre: yo ya lo soy"?