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El fracaso de la política del polígono

El caso del polígono de protección patrimonial de Valparaíso representa un llamado de atención que indica que la política urbana y patrimonial no puede seguir siendo sostenida sobre la base de herramientas pasivas.
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La discordancia advertida por Contraloría, entre el área destacada por la Unesco y el polígono de protección patrimonial (que termina colateralmente afectando el proyecto de expansión portuaria y la construcción de la Terminal 2), es una nueva evidencia de la fragmentación de la institucionalidad urbana, que tanto daño causa a las ciudades. Es justamente el fenómeno de la descoordinación de los actores públicos el que ha caracterizado el derrotero de la gestión del patrimonio de Valparaíso y del diseño del borde costero.

Para mayor dificultad, el sectorialismo que caracteriza nuestro sistema, viene aparejado de una creencia anidada en buena parte de los políticos. Esta creencia consiste en pensar que los problemas urbanos complejos, como es el caso de la transformación de una ciudad, se resuelven con simples herramientas administrativas, como lo son los polígonos de protección, las zonas de conservación o límites urbanos.

Pero no es suficiente declarar y proteger un territorio en particular. Tomando el caso de la Unesco, cuando Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad, se debió impulsar la convergencia de toda la política pública para aprovechar esta enorme oportunidad. Esto implicaba coordinar un conjunto de acciones complementarias como por ejemplo, el nuevo acceso La Pólvora que apostaba a la apertura del borde costero y el nuevo programa de uso, al soterramiento de la línea férrea, la definición de ejes ambientales de mar a cerro, la reactivación de los barrios céntricos, la focalización de la recuperación patrimonial y los instrumentos de regulación urbana, tanto en la zonas protegidas como en todas las zonas de la ciudad que afectan al polígono y a la tutela del paisaje cultural en el cual se encuentra inserto, y todo esto, dentro de un mismo plan de consenso.

Por el contrario, después de haberse generado el polígono de protección patrimonial y sus instrumentos asociados, lenta, pero inexorablemente, las autoridades de la época parecieron regresar a la inercia tradicional de la gobernanza urbana, olvidándose de las acciones. Ahora, sin embargo, esa confianza en que un simple trazado en un plano representa por sí solo suficientes garantías de desarrollo y que por arte de magia impulsa las transformaciones anheladas, comienza a diluirse por la fuerza de los hechos.

Ejemplo de ello, también, son los Santuarios de la Naturaleza que se ven invadidos por las tomas, o el caso de las zonas de restricción que son sobrepasadas por el crecimiento urbano y los fenómenos ambientales. El descontrolado avance del incendio de Valparaíso demostró que no porque existiesen zonas de riesgos declaradas en los Instrumentos de Planificación, estas se iban a respetar.

El caso del polígono de protección patrimonial de Valparaíso, más allá de lo acertado del cálculo sostenido por Contraloría, representa un llamado de atención que indica que la política urbana y patrimonial de Valparaíso, no puede seguir siendo sostenida sobre la base de herramientas pasivas, solo de regulación. Ellas son importantes pero ineficaces sin un plan, sin una visión y sin el liderazgo convocante que requiere la concreción de una batería de acciones sobre el territorio. Omisiones que acumuladas por décadas también pueden explicar el resultado de la última elección municipal.

Un plan orientado a la acción continua, socializado y coordinado que permita focalizar inversiones estratégicas e impulsar un conjunto de tareas de distinta naturaleza, en forma complementaria y de manera gradual. En este sentido la comprensión del Patrimonio, como una oportunidad económica requiere de acciones concretas en los barrios tradicionales, en donde destacan la recuperación de espacios públicos, el incremento de los niveles de seguridad, el control social, la mantención de la higiene, la recuperación o demolición de las viviendas abandonadas, expropiaciones y la conducción de la temida gentrificación. Muchas de estas acciones podrán ser impopulares, pero necesarias.

Sería sensato entonces comprender que las soluciones de los diversos problemas en las ciudades no dependen de instrumentos de naturaleza pasiva sino de planes orientados a la acción, con una Institucionalidad que otorgue el soporte a la coordinación de todos los actores. Mientras ello no ocurra, será difícil esperar otra cosa que no sea el deterioro urbano y la formulación de más diagnósticos en vez de la concreción de grandes proyectos. Así, el fracaso de la política del polígono es ya un hecho.

*Integrantes Corporación Metropolítica

Por Macarena Carroza y Marcelo Ruiz *