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Movilidad estudiantil en universidades del CRUV

Se rompe la lógica de la competencia y se sustituye por la lógica que nunca debió perderse que es la de la cooperación.
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En el 47 aniversario del Consejo de Rectores de Valparaíso se suscribió un inédito convenio entre las cuatro universidades que lo componen: a partir de 2017 se iniciará entre ellas un proceso de movilidad estudiantil que no tiene precedentes en Chile. Así, un estudiante de cualquiera de estas instituciones podrá realizar cursos o asignaturas en otra u otras universidades del CRUV.

Entre la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Universidad Técnica Federico Santa María, la Universidad de Valparaíso y la Universidad de Playa Ancha, se inicia a partir del próximo año un rico intercambio de estudiantes, recibiendo cada uno de ellos la experiencia y la riqueza que representa la diversidad, calidad y excelencia de estas instituciones. Iniciaremos esta experiencia con un plan piloto, con algunos cupos y con una reglamentación que establezca procedimientos y requisitos para la materialización de la movilidad, así como para el reconocimiento de los cursos aprobados en la universidad de origen del estudiante.

Valparaíso, ciudad universitaria, es una iniciativa de inmenso potencial. Nuestra ciudad patrimonial tiene todos los requisitos para transformarse en un potente referente en este ámbito. Desde ya la ciudad atrae estudiantes provenientes de otras latitudes, tanto del país y del extranjero, es una de las que más produce en ciencia, tecnología e innovación, ha dado pasos significativos en los temas de la creación, aporta al arte, la cultura, el patrimonio, el medioambiente, entre muchas otras contribuciones.

Abrir las puertas a la movilidad estudiantil se suma a otras importantes iniciativas que se realizan desde este Consejo, entre las que cabe destacar el programa ALERTA, que se focaliza en la prevención del Sida entre estudiantes universitarios y de la enseñanza media, la preocupación por la sustentabilidad ambiental que se realiza a través de una Fundación del CRUV que cuenta con un centro interuniversitario para la sustentabilidad ambiental y un fundo para la investigación y la experimentación de más de 170 hectáreas en Quebrada Verde, Playa Ancha, al que concurren cientos de estudiantes e investigadores de las cuatro universidades del Consejo, para proponer soluciones a los grandes problemas ambientales que tiene el mundo, el país y nuestra región; la Fundación Estudia en Valparaíso que difunde a nuestra ciudad y universidades en Chile y el mundo para atraer nuevos estudiantes que quieran vivir la experiencia de estudiar en Valparaíso, entre muchos otros programas e iniciativas académicas, sociales y culturales que se emprenden cada año.

De esta forma se rompe la lógica de la competencia y se sustituye por la lógica que nunca debió perderse que es la de la cooperación. La promoción y fomento de las redes universitarias es hoy un imperativo para nuestro sistema de educación superior, redes regionales, redes de universidades estatales y públicas, redes del CRUCH son necesarias porque los desafíos que tiene Chile son mayores y deben ser abordados con todas nuestras capacidades y potencialidades.

Patricio Sanhueza V.

Rector Universidad de Valparaíso

Valparaíso; más que el Puerto

Si el T2 se ejecuta con el borde costero fuera del alcance ciudadano, habremos hipotecado el potencial turístico de la ciudad.
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Conciliar la necesaria ampliación del puerto de Valparaíso, coherente con las necesidades productivas y el desarrollo de la ciudad desde una perspectiva amplia, no es fácil. Y tomar atajos suele ser atractivo, pero erróneamente transforma la discusión de la ampliación del puerto en blanco o negro, en todo o nada.

Cabe como antecedente reconocer la decadencia y abandono sostenido del barrio puerto. Este muestra que la actividad portuaria ya no es más capaz de sostener por sí sola el alicaído barrio, y menos podrá hacerlo con el resto de la ciudad. Y ello tiene poca vuelta, pues el menor efecto en el empleo es producto de la tecnificación, planificación y mecanización, que conlleva rapidez en las descargas, y que se traduce en que los tripulantes raramente bajen a tierra.

Las recientes declaraciones del expresidente Ricardo Lagos a El Mercurio de Valparaíso, refuerzan nuestra convicción que el futuro de la ciudad estará sujeto a lo que resulte de este momento. Si el T2 se ejecuta con el borde costero fuera del alcance ciudadano, habremos hipotecado el potencial turístico de la ciudad e incluso, comprometeremos un desarrollo más profundo, como centro de educación y cultura, que nos atinge directamente. Aun en el escenario que las empresas costearan la restauración de la zona protegida, es imposible descartar una recaída en la decadencia.

Valparaíso debe combinar su antigua vocación con las posibilidades que ofrece su riqueza patrimonial y que pueden sustentar un renovado esplendor. La sostenibilidad de un patrimonio cuidado se refuerza con el impulso que tiene la ciudad como centro de educación universitaria y técnico profesional, hoy con más de 50.000 alumnos. Se refuerza porque la educación y la cultura son tan propios de la ciudad, como el mismo puerto.

Cuando DuocUC apostó por Valparaíso, restauró un edifico con orden de demolición, y apostó por crear la mayor Escuela de Turismo y Gastronomía de la región con increíble acierto. Creó la primera carrera de Restauración Patrimonial del país, trayendo especialistas italianos para formar las primeras generaciones. Contra todo pronóstico, ese nuevo edificio ha iluminado el barrio, a sus alumnos, a la comunidad, mostrando un promisorio resplandor para la ciudad.

Pero tampoco esto significa descartar el desarrollo del puerto. Propender a un desarrollo inclusivo, amplio, y cumplir el compromiso del Estado y la declaratoria del casco barrio puerto como patrimonio de la humanidad, requieren evaluar alternativas de ampliación del puerto, que devuelvan a Valparaíso el esplendor que tuvo y no lo sepulten para siempre.

La modificación del proyecto no puede ser vista como una derrota, sino como una oportunidad de inclusión a los ciudadanos, y a otras actividades como el turismo y la educación que hoy sostienen y son tan importantes para la ciudad, como el mismo puerto.

Daniela Pecchenino

Directora General de Operaciones Duoc UC

Ricardo Paredes

Rector Duoc UC

¿Todos somos #Valparaíso?

¿No sería sano comenzar a preguntarnos cuánto de cierto (y cuánto no) existe en las diversas campañas de desacreditación que hay en nuestra Región?
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Como nunca, la agenda de los políticos y líderes de opinión a nivel nacional y mundial coincidió ayer con los nuevos límites y necesidades de esa revolución multisistémica que representa el fenómeno de Internet. Ejemplos sobran: el ex Presidente y actual embajador extraordinario plenipotenciario en Misión Especial para el Asia Pacífico, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, relevando el acuerdo binacional para la unión de Chile y China a través de una fibra óptica transoceánica de 19 mil kilómetros, que conectaría a los gigantes asiáticos con Isla de Pascua, el archipiélago de Juan Fernández y Valparaíso. A continuación, el reconocido crítico literario Pedro Gandolfo exigiendo un acceso igualitario a la red de redes como política de gobierno; el presidente norteamericano, Barack Obama, responsabilizando de los hackeos electorales a la Rusia de Vladimir Putin y exigiendo de vuelta su dron capturado por la armada china en el Mar del Sur; o la Asamblea Nacional de Tailandia endureciendo su control a Internet. Así, mientras también nos enteramos de que Facebook "declara la guerra" a las noticias falsas en su plataforma, bajo el sugerente epígrafe de la palabra del año, Posverdad, el embajador mexicano en Washington, Arturo Sarukhán, publica en la cadena de Grupo de Diarios de América (GDA), integrada -entre otros- por El Mercurio de Santiago y La Nación de Buenos Aires, un más que lúcido ensayo titulado "El poder del #", en el cual establece el cambio de paradigma representado por Internet (desde la compra de productos hasta la búsqueda de parejas, incluyendo revoluciones nacionales, terrorismo a gran escala y guerras cibernéticas) y los riesgos de un nuevo fenómeno, potenciado por trolls, bots, periodistas crédulos (u holgazanes) y receptores ingenuos: lo que hoy se llama astroturfing, bautizado así por la firma norteamericana de césped sintético AstroTurf, que asimila pasto real, pero que -obviamente- no lo es. De esta forma, explica Sarukhán, no es difícil hacer pasar el rechazo a un individuo, a un proyecto o incluso a un gobierno, como un ficticio y masivo clamor popular a partir de la viralización de realidades exageradas, distorsionadas o, incluso, falsas.

Por lo mismo, y sólo a modo de reflexión antes de que se inaugure la monumental fibra óptica del ex Presidente Frei, ¿no sería sano comenzar a preguntarnos cuánto de cierto (y cuánto no) existe en las diversas campañas de desacreditación que hay en nuestra Región y que van desde la oposición (con tremendismo) de ideas políticas particulares hasta la feroz resistencia a proyectos inmobiliarios, energéticos o de infraestructura?

La respuesta, cómo no, podría sorprendernos.