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ENTREVISTA. RODRIGO MIRANDA, sacerdote quilpueíno que vivió tres años en la ciudad siria:

"En Alepo la gente vive bajo enfrentamientos continuos, las 24 horas del día, todas las semanas"

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Tábatha Guerra

Rodrigo Miranda llegó a los 11 años al apacible barrio de Belloto Sur, en Quilpué, pero lo que menos quería era una vida tranquila. Tras egresar del Liceo Juan XXIII, decidió unirse a la congregación argentina Instituto del Verbo Encarnado, dedicada a misionar en más de 40 países.

Luego de ser ordenado sacerdote en 2006 y, como él mismo confiesa, "sin haber hecho ni una sola misa en Quilpué", fue destinado a la histórica ciudad de Belén, en Palestina. Así emprendió un largo viaje de evangelización por Jordania, la Franja de Gaza y Egipto, lugar donde fue vecino de una facción del grupo terrorista Al Qaeda: "Todas las semanas amenazaban con matar a los infieles, que éramos nosotros, los cristianos", confiesa. Continuando con su periplo, en 2011 arribó a Alepo, capital económica de Siria y que esta semana acaparó portadas luego de ser mencionada por el asesino del embajador ruso en Turquía, quien declaró que el hecho era "en venganza por Alepo".

Desde Roma, donde actualmente reside, el "Padre Rodrigo", como prefiere que lo llamen, explica cómo fue vivir tres años en medio de los bombardeos, las muertes y el miedo. "Yo me fui, pero en Siria siguen sufriendo", exclama.

- ¿Qué le pareció Siria y Alepo cuando llegó?

- Cuando llegué, Alepo era una ciudad espectacular y muy moderna. Era un lugar muy rico en todo sentido, porque Alepo es la capital comercial, industrial y cultural no sólo de Siria, sino de toda la costa oriental mediterránea. Es una ciudad de 20 mil años de antigüedad, con 2,5 millones de habitantes y que antiguamente fue el paso comercial obligado de todo Oriente, hasta la construcción del canal de Suez en el siglo XIX. Por eso siempre estaba repleta de turistas, de mucha cultura y con un gran desarrollo académico gracias a los estudios arqueológicos. Así era Alepo cuando llegué, un lugar de completa paz.

- ¿Cuándo se produce el cambio a lo que hoy conocemos?

- Cuando comenzó el conflicto en Siria, aproximadamente en marzo de 2011. Ocho meses después, en noviembre, los conflictos más duros llegaron a Alepo, a un nivel tal que en enero de 2012 la ciudad se sitió, quedando cerrada completamente hasta 2013. Cuando llegué a Siria la gente me decía que estuviera tranquilo, porque lo que ocurría en otros países árabes jamás sucedería allá, porque eran muy distintos. Esa creencia duró prácticamente nada porque desde que comenzó el conflicto todo fue muy violento, no hubo una escala gradual de violencia, como a veces ocurre en otras guerras.

- ¿Cómo era vivir en una ciudad sitiada?

- Fue duro, porque pasé de una ciudad culturalmente rica, con vida social y mucha seguridad, a una con ataques muy violentos, bombardeos, tiroteos y secuestros. Desde el inicio del conflicto, y como cristiano, fui testigo de cómo nuestra comunidad empezaba a ser atacada y perdíamos gente. Esa vida no tiene nada que ver con lo que conoció el mundo, al que le mostraron que las manifestaciones contra el régimen eran pacíficas y organizadas por supuestos grupos moderados. Eso yo nunca lo vi. Todo siempre fue violento, desde el inicio.

- ¿Cómo se adaptó a vivir en una ciudad como Alepo, en medio de la guerra?

- Como todo partió muy rápido y empezó a cambiar tuvimos que estar muy atentos, empezamos a preguntar a los vecinos que llevaban más tiempo viviendo allá, tratando de averiguar qué sucedía en otras ciudades y si nuestra realidad era similar o había algún sitio con más tranquilidad. Lamentablemente, no tardamos mucho en descubrir que los enfrentamientos eran iguales o peores que en Alepo.

- ¿Cómo era un día cotidiano en Alepo?

- En Alepo la gente vive bajo enfrentamientos continuos, las 24 horas del día, todas las semanas. Desde el 2011 y hasta hoy la ciudad no ha tenido jamás un momento de tranquilidad.

- ¿Ni siquiera en los momentos de oración?

- El único momento significativo de paz ocurría los viernes, el día en que los musulmanes acuden a rezar a la mezquita. Pero esa tregua duraba muy poco, porque después de la oración algunos musulmanes de Alepo salían más violentos que nunca.

- Con bombardeos y ataques constantes, ¿cómo obtiene la población los servicios básicos para la vida, como agua, luz o comida?

- En Alepo hay muy poco acceso a los suministros básicos. La ciudad dispone de una hora de electricidad cada tres días, o a veces hasta una semana. La población recibe agua cada 15 días y sólo durante dos horas.

- ¿Qué medidas de seguridad eran cotidianas en su vida en Alepo?

- Desde que partió el conflicto la ciudad siempre ha estado en peligro. Al principio pasamos meses sin salir a la calle, por miedo a los bombardeos. Hubo un tiempo en que incluso vivíamos a dos pisos bajo tierra, porque la superficie no era segura.

-¿Se ha detenido la vida en Alepo y Siria producto de la guerra?

- Al contrario de lo que uno puede pensar, los sirios tienen una particular fuerza y sólo hubo un momento en que se cerraron escuelas y universidades, pero la parte comercial y administrativa siempre ha funcionado. Y sólo unos meses después del inicio del conflicto los centros educacionales volvieron a abrir y hoy funcionan normalmente. Claramente, tomamos precauciones los primeros meses, pero cuando pasan los años y la guerra no acaba, la vida tiene que seguir y hay que levantarse.

- De todas sus experiencias en Alepo, ¿hay alguna que le haya marcado por sobre otras?

- Uno de mis feligreses fue secuestrado y torturado por unos compañeros de trabajo que eran musulmanes extremistas. El hombre saltó de un segundo piso para salvarse y sólo se quebró la pelvis y el fémur. Otro hecho impactante fue un bombardeo a 50 metros de la catedral de Alepo, donde murieron muchos cristianos.

- ¿Estaba preparado para una guerra de esa magnitud?

- Yo estudié para ser cura, ni siquiera hice el servicio militar, así que siempre creí que no estaba preparado para una situación así. Pero después me convencí de que nadie está preparado para una guerra, ni siquiera los militares. En Medio Oriente dejé muchos amigos militares, sobre todo porque trabajé cerca de Irak e incluso ellos confiesan que una guerra siempre es violenta y destructiva y que nunca estaremos preparados.

- ¿Cómo reaccionó su familia cuando estalló la guerra en Siria y usted vivía en Alepo?

- Es un tema complicado, porque el de la vocación soy yo, no ellos, así que nos les puedo exigir comprensión. Mi familia se enteró bien de lo que pasaba en Siria recién en 2014, cuando regresé a Chile. Mientras estuve allá no pudimos hablar mucho, algunas veces los llamaba semanalmente, pero llegamos a estar incomunicados hasta seis meses.

- ¿Por qué se fue de Siria y llegó a Roma?

- Porque mi congregación lo quiso así, pero ahora en Europa sigo trabajando en el bienestar de Medio Oriente. Desde 2014 he hecho más de 150 conferencias en todo el hemisferio norte para dar a conocer la realidad del conflicto sirio. También fui invitado como testigo a las Naciones Unidas, para conseguir que se reconozca el genocidio en contra de los cristianos.

- ¿Le gustaría volver a Siria?

- Es una opción. Volver a Siria y al mundo árabe en general es una opción y me gustaría. Los años en Medio Oriente, y en especial en la guerra, fueron los que realmente me formaron como sacerdote. Allá aprendí a ser responsable, serio y -como dijo Jesús- a dar la vida por los amigos.

"Alepo dispone de una hora de electricidad cada tres días, o a veces hasta una semana. La población recibe agua cada 15 días y sólo durante dos horas" "Al principio pasamos meses sin salir a la calle, por miedo a los bombardeos. Hubo un tiempo en que incluso vivíamos a dos pisos bajo tierra, porque la superficie no era segura""

"Al mundo le mostraron que las manifestaciones contra el régimen eran pacíficas y organizadas por supuestos grupos moderados. Eso yo nunca lo vi. Todo siempre fue violento, desde el inicio" "Uno de mis feligreses fue secuestrado y torturado por unos compañeros de trabajo que eran musulmanes extremistas. El hombre saltó de un segundo piso para salvarse y sólo se quebró la pelvis y el fémur""