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Valparaíso y la migración

Más allá de si debe alentarse, restringirse o prohibirse la inmigración, lo que debe existir, citando nuevamente a Alberdi, es una ley acorde con las necesidades del Estado chileno en el siglo XXI.
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La migración puede servir de termómetro para saber el estado de un país o una ciudad. Pese a las voces pesimistas que señalan que Chile está en crisis y que su economía, en retroceso, la realidad indica que sigue siendo más gente la que ingresa que la que parte al exterior.

Valparaíso no puede estar indiferente a este proceso, considerando que fue una de las ciudades más beneficiadas por la inmigración durante el siglo XIX. Desde la independencia en adelante, se transformó en un foco de atracción para británicos, franceses, alemanes, italianos y argentinos, por nombrar a los más influyentes.

La modernización de la economía con la llegada de las casas comerciales, bancos e instrumentos crediticios, los cuarteles de bomberos, la prensa, los colegios, el deporte moderno, que incluía el tenis, la hípica y el fútbol, etc., todas fueron influencias que llegaron por barco desde Europa y que marcaron a fuego a una sociedad porteña que, a fines del siglo XIX, se daba el lujo de mirar con desdén a la aristocracia capitalina.

Fue precisamente un argentino, Juan Bautista Alberdi, quien a través de las páginas de El Mercurio y de El Comercio, ambos medios publicados en Valparaíso, trató de crear conciencia en las autoridades de la necesidad que tenían los países latinoamericanos de favorecer la inmigración a través de un política clara y permanente. No es necesario atraer, sino que traer gente de afuera, decía el trasandino. Alberdi encontró en Valparaíso un medio donde podía expresar libremente sus ideas y donde construyó la base teórica que dio vida a la Constitución argentina.

Los beneficios de la inmigración europea en el puerto eran suficientes para que el argentino justificara, incluso, la necesidad de crear un periódico para hablar exclusivamente de inmigración: "Toda la prensa actual debiera formar una liga poderosa para servir a esta gran cuestión de vida o muerte para la América del sur", insistía Alberdi a mediados del siglo XIX.

La llegada de extranjeros debía ajustarse a las necesidades de los países latinoamericanos en el contexto del siglo XIX. Sólo de esa forma la inmigración podía ser positiva para América y para los europeos que llegaban.

Los inmigrantes eran claves para colonizar y aprovechar el territorio que estaba prácticamente perdido en gran parte de Sudamérica. No tenía sentido, afirmaba Alberdi, que se instalaran en ciudades donde había ganancia abundante y fácil.

Después de más de ciento cincuenta años, el tema de la inmigración en Chile ha vuelto a surgir a raíz de la llegada de peruanos, colombianos y ahora último, haitianos. Valparaíso, en un contexto bastante menos auspicioso que con el que se encontró Alberdi, también ha comenzado a recibir una nueva oleada de extranjeros.

Más allá de si debe alentarse, restringirse o prohibirse la inmigración, lo que debe existir, citando nuevamente a Alberdi, es una ley acorde con las necesidades del Estado chileno en el siglo XXI. Una ley que a su juicio debía "ser concebida y basada con coraje y audacia. Es decisiva de la suerte de Chile". Sólo de esa forma la inmigración puede constituir un beneficio tanto para quienes la reciben, como para quienes llegan.

* Doctor en Historia, Universidad Adolfo Ibáñez

Por Gonzalo Serrano del Pozo *