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Crónica de una postergación

La ausencia de recursos para los estudios de la extensión del Metro a Quillota y La Calera vuelve a ser otro bofetazo en las ilusiones de la población. Aunque suene a queja repetida y a lugar común, el centralismo ha vuelto a imponerse con su clásica prepotencia de antaño.
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Por intermedio de una deslavada filtración, la Región de Valparaíso se enteró este fin de semana de que la empresa Merval, dependiente de EFE, no tiene los recursos necesarios para los estudios de ingeniería indispensables para la anunciada extensión del Metro a Quillota y La Calera, cuya "rentabilidad social" (qué término más manoseado ése) había sido anunciado con bombos y platillos por el intendente regional, Gabriel Aldoney, el pasado 21 de octubre, apenas dos días antes de las elecciones municipales. ¡Vaya coincidencia! En esa misma oportunidad se especificó también que la extensión incorporaría al sistema a 14 millones de pasajeros, quienes verían un ahorro de hasta 80 minutos en sus viajes. Esto se haría por intermedio de una alianza público-privada, que financiaría la construcción de de 26 kilómetros en tres vías, dos para pasajeros y una para carga. Esta vez quien dio la cara fue el presidente del directorio de Merval y de EFE, el exministro Germán Correa, quien lamentó admitir que no están los 3 mil millones de pesos que cuestan los citados estudios, tras el fuerte recorte presupuestario anunciado por Hacienda, que privilegió otros proyectos.

Según el propio Correa, existiría la posibilidad de que el Gobierno Regional pueda aportar una parte de la suma necesaria, pero tampoco parece una opción muy válida, más aún después del último recorte presupuestario del FNDR, que redirigió 2.800 millones de pesos del presupuesto regional a la zona centro-sur del país, devastada tras los incendios de febrero.

Lamentablemente, tal como bien lo sabe la gente de Marga Marga, cuyo hospital volvió a atrasarse después de que se declarara desierta la licitación, comenzamos a acostumbrarnos a las postergaciones, más aún en proyectos como éste -anunciado en los tiempos del gobierno de Ricardo Lagos Escobar-, que tanta ilusión generaron en la población de la zona interior y cuya concreción fue empujada por distintos estamentos regionales.

Precisamente, hoy es cuando vuelve a recordarse también el principal eje estructural de compromisos que estableció hace más de un año la anteriormente tan influyente Fundación P!ensa, cuando definió la conectividad como objetivo unívoco de su gestión. ¿Por qué no escuchamos sus quejas hoy, cuando las esperanzas se hacen añicos?

Aunque suene a queja repetida y a lugar común, el centralismo ha vuelto a imponerse con su clásica prepotencia de antaño, la misma que tiene -pese a la voluntad presidencial de que fuera una realidad durante este año- tambaleando el proyecto de elección de gobernadores regionales.

En días como estos, cuando el vicepresidente del Consejo de Rectores habla derechamente de ineptitud, fracaso y derroche de recursos en la Reforma Educacional (se refiere al diseño, no a los principios que sustentan la gratuidad), es cuando la Región se repregunta por qué las decisiones no pueden ser radicadas aquí en vez de la capital del reino.

Se nos apareció marzo

Nuestro país enfrenta desafíos serios y reales en un mundo complejo, quizás como nunca antes en su historia.
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La situación política con la que nos encuentra marzo es ciertamente lamentable. Por un lado, y con el telón de fondo de un profundo desprestigio institucional, los partidos políticos inician un año electoral con un potencial desastre representado por el refichaje de militantes y las implicancias que eso puede tener para diversos pre candidatos presidenciales. Los escándalos de financiamiento sacuden a ambas coaliciones mayores y la expansión de la escándalo financiero del PT brasilero ya comienza a llegar a Chile.

Para peor, la situación económica se ve realmente mal, y más allá de la letanía de profecías de inminentes recuperaciones mágicas bajo diversas metáforas, que van desde brotes verdes a nuevos vientos, el hecho es que hay indicadores que señalan que los problemas se están convirtiendo en estructurales. Pérdidas brutales de posición en competitividad minera, productividad, expectativas, nos arriesgan a una situación en que un mero cambio de Gobierno baste para recuperar, mágicamente, la prosperidad.

Qué decir de los desafíos que impone la globalización y que se aparecen sin siquiera haber sido debatidos localmente como la migración, la interdependencia compleja en el plano político y económico o la demanda de mayor participación nacional en procesos globales a los cuales, más allá de nuestra propia percepción de lejanía y aislamiento, seremos requeridos de forma creciente en el futuro. Chile no puede seguirse escudando en que es "pequeño y lejano" cuando a la vez presume de ser miembro de la OCDE y participante de redes comerciales globales como la APEC y sus vinculaciones regionales como la Alianza del Pacifico. Más aun, la liquidez dela situación política sudamericana implica nuevos desafíos. Un Brasil que no consigue superar su crisis política, una Argentina que no termina de despegar y, claro, las dudas que suscita la administración Trump en los Estados Unidos.

Nuestro país enfrenta desafíos serios y reales en un mundo complejo, quizás como nunca antes en su historia. Y nos sorprende en un momento de crisis interna.

En esencia, ya no es cuestionable que Chile cayo de forma completa en la famosa trampa de los países de ingreso medio. Comenzó a planificar y definir sus problemas y soluciones sobre una plataforma de prosperidad que no había sido aún alcanzada y a gastar dinero que, realmente, Chile no tiene aún. La promesa de gratuidad universal universitaria contrasta brutalmente con el desastre en la gestión de servicios como el SENAME o la ineficiencia que muestra el Ministerio de Salud.

En una escena así, el principal desafío de cualquier liderazgo que aspire a la Presidencia o a un cargo de elección comienza por sincerar la situación; que a Chile se le vienen varios años de austeridad y seriedad. Que antes de volver a gastar va a haber que ordenar las cuentas y pagar los dispendios que, con mayor o menor seriedad fueron gastados o comprometidos. Chile debe de asumir que no es un país desarrollado y, por tanto, no puede gastar o compararse con uno. Quizás los candidatos que sinceren eso, tengan mejor fortuna que aquellos que insisten en vender el humo de una prosperidad irreal. Este es el momento para que surjan ideas y propuestas serias.

Fernando Wilson L.

Profesor Facultad de Artes Liberales, UAI

Constructores de muros

A veces creemos que otros son los constructores de muros y no nosotros mismos. Como si cada uno no fuese albañil de muros.
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Si hacemos el ejercicio de construir una lista de palabras dominantes de la conversación, de los escritos e ingrediente principal de las redes sociales, encontraremos que la palabra muro acompaña a las decenas que reflejan los tiempos actuales. Decenas que tienen una dinámica, algunas desaparecen lenta o rápidamente, otras ganan una posición abrupta o sutilmente. Algunas se incorporan espontáneamente, otras son empujadas al estrado por intereses variados, nobles y otros más utilitarios.

Su "existencia" tiene duración variada, pero generalmente prima bastante lo efímero, como pasa en tantos aspectos de la vida actual en que el descarte gana estatus de valor. Muro está presente desde lejos y desde dentro, mucho impulso le da la actual política estadounidense, aunque para ser justos también la caída de un muro representó la unión de mundos, cuando un mismo pueblo separado vuelve a ser uno nuevamente.

Tal vez nadie está exento de usar la palabra en una gama de significados que superan el sentido del muro concreto. Más bien el muro nos sirve para la metáfora, la parábola, la analogía. A veces creemos que otros son los constructores de muros y no nosotros mismos. Como si cada uno no fuese albañil de muros. Parece razonable afirmar que una explicación de su existencia es defensiva: evitar la invasión o ingreso desde el exterior como las antiguas y nuevas murallas. También evitar que los que están dentro puedan dejar su lugar, privándoles de la libertad de movimiento. La libertad es tocada por estos ladrillos. El miedo explícito u oculto subyace en los constructores. También hay muros invisibles y efectivos que pueden enceguecer impidiendo ver desde otro ángulo la realidad.

También algunos pueden rodearse de un muro para decir que son diferentes a otros, que no son como los otros. Da la impresión que ello sucede en el mundo político, donde el muro invisible -pero declarado- certifica la condición de impoluto. Afuera están todos aquellos coludidos en las malas prácticas. Adentro los que representan el nuevo mundo. Hay muros generacionales, donde desde cada lado se ve la desventaja del otro. La experiencia despreciada por inútil e ineficaz para alcanzar el paraíso. La inexperiencia como riesgo destructivo de lo alcanzado. Más aún, a un lado pueden haber viejos-jóvenes que han aprendido de sus errores y al otro jóvenes-viejos que van al futuro abrazados a los errores del pasado.

Otros muros son necesarios como las barreras sanitarias que cuidan de la salud de un pueblo, controlan las pandemias, protegen la agricultura de las pestes que cruzan las fronteras desde el aire, desde el mar y desde la tierra. Muros que tratan de impedir la destrucción de las personas por el ingreso de la droga que corrompe todo y mata el espíritu. Muros que contienen las aguas y las guían, que ponen resistencia a las avalanchas que traen muerte y destrucción. Muros que son morada para la persona para convivir con la naturaleza y bajo ese techo hacer su familia y cultivar los valores que sostienen la humanidad. Muros que soportan los puentes para transitar al encuentro de la hermandad y el progreso. Muros para sentarse a mirar el amanecer y el atardecer de hoy.

Bernardo Donoso Riveros

Profesor PUCV