¡Atención! Se avanza en el plan de destrucción de la Casa d'Italia. Los sueños de los inmigrantes, principalmente lígures, ya no están, la Casa se convirtió en una rentable inmobiliaria. El hipotético escenario será difícil, en poco tiempo veremos la retroexcavadora en acción, la Casa se defenderá con los últimos latidos y la escasa energía de los descendientes italianos de una colonia debilitada en el tiempo.
La Casa mostrará su sangre y esqueleto italiano, pondrán unos paneles para que el espectáculo sea privado. Se izará la bandera del desarrollo, del trabajo que estos proyectos generan, del crecimiento económico. La Casa se destruirá con abrumadora rapidez, en un par de días quedará el espacio baldío a la espera de las grúas, los sacos de cemento, y algunos brindarán por el éxito alcanzado, señalando a quienes la defendimos con adjetivos despectivos, por atentar contra el derecho de la "propiedad privada".
¿Cómo pudo un bien común de Viña del Mar, la sede de una de las instituciones más prestigiosas, convertirse en bien particular? Son los curiosos e incomprensibles vericuetos de la ley, que olvida lo más importante, el espíritu de la norma. Hoy, lo que perteneció a una comunidad es un conjunto de acciones de unos pocos propietarios, el bien común se expropió para convertirlo en bien privado, y con ello se priva a la comunidad de su identidad y pertenencia.
La Casa, en la debacle de su vida, perecerá sin dejar vestigio. Se cumplirá la inexorable voluntad de su destrucción, un grupo de silentes testigos sabrán en su conciencia que lo que se hace es lamentable, que habrá muchas voces que entrarán en el debate, autoridades que caminarán de Ministerio a Ministerio y hablarán de la Casa d'Italia. ¿Cómo no hacerlo? ¡Qué tristeza! ¡No se pudo hacer nada! ¡Es el destino de nuestro tiempo! También será el sentir de la conciencia de aquellos que dejaron pasar y no escucharon la voluntad de la comunidad.
Aparecerán las cañerías, los tabiques, los desagües, las frases afectadas de muchos que podrán imaginar como las máquinas atropellan la historia y convierten la Casa en un recuerdo. Quedará también en la memoria que se trataba de una construcción hermana con el Palacio Presidencial del Cerro Castillo, obras del mismo arquitecto, Luis Browne Uqwhart.
Si se llega a ese escenario, recomiendo que cuiden las rejas, son muy hermosas y significativas, aprovéchenlas, denle un buen uso privado a lo que fue de todos. Por las puertas pasaron Alma y Marina, Albino y Mario, y muchas generaciones y familias de italianos, y chilenos, viñamarinos, porteños, que erróneamente nos sentimos cautivados por la Casa d'Italia, por la Societá Dante Alighieri y su cultura. ¿Para qué? Para sufrir con el dolor intenso de su barbárica e irremisible destrucción. Esto es aún hipotético, la comunidad tiene mucho por hacer y defender, para evitar que la retroexcavadora borre la presencia de la aún patrimonial Casa D'Italia.
Jorge Salomó Flores
Máster en Historia