Por motivos personales, tuve ocasión de vivir cómo tratan a los adultos mayores en nuestros servicios de salud. Un familiar que sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV), primero no fue diagnosticado por el servicio de emergencias al que estaba suscrito y después sufrió el abandono en Urgencias del hospital.
Desde que se llegó a Urgencias se tuvo una espera relativa, hasta que la atendieron. Diagnóstico, un ACV. Hasta aquí ratificaba experiencias con servicios públicos: mala hotelería y buen desempeño profesional. Después los exámenes, scanner y esperar. Sólo una interna la atendió, nunca un médico. Tras 12 horas fue internada en el pasillo de emergencias. Al par de horas estaba semi-paralizada y sin habla. Nadie daba una razón.
Mucha gente se acercó a contarme historias similares, con gente "vieja" de 60, 70, 80 y más años. Y así sigue, médicos tomando decisiones de vida o muerte, de aplicar tratamiento, o no, por sobre los pacientes y las familias. ¿Y el respeto a la vida? ¿El libre albedrío?, ¿Dónde quedó el juramento Hipocrático? No para la gente mayor.
Habría una concepción de que la vida de un anciano ya no tiene valor. El trabajar con pocos recursos siempre ha sido una realidad en el sistema público, pero la atención era de calidad y humana. La eficacia de la gestión está en cumplir con el objetivo de la organización. En salud es salvar vidas o lograr un estado relativamente sano. En mi opinión, nuestro sistema olvidó la importancia de la vida, a cualquier edad. Un tema que va mucho más allá de la "escasez" de recursos.
Escuela de Negocios y
Economía PUCV
ANA MARÍA VALLINA, PHD
Académica Escuela de Negocios y Economía, PUCV
ana.vallina@pucv.cl