Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Cartelera y Tv
  • Vida Social
  • Espectáculos
  • Clasificados

La Decoración Interna

E-mail Compartir

Tomé la decisión urgente de redecorar mi casa, aunque mejor debiera decir, me impuse la necesidad imperiosa de reordenar mi espacio habitacional y construirle otra imagen. Lo asumo como una tarea de recomposición o rediseño personal, porque se trata no sólo de un espacio doméstico, sino también de trabajo. Es, además, una estrategia de sobrevivencia sicológica.

¿A quién le podría interesar una decisión particular y sin relevancia pública? Una respuesta posible es que la vida de los otros puede ser objeto de interés y, por lo tanto, de ser observada y relatada. Para eso existe la novela (y el cine) y el periodismo de farándula, en donde un cierto "otro" es objeto de mirada voyerista por una población ávida de tener a la mano conductas o modelos que reproducir o imitar, o simplemente por ver placenteramente la descomposición de otro que no soy yo.

En este caso es algo muy interno e individual, aunque igual me estoy dejando asesorar por una amiga que entiende del asunto. Todavía la palabra decoración tiene un dejo de peyorativo, como de algo falso, cuando es la máscara o la cosmética necesaria de toda ocupación del espacio habitacional. El proyecto debiera ser radical en el sentido de comprometer una de las clave del sujeto, su zona de habitabilidad (y de trabajo).

Todo esto surgió de modo obsesivo luego de que unos ladrones entraron a mi casa; y no sólo me robaron objetos valiosos, sino que ese acto de violencia criminal implicó un desorden interno, porque la violación de morada lo es. Y aunque en esa ocasión no había nadie, se produce un quiebre en los sistemas de defensa del sujeto, uno se siente más vulnerable. Esa invasión gratuita y arbitraria de la intimidad te enferma. Es, entonces, un acto de justicia y de seguridad hacia uno mismo, porque además está la impunidad total y absoluta de una acción recurrente que, en nuestro ordenamiento institucional y en nuestra vida cotidiana, está desbocada.

También es porque hay un cambio estacional. En ese sentido no voy a utilizar el modelo del retail, tampoco el del alternativismo hippie o artesanal. Aunque sí estoy optando, no lo puedo negar, por lo minimal, incluso debo asumir que todo esto lo hago en un contexto de pobreza y de precariedad, estética y materialmente determinada (siempre me gustó el arte povera). Lo concreto es que no hay muchos recursos.

Hay un tema con los objetos, con la luz natural (y la otra) y con el uso del espacio en el orden doméstico. Y por cierto una especie de feng shui personal. El arreglo del ambiente propio es clave para el equilibrio y la armonía del sujeto, más aún, es una obra en sí misma. Además, como siempre dice un amigo, el modo cómo está ordenada una casa, los objetos que contiene y su disposición, habla mucho de la persona que la habita. Es decir, es un tema de cultura.

Y una manera de luchar contra mi propio desorden interno es tratar de ordenar el espacio en que habito, como un modo de mejorar la performance o mi comparecencia en el mundo.

Uno de los problemas complicados a enfrentar cuando se toma una decisión como esta, es cómo botar todo aquello del cual hay que, necesariamente, deshacerse. Eso cuesta mucho. Uno acumula compulsivamente cosas pequeñas que ocupan mucho espacio, lo que implica toda una toma de decisiones. Y en esa circunstancia hay que pedir ayuda.

Luego viene una etapa analítica muy potente que tiene que ver con la separación de cuatro o cinco espacios fundamentales, para darle su impronta propia a cada uno de ellos, se trata de la cocina, del baño, del living comedor y del cuarto para dormir, ese que en Chile llamamos pieza. También habría que agregar una necesidad imperiosa, la de conseguir más anaqueles o estantes para los libros que hay que distribuir por toda la casa.

Quiero renunciar a poner pinturas o gráfica afichística en los muros. Tampoco quiero plantas de interior ni mesas de centro y menos grandes sillones. Quiero que haya objetos precisos sin mayor pretensión. Lo que sí tengo claro es que no es un tema meramente personal, a pesar de que vivo prácticamente solo, porque renuncio a creer o pensar que una decisión como esa es estrictamente individual. Uno es una entidad colectiva, por lo tanto esto depende de diálogos, decisiones y procesos de observación, ya sea con profesionales y con las amistades, todo muy determinado por el ensayo y error, por la duda y por la ambigüedad permanente.

Marcelo Mellado

Escritor. Autor de "Humillaciones"

y "La batalla de Placilla".