No sólo importantes, sino que también necesarios son los encuentros entre la autoridad y diversos sectores del área privada. Por eso es un positivo avance el acercamiento entre la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) y el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, tras sucesivas diferencias derivadas de medidas adoptadas por el jefe comunal que han frenado emprendimientos inmobiliarios.
Entre estos se encuentra una edificación en Barón, con un 60% de avance, el proyecto del Parque Pümpin y una iniciativa en un predio del cerro Alegre.
Se supone que la Municipalidad al adoptar medidas restrictivas busca preservar el entorno urbano, el medioambiente y cautelar la calidad de vida de los residentes tradicionales y de sus barrios. Algunas de las diferencias puntuales ya han entrado al plano judicial, lo que significa demoras y fallos que, eventualmente, pueden anular las resoluciones municipales, afectando su precario patrimonio.
Más allá de conflictos puntuales y acuerdos sobre aspectos concretos, lo que importa es avanzar en una normativa que evite futuras diferencias y dé garantías a la ciudad, sus valores urbanos tradicionales, sus habitantes y la inversión.
Ello se puede lograr a través de un plan regulador comunal que no deje espacios a la discrecionalidad ni a los fundamentalismos que no ayudan a la conservación ni tampoco a la renovación.
En esa dirección hay un avance en el ánimo de Sharp al afirmar que "el deber del gobierno local es garantizar la participación de todos los actores con transparencia y sin conflicto de intereses y yo creo que la CChC está en esa disposición".
En tanto, Juan Vicuña, presidente local de los empresarios de la construcción, destacó la importancia de lograr puntos de encuentro y "sobre todo planificar la ciudad para los próximo cincuenta años".
Esta buena disposición inicial se debe mantener en el tiempo con el objetivo final de concretar un trabajo conjunto, efectivamente convocante, evitando satanizar los proyectos y las inversiones, considerando que siempre las iniciativas son perfectibles. Y lo anterior dice relación no únicamente con el desarrollo inmobiliario, sino que además con propuestas portuarias y del borde costero en general.
Valparaíso no se puede convertir en "ciudad boutique", excluyente, con despoblamiento de sus habitantes tradicionales, ni tampoco en una suerte de oficina salitrera en paulatino desmantelamiento, como viene ocurriendo con sectores de El Almendral.
Valparaíso, con inversión pública y privada, debe seguir siendo una ciudad viva, renovada, con historia, pero también con futuro. Y en esa tarea hay espacios para todos.