El dramático caso de un niño de 3 años baleado en un jardín infantil de la comuna de Limache nos advierte que el poder de fuego de la delincuencia no sólo está presente en poblaciones "problemáticas" de la capital, sino que también golpea con fuerza a comunidades supuestamente tranquilas y seguras. Así, esos "colegios blindados" que a veces muestra la televisión y los ejercicios preventivos ante balaceras que se realizan en esos establecimientos capitalinos, no son exageraciones.
Pero lo peor sería acostumbrarnos a vivir en ese ambiente donde la delincuencia conduce a permanente temor, a tensa desconfianza, a lógica inquietud por la autoprotección que va desde rejas y alarmas hasta la posesión de armas de fuego.
Se barajan cifras y se muestran índices, algo así como las variaciones del IPC. Y esos números sobre los ilícitos pasan a ser parte de la campaña electoral. Y es lógico que así sea, pues tras los números hay bienes en riesgo y, lo peor, personas que pierden la vida. Daño irreparable donde a la responsabilidad de los autores se suman fallas de la sociedad y de los organismos que deben garantizar prevención y sanción.
Y en este caso tenemos una víctima inocente y frágil, aún en riesgo, y también el trauma que afecta a sus pequeños compañeros, a las parvularias y auxiliares y, por cierto, a las familias de los niños que pierden tranquilidad, pues temen nuevos baleos.
Hay temores sobre el entorno del jardín infantil, sobre una población cercana donde en las noches se producirían disparos de armas de fuego. Esas afirmaciones exigen investigación, pero evitando generalizaciones apresuradas que castigan injustamente a grupos honestos, cuyo único delito es la pobreza.
Y junto con la investigación en profundidad del caso y mayor presencia policial en el sector hay que avanzar en un trabajo social participativo que logre aislar los focos conflictivos y, particularmente, aquellos vinculados al tráfico y consumo de drogas. Tras la droga hay pequeños y grandes intereses, lo que se traduce en redes, tejidos aparentemente impenetrables que se requiere destruir en un trabajo constante y comprometido.
Y en ese trabajo, constante, insistimos, toda la comunidad tiene un puesto de lucha, asumiendo que en el flagelo de la delincuencia, que a todos afecta, números más, números menos, la droga es un factor desencadenante.
El debate sobre la delincuencia en la campaña electoral es ineludible, pero debe servir para sumar voluntades y propuestas, reconociendo realidades y evitando la peligrosa y sedante autocomplacencia. En el caso de Limache tenemos, a la vuelta de la esquina, otra advertencia, nueva luz roja que no nos puede dejar indiferentes.