El tema de la necesidad y también de la afectividad aparece nítidamente tras una encuesta realizada en campamentos de Valparaíso y Viña del Mar por la institución TECHO-Chile. La muestra es representativa, pues cubrió 328 hogares y estableció que el 40% de los encuestados son jefes de hogar y el 69,7% tiene un trabajo remunerado con un ingreso promedio de $323.821, de los cuales $ 115.850 se gastan en alimentación.
Revela además el estudio que a un 32,1% de los pobladores le "ofrecieron un terreno" y al 27,5% le "cedieron un terreno". ¿Quiénes ofrecen o ceden terrenos? ¿Media algún pago en estos casos? Las principales razones por las cuales los pobladores llegan a habitar campamentos son el alto costo de los arriendos (42,1%) o problemas familiares (40,2%).
Frente a esas realidades se llega a la "toma" de espacios como una solución que, a la vez, genera una fuerza afectiva que lleva a los grupos familiares a permanecer en los lugares ocupados.
Miguel Torres, presidente del comité del Campamento Felipe Camiroaga, sostiene que "la gente tiene un cariño respecto al territorio en el que ha crecido y se siente parte de él". Explica que el deseo de quedarse en el lugar se debe a que ha existido un empoderamiento del sector por parte de la gente, "un tema de sentimiento". Y el hecho tiene explicación pues tras la precaria radicación en cerros y quebradas está el esfuerzo personal que significa construir y, finalmente, sobrevivir en condiciones adversas.
Mariela Aravena, secretaria del mismo comité, insiste en que las familias quieren permanecer en el campamento: "Uno aquí puede formar comunidad". Por su parte, Verónica Villegas, secretaria del comité Halcones y Chicureo, alude, ante la posibilidad de departamentos levantados por el Estado, a lo que, paradojalmente, sería calidad de vida: "Acá tenemos nuestras mascotas y espacios aceptables… si nos vamos a los conjuntos que se proponen estas posibilidades no las tendremos". Insiste en que los pobladores quieren pagar los terrenos que ocupan.
La mirada técnica al tema refiere, con razón, a la calidad de los terrenos en riesgo por mal tiempo, incendios o emergencias que exigen accesibilidad. También a las dificultades y costos de servicios básicos. Desde otro punto de vista está la vulneración de propiedades privadas o estatales.
Pero el estudio de TECHO-Chile, sumado a otros análisis, muestra que el tema de los campamentos encierra problemas económicos, necesidades y también afectivos. Y estos últimos suponen, más allá de la precariedad, la elección de un modo de vida que los propios pobladores quieren mejorar, pero dentro del entorno que ellos, por diversos factores, han elegido. Y ese es un aspecto que exige una mirada integral que no siempre aparece en la llamada vivienda social.