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Derecho universal a la atención de enfermedad

Daniela fue discriminada, porque fue excluida, por su determinación social: ser pobre, abandonada, institucionalizada...
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Daniela Vargas tenía la necesidad de un trasplante cardiaco. Se hizo la solicitud de incorporación a la lista de espera nacional y se aplicaron los protocolos. Fue excluida debido a que tenía "precariedad familiar, social y personal" y se advertía que "Si las condiciones de soporte social a futuro cambian y existe un compromiso claro de parte del Sename en cuanto a garantizar los requisitos necesarios para su cuidado post trasplante, esta indicación podría ser reevaluada". La decisión del Comité de Etica fue ratificada por el Ministerio de Salud. Daniela Vargas murió.

Dice el director del Hospital UC que ella "requería necesariamente un cambio de vida radical" y que habría sido "un mal para ella" someterla a esa operación de alta complejidad. ¿Quiso decir que la muerte era menos malo para ella que el trasplante? ¿Está planteando eutanasia en un país como el nuestro desde un hospital católico? ¿La institución no podía ayudarla en estas precariedades?

Dice la Presidenta del Colegio Médico "la comunidad en general no comprende muy bien estos análisis éticos que los médicos suscribimos porque los órganos tienen un bien inconmensurable en la sociedad…". ¿Quiso decir que un órgano es un bien más inconmensurable que la vida de una persona? ¿Qué la única ética que vale, es la médica en estos casos?

Daniela fue discriminada, porque fue excluida, por su determinación social: ser pobre, abandonada, institucionalizada, de provincia… y fue además revictimizada por quienes debían protegerla, el Estado: se le aplicó una política a través de un protocolo, que tiene respaldo internacional, que no es irregular ni ilegal, pero de facto la discriminó excluyéndola por ser pobre y deprivada de tantas cosas.

Nuestro país ha naturalizado la discriminación por razones sociales y económicas, "es así, qué le vamos a hacer" nos dicen; estamos acostumbrados a que sea parte del paisaje que la gente con menos recursos sea postergada, tramitada, maltratada, muchas veces humillada. Es natural que el pobre lo pase más mal que aquel que tiene recursos cuando se enferma. Es natural que teniendo dinero se mejoren las condiciones de acceso, de oportunidad, de calidad. Esto incluso para el GES, porque cuando el sistema público no da abasto, con dinero se compran servicios a privados. Es natural querer tener dinero para zafarse de estas injusticias. La defensa del derecho a la salud y la solidaridad no nos salen naturales.

En una sociedad que respetara el derecho a la salud, Daniela habría sido admitida en la lista de espera y quizás habría estado despriorizada (que no es lo mismo que excluida) momentáneamente hasta que la institución representante del Estado, mandatada para protegerla, hubiera dado garantías de aseguramiento de los cuidados necesarios. Habría sido transplantada, quizás estaría viva y con la esperanza de retribuir la solidaridad recibida.

¿Dónde quedó el derecho a la salud de Daniela? No está. El Estado chileno no garantizó el derecho a la salud-enfermedad-atención, discriminó de acuerdo a las condiciones socio-económica-culturales de las personas. Daniela, se merece el homenaje de que cambiemos, reformemos la constitución y nunca más discriminemos por las condiciones socioeconómicas de las personas.

Mario Parada L.

Doctor en Sociología, director Magíster Salud Pública

El deber ciudadano de acudir a las urnas

Hoy puede ser una jornada histórica para el país, si la ciudadanía entiende que el voto voluntario es una responsabilidad cívica y republicana. Como bien dice el nuevo lema de The Washington Post, la democracia palidece en la oscuridad. Es necesario defenderla -a como dé lugar- de las amenazas populistas, la dejación y la apatía.
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Sindicada por los incumbentes y gran parte de los desafiantes como las elecciones generales más importantes desde las que decidieron el regreso a la democracia y, un año más tarde, timbraron el ingreso del ex Presidente Patricio Aylwin Azócar a La Moneda, los comicios de hoy suponen una renovada forma de ver y hacer política, con la siempre veleidosa incógnita de los bemoles del voto voluntario y la abstención.

No estará de más recordar que el proceso general de 2013 marcó una fuerte abstención del 50,64%, lo que se tradujo en casi 6 millones 700 mil votantes de un universo de 13 millones 573 mil inscritos. En la Región de Valparaíso votaron poco más de 723 mil personas, casi 5 puntos por encima del histórico diez por ciento nacional con el cual se suele definir a la zona en este contexto.

En el balotaje, en tanto, con un marcado favoritismo de la entonces candidata Michelle Bachelet por sobre Evelyn Matthei, la abstención nacional saltó a un 58,02%, con casi 5,7 millones de votantes, 615 mil de ellos en la Región de Valparaíso.

En 2013 tampoco se renovaron los senadores de las regiones impares, como sí ocurre en esta ocasión en que se elegirán 5 en vez de 4, fecha propicia para que la zona alce sus números y dé al siempre aplastante centralismo una señal contundente de que las decisiones y la política pueden perfectamente ser dictadas -dado el actual sistema de voto voluntario- desde ciudades y zonas alejadas de la capital del reino.

En la Cámara Baja también debiese haber un renovado interés, marcado por la amplia gama de candidatos y la reconfiguración distrital tras la amplificada irrupción de los distritos 6 y 7 (algo así como interior y costa) en reemplazo de los más pequeños 10, 11, 12, 13, 14 y 15, todos marcados por el binominalismo del antiguo sistema. ¿Irrumpirán parlamentarios ajenos a los dos grandes conglomerados? ¿Cambiarán las prioridades comunales y zonales tras esta nueva redefinición de diputaciones y el aumento de las mismas (de 12 a 16)? ¿Cuánto podrá influir un eventual colapso de la Democracia Cristiana, el partido más grande de la centroizquierda, en la Presidencial o un resultado desastroso del Partido Socialista en las senatoriales? ¿Marcará algo el Frente Amplio?

El Chile de hoy se merece una población tanto o más empoderada que la que precipitó el regreso a la democracia a fines de los ochenta. Por lo mismo es necesario acudir a las urnas y emitir un voto (sea éste blanco, rojo, azul, nulo o lo que sea) para darle a entender al poder central que la política hace mucho tiempo que dejó de hacerse exclusivamente en los pasillos del Palacio de La Moneda, las oficinas del Congreso, las empresas o la cocina de algún senador que optó por poner la casa para una reunión.

Como bien dice el nuevo lema de The Washington Post, la democracia palidece en la oscuridad. Es necesario defenderla -a como dé lugar- de las amenazas populistas, la dejación y la apatía. La Región de Valparaíso y el país deben contar con representantes que sepan interpretar fielmente la visión de país que tantas generaciones han luchado por construir. Recuérdelo: el voto voluntario es un derecho, pero ante todo, también es un deber.

Nosotros hoy

Es hoy un día en que se mezclan la razón y la emoción, la amistad cívica y la confrontación, el sentido de lo posible y las promesas sin sustento...
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Sí, hoy domingo nosotros también somos protagonistas de la historia. Corresponde el deber, porque no sólo existen derechos como a veces parece, de ir a expresar solemnemente nuestra opinión en la urna secreta que recibe esos papeles que contienen futuro, el devenir de los tiempos. Con seguridad habrá muchos a quienes estas palabras le parecerán una exageración añeja, pasada de moda. Pero tengo la certeza que usted lector pertenece a aquellos que saben por experiencia o que están iniciándose en los caminos de la gobernanza de su nación, que esto tiene el más profundo sentido. Es la fuerza de la pertenencia y del compromiso, no de la resignación paralizante y desesperanzadora, ni del escepticismo, lo que motiva a muchos a levantarse -en el más amplio sentido de la palabra- para ir a su local de votación, saludar a aquellos que prestan su servicio ciudadano como vocales de mesa y cumplir el deber.

Son tiempos complejos, plagados de incertidumbres, de miedos que emergen, de recuerdos, de pérdida de confianza por razones concretas y objetivas y por otras alimentadas desde la subjetividad y las corrientes de opinión. Son tiempos complejos en que el lado menos noble de nosotros hace uso de las maravillas de la tecnología para sembrar la mentira, la destrucción del honor, el rumor que destruye. Frente a ello nos ponemos de pie para rescatar lo bueno de la naturaleza humana, para tallar el bien común y asumir que somos nosotros y no otros los constructores de nuestra sociedad. Es hoy un día en que se mezclan la razón y la emoción, la amistad cívica y la confrontación, el sentido de lo posible y las promesas sin sustento más que en el deseo. Probablemente siempre ha sido así, salvo que ahora vivimos en una gran caja de resonancia en que los sonidos negativos hacen imperceptibles a aquellos que muestran lo mejor de nosotros.

Son varios los papeles que estarán en sus manos para definir la elección de personas en una gama de posiciones políticas: presidencia, senado, cámara, consejos regionales. Todos ellos influirán con sus decisiones en nuestras vidas. Si bien es cierto, en una sociedad en que se cultivan las libertades podemos influir poderosamente en nuestro porvenir, las instituciones políticas y sus actores tienen fuerte influencia en ello. Por eso hoy no es cualquier día. Tiene valor nuestra reflexión. Sabemos que la credibilidad en aquellos es subjetiva, podemos darla a quien lo merece y a quien más tarde podemos descubrir que no la merecía. Somos humanos. Lo que no debiera ser transable es que la clave de la política es la ética, ellas son inseparables. Cuando reina la ética, las diferencias son terreno para la común creación al servicio del bien común.

Dejemos a un lado las simplificaciones ante la complejidad. La realidad no puede eludir el trabajo y el compromiso honesto ni la palabra empeñada como clave de las relaciones. Debemos preguntarnos sobre la incursión en los cambios de la modernidad con sus luces y sombras, sobre las experiencias de otros pueblos y sus alegrías y tristezas. Chile, parte del mundo, es el centro de nuestro caminar hasta el momento solemne. Un ejercicio, ingenuo dirán algunos, sería pensar en los seres más queridos en ese momento.

Bernardo Donoso Riveros

Profesor PUCV