Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Vida Social
  • Cartelera y Tv
  • Espectáculos
  • Clasificados

Una "selfie" sin filtro: Ciudad y cultura en Chile

E-mail Compartir

*Macarena Carroza / Alberto Texido

En un mundo urbanizado, las nuevas condiciones, expectativas y necesidades de elevar la calidad de vida de las personas hacen que cada una de las ciudades, muchas que ya son áreas metropolitanas deban adaptarse para crear un posicionamiento, especializando su propia oferta de modo de establecer, comparar y elevar estándares y al mismo tiempo ser competitivas en su territorio. Paralelamente, la cultura se ha transformado en un motor de desarrollo para las ciudades porque las ha transformado en lugares sostenibles, inclusivos y más atractivos, ampliando las dinámicas económicas, fortaleciendo industrias que tienen que ver con la creatividad, con el pensamiento, con el estar en red con otros y mirar el espacio co-habitado como un lugar que -reconociendo su localidad- se considera parte del mundo global.

La agenda del 2030 para el Desarrollo Sostenible con sus 17 objetivos promovidos por las Naciones Unidas, reconoce el papel fundamental de la cultura para alcanzar una de sus metas más relevantes: lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

Una forma de medir a nuestro país bajo estas recomendaciones es analizar nuestras políticas públicas sobre lo cultural y lo urbano, para reflexionar sobre la pregunta: ¿Quienes están pensando nuestras ciudades?, ¿Cómo las adaptaremos preventivamente al cambio climático?, ¿Cómo se transforman en dispositivos de seguridad?, ¿Cómo enfrentarán correctivamente la segregación urbana? o ¿Cuántas reparticiones o disciplinas intervienen en un plan de acción adecuado y consensuado?

Por su parte, en el último periodo de elecciones presidenciales pudimos ver diferentes programas de Gobierno, incluyendo el del Presidente ya electo, donde los temas urbanos no lograron ser priorizados tras inquietudes económicas, educacionales, tributarias, de pensiones o valóricas. Las brechas urbanas plantearon válida pero tímidamente acciones en torno a la informalidad, el transporte, los riesgos, la infraestructura y la vivienda, desafiando una institucionalidad algo obsoleta para equilibrar cantidad con calidad, reconocer proyectos de largo plazo, incluso asumir la escasa coordinación intersectorial -que lograble-, maximizaría tantos beneficios.

Se corona esto, lamentablemente con la catástrofe de Santa Lucía, que contando con estudios y advertencias, espero al barro y las piedras para perder de modo intolerable vidas y bienes, evidenciando que nuestro saber acumulado no ha logrado aún transformarse en cultura de riesgo como generadora de planificación.

Las ciudades son el espejo de nuestra sociedad y la segregación urbana, nuestra imagen menos aceptable de ese Chile que deseamos desarrollado. La vulnerabilidad expuesta en ausencia de cultura, sin mecanismos sociales que la sustenten, evidencia la precariedad de un círculo vicioso que se nutre de la incultura, de la ignorancia, en definitiva, de la ausencia de la capacidad organizativa del Estado.

Cada día, un importante número de chilenos son expuestos a riesgos y a inhumanidades que tienen que ver con los efectos de la droga en las calles, la inseguridad o la escasez de espacio público, transformándose la ciudad en un patio oscuro, peligroso, donde nadie merece estar. Revertir este proceso requiere decisión y claridad hacia una cultura urbana que abandone la descoordinación, y exige pensamientos creativos, complejos y multidisciplinares.

Entonces, siendo la ciudad el contenedor de todo el relato social que somos, no puede quedar postergada, con demandas crecientes que son cada día más complejas y que se van conectando con problemas mayores, como el calentamiento global, la escasez de energía o agua, incluso las migraciones. Por eso nuevas normativas como la Ley de Aportes al Espacio Público, mejores procesos participativos, la elección directa de Gobernadores, la regulación del mercado de suelos, Planos Reguladores actualizados y estudios de riesgos vinculantes, irán ampliando las actuaciones en el plano urbano donde la cultura y el patrimonio natural y construido deben ser reconocidos como un valor.

Así, la ciudad exige ser visualizada desde un pacto social mucho más amplio que el pensamiento de un sector político, o de un plazo administrativo o de un análisis económico sectorial que terminará siendo excluyente. La ciudad como un recurso vital para el desarrollo de las personas, incide en todos los aspectos culturales de nuestra vida, es nuestra "Selfie" como sociedad, una foto donde salimos todos.

*Integrantes Corporación Metropolítica