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Las luchas por Viña

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Como se ha señalado en este mismo medio, las estimaciones iniciales hablan de un déficit municipal de al menos 13 mil millones de pesos en Viña del Mar. Sumado a eso, el deterioro de la ciudad jardín ha sido uno de los temas que ha copado la agenda local y nacional. No hay dudas de que este 2018 no empezó nada de fácil para el edificio de calle Arlegui.

Entendiendo la complejidad de ambos temas -déficit millonario y deterioro- podríamos establecer como máxima que, aunque muchas veces genere dolor, el desequilibrio puede llegar a generar consecuencias positivas, sobre todo pensando en una organización que cada 4 años descansa en la tranquilidad del apoyo popular.

Sin embargo, para estar a la altura del conflicto, es necesario identificar primero cuáles son los valores que existen tras las intervenciones que nos remueven del peligroso "status quo". Y por valores no nos referimos a su acepción axiológica, sino simplemente a la identificación de aquellos elementos que son importantes para los distintos actores de este sistema comunal en un momento determinado. Hablamos de aquello que se quiere proteger, del móvil. Hablamos de la necesidad de entender las relaciones y las preocupaciones de los participantes en el debate; los intereses, las lealtades y los miedos de todos quienes se juegan algo en esta pasada.

Es evidente que el déficit municipal y el deterioro de la ciudad representan dos desafíos distintos, aunque también se podrían leer sensatamente como meros síntomas -y vaya qué graves síntomas- de una problemática mayor que es subyacente. Entendiendo ambos problemas como un todo, parece indudable que en varios actores ha primado un genuino interés por la ciudad, propio de cualquier buen vecino viñamarino -como han declarado Iván Poduje y el profesor Squella-. Sin embargo, no hace falta ser muy suspicaz para identificar que el genuino interés no representa el único valor en juego.

Por lo mismo, sería un grave error no leer el poder del edificio consistorial como uno de los elementos movilizadores, tanto de aquellos que se niegan a perderlo como aquellos que se esmeran por ganarlo. El gran problema es que, dependiendo de los valores presentes en el sistema, se hará más o menos probable la posibilidad de un diálogo generativo, de esos que impulsan cambios y nos llevan al progreso.

Si lo que está en juego es el poder del municipio, el debate será combativo y se insistirá en que uno u otro tiene la razón. Si lo que está en juego es la calidad de nuestra ciudad, el diálogo será colaborativo, y trabajaremos juntos por llegar a un acuerdo.

Si lo que está en juego es el poder del municipio, argumentaremos en base a nuestros supuestos, sin siquiera cuestionarlos. Si lo que está en juego es la calidad de nuestra ciudad, desafiaremos ciertas (pseudo) lealtades, protegeremos las voces discrepantes y asumiremos nuestras propias pérdidas en pos de buscar una solución común.

Si lo que está en juego es el poder del municipio, sólo queda esperar que después de este debate los ciudadanos no se vean perjudicados aún más por decisiones sesgadas y cortoplacistas. Si lo que está en juego es la calidad de nuestra ciudad, en Fundación P!ensa ofrecemos toda nuestra colaboración en la búsqueda de soluciones (quizás un poco más dolorosas para algunos) que lleven a Viña del Mar a ser una de las mejores comunas de Chile.

Pedro Fierro Zamora

Director de Estudios de Fundación P!ensa

Las fallas de un virtuoso trío

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Menos de dos años atrás, el mundo libre tenía como principales líderes a tres políticos notables: Barack Obama, Angela Merkel y David Cameron.

Obama evitó que la Gran Recesión iniciada en 2008 se convirtiera en una depresión, contribuyó decisivamente a fraguar un consenso mundial para enfrentar el cambio climático, a expandir el comercio internacional y a congelar el programa nuclear iraní, mientras promulgaba en casa una ley que hacía posible el acceso universal a la salud. Merkel rescató al Euro de la dura crisis en que lo sumió la recesión, ha mantenido una economía alemana vigorosa y abrió las puertas a un millón de refugiados de Oriente Medio que huían de la guerra, mientras la mayoría de los líderes europeos miraba para el lado. Cameron obtuvo una sólida recuperación económica, al tiempo que forjó un modelo de centro-derecha liberal, que tuvo entre sus máximas prioridades la mejora de la calidad de la educación escolar y la descentralización, e impulsó la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Pero este virtuoso trío no alcanzó la altura de aquel ya mítico de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Helmut Kohl, que moldeó el mundo de hoy, pues cada uno de sus integrantes tuvo también fallas fatales. Obama no se decidió a detener la carnicería que durante siete años ha perpetrado el sangriento tirano Bashar al-Asad en Siria, lo que produjo un impresionante resurgimiento del Estado Islámico y el retorno del terrorismo yihadista a Occidente, mientras masas desplazadas por la guerra golpeaban a su puertas, todo lo cual favoreció el crecimiento del populismo nacionalista en Norteamérica y Europa. Merkel no proporcionó alivio suficiente a los pueblos del sur de Europa más afectados por la recesión, lo cual, unido a ineptitudes y desvaríos de sus propios políticos, ayudó a que el populismo triunfara en Grecia en 2015 y esté a punto de hacerse con el gobierno de Italia, y a que en España estallara la completa locura del independentismo catalán. Cameron convocó en el momento más inoportuno a un referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea, que inició un proceso de separación que, de consumarse, debilitará a ambos.

Obama fue sucedido por Donald Trump, un nacionalista narcisista, incompetente y con escasos límites morales, que sueña con deshacer la obra de su antecesor. Cameron dio paso a Theresa May, una débil líder de su mismo partido, que llegó buscando distanciarse del liberalismo cosmopolita de su predecesor, ha consumido sus esfuerzos en la separación de Europa y, luego de convocar unas innecesarias y pésimamente enfrentadas elecciones anticipadas en junio pasado, ha hecho que ya no parezca impensable que el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, un marxista admirador de Hugo Chávez, pueda llegar a gobernar el Reino Unido.

Solo Angela Merkel, que el 14 de marzo inició un cuarto período de gobierno, luego de seis meses de negociaciones que siguieron a las últimas elecciones, sobrevive. Por fortuna, ha emergido un carismático líder liberal desde donde menos cabía esperarlo: Francia, en cuyo nuevo presidente Emmanuel Macron ha encontrado Merkel un socio poderoso. ¡Ojalá hayan aprendido de los errores del trío!

Claudio Oliva Ekelund

Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso

¿Una mera cuestión de perspectiva?

La alcaldesa Virgina Reginato inauguró esta semana en el Palacio Rioja una imperdible exposición de Ruptura mexicana, que invita al cuestionamiento. Más allá de lo adecuado o no de sus últimas decisiones, la alcaldesa Virginia Reginato no se ha escondido detrás de nadie y ha aceptado el veredicto popular sobre el descuido y las quejas en torno a su administración.
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En un rincón del maravilloso Palacio Rioja de calle Quillota -donde aún pueden olerse resabios de la aristocrática familia Rioja Ruiz, la Municipalidad de Viña del Mar y Cruz Verde inauguraron una imperdible exposición encabezada por la Fundación Femsa sobre la indispensable (y, hasta hoy, aún sorprendente) Generación de la Ruptura del arte mexicano. En 35 obras, cuidadosamente instaladas, se da cuenta de la furiosa arremetida de los estandartes artísticos locales, que -cansados del excesivo nacionalismo mexicano- se nutrieron del vanguardismo europeo para desarrollar una respuesta no sólo artística, sino que también política que marcaría la segunda parte del Siglo XX. Juan Soriano, Manuel Felguérez, Roger Van Gunten, Lilia Carrillo, Pedro Coronel, Vicente Rojo y Arnaldo Coen son los nombres propios de un movimiento al cual, en boca del Premio Nobel Octavio Paz, "no le interesaba la producción de cuadros, sino la creación de un mundo dueño de su propia coherencia". Hacia el final del recorrido puede verse la obra Mutación de Arnaldo Coen -pintura de técnica mixta- que, de una u otra forma, obliga a reflexionar sobre esta ciudad costera que hoy la acoge, tan confundida entre lo que vemos y lo que queremos ver. Básicamente, se trata de cuatro cubos contenidos en un gran cubo, cuyos vértices provocan la clásica ilusión óptica que suele asombrarnos como todo aquello que no podemos o no sabemos explicar.

Resumiendo, Viña del Mar no es Bagdad, Caracas ni Puerto Príncipe, como muchos han querido que creamos, pero tampoco se trata de Copenhague, Calgary o Wellington , más que nada porque ciudades como estas últimas sí han sabido reaccionar al crecimiento poblacional, a la explosión automotriz y a la siempre amenazante modernidad y su mochila de pecados. Viña del Mar aún tiene rincones como el citado Palacio Rioja, que perpetúan todo aquello que los críticos bienintencionados de la actual administración (Squella, Poduje y unos pocos más) buscan mantener y recuperar.

Más allá de lo adecuado o no de sus últimas decisiones, la alcaldesa Virginia Reginato no se ha escondido detrás de nadie y ha aceptado el veredicto popular sobre el descuido y los cuestionamientos en torno al manejo económico de su comuna. Empero, y volviendo al cuadro de Arnaldo Coen, la geometría y la perspectiva política a ratos también invitan a una errónea percepción de ilusiones respecto de las medidas y los caminos a seguir.

El propio Octavio Paz -quizás el mejor exégeta de esa generación- resume en sus ensayos Los hijos del limo, aquella tendencia -para algunos suicida, pero completamente inevitable- de destruir en el arte y la poesía el vínculo que nos une al pasado, negando la continuidad entre una generación y otra. ¿Romper con todo? ¿Esa es la idea? ¿Cuánto existe de aquéllo en las críticas a la alcaldesa de Viña del Mar? No sea cosa de que, tal como lo predijo provocadoramente el bueno de Coen en una entrevista al diario mexicano Milenio, "el arte y todo lo que el hombre hace es un error". ¿O será sólo una mera cuestión de perspectiva?