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ENTREVISTA. ricardo tejada, gerente general de la Asociación Nacional de Armadores (ANA):

"Tenemos una carretera al oeste del país, que es el océano Pacífico, y que prácticamente no usamos"

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Claudio Ramírez

Una política de Estado tendiente a fomentar la marina mercante es lo que viene solicitando hace años la Asociación Nacional de Armadores (ANA), petición que cobra más sentido ad portas de que el sector cumpla 200 años.

"Este bicentenario nos sorprende en un periodo de crisis que se arrastra desde el año 2008 y donde la tendencia se mantiene. Los fletes no han subido y es una competencia fuerte tanto internamente como en el mundo", comenta el gerente general de la ANA, Ricardo Tejada.

"Eso ha hecho reorganizar las empresas, se han concretado fusiones y ventas, pero por otro lado hay ciertos atisbos de mejora en el horizonte para algunos productos, como pueden ser los graneles sólidos", agrega el ejecutivo, quien, por otra parte, advierte que se trata de una marina mercante moderna, que aún es la segunda de Sudamérica, después de Brasil, con 1 millón 185 mil toneladas de capacidad de carga.

"Ha aumentado la cantidad de buques tanto los nuestros como los de Armasur que son los que prestan una función más social de conectividad, traslado de la gente, mercancías y también actividad productiva como salmoneras y otros. Queremos relevar la importancia de la marina mercante para el país, desde el punto de vista comercial, la parte política, estratégica, la ayuda humanitaria. Todo lo que uno lleva puesto llegó por marina mercante. Tenemos una carretera al oeste de Chile, que es el océano Pacífico, y que prácticamente no usamos", recalca.

- ¿Se podría aprovechar mejor esa carretera?

- Claro. Además, es segura, agregando que un buque, por el volumen de carga que transporta, es mucho menos contaminante que un camión o un avión. Es expedita porque puedes meter todos los buques que quieras en esa carretera. Los puntos de congestión podrían ser los puertos en las recaladas y los zarpes, pero en definitiva no la utilizamos. Siendo un país marítimo deberíamos generar una conciencia, una política de Estado en la que se fomentara más el desarrollo de nuestra marina mercante y, con ello, el cabotaje.

- Se está subutilizando este medio...

- Es indudable que se podría usar el cabotaje para mover más carga dentro de Chile. Somos un país largo, donde el mover carga por más de 800 kilómetros debiera ser más rentable e ideal hacerlo por vía marítima. Entonces, deberían existir ciertos incentivos. Es un potencial que tenemos, una carretera que no requiere mantención, sí cuidarla desde el punto de vista medioambiental. Los peajes se pagan en faros, balizas, recaladas, pero es barata y se puede mover muchísimo más volumen de carga.

- Tuvieron una reunión con la nueva ministra de Transportes, Gloria Hutt. ¿Qué le plantearon?

- La nueva ministra, a quien conocemos, ya que nos tocó trabajar con ella cuando era subsecretaria, conoce muy bien el tema del transporte marítimo, es una persona muy preparada. Le manifestamos que nos gustaría tener una política de Estado tendiente a desarrollar la marina mercante y, con ello, el cabotaje. Le mencionamos que estamos dispuestos a que se haga cualquier modificación legal, ya que reconocemos que hay reglamentos y leyes que son extemporáneos, pero insistimos en lo que siempre hemos dicho: que cualquier cosa se haga en condición de igualdad para todos.

- Pero están en contra de la apertura del cabotaje...

- No nos oponemos a nada. Al contrario, mejor si hay más competencia, pero en igualdad de condiciones. No podemos poner en riesgo nuestra marina mercante que cumple 200 años. De eso se trata, que haya más competencia, más productividad, pero para todos por igual.

- ¿Qué le parece la apertura que se da en la marina mercante? Hace poco se tituló la primera capitán.

- Es la modernidad, la igualdad para todos, hombres y mujeres en todas las FF.AA. En Carabineros hay una general que podría llegar a encabezar la institución y por qué no en la marina mercante. La oficial dio todos los exámenes y tiene el título de capitán de alta mar, la primera de nuestro país. Quizás es una carrera un poco compleja porque implica bastante sacrificio, pero es muy bonita y las mujeres que la han abrazado lo han hecho muy bien. La felicitamos y ojalá hayan muchas más también.

- Varios actores del sector han acentuado sus reparos hacia la falta de coordinación en el sector marítimo portuario. ¿Está de acuerdo?

- Así es. Hace falta un organismo, una entidad, una autoridad superior coordinadora de todas las actividades, no solamente portuaria, sino que de toda la cadena logística. La marina mercante es el primer y el último eslabón de la cadena logística del comercio nacional e internacional, ni más ni menos importante que los puertos, las rutas, los centros de distribución. Es un todo. Y el gran problema que tenemos muchas veces es la coordinación para ciertas vías.

- En temas de infraestructura portuaria, ¿cómo está la región?

- Siempre he manifestado, al menos en la zona central, que Valparaíso y San Antonio se complementan. Si bien en este momento a lo mejor se satisface la necesidad portuaria, creo que más pronto de lo que pensamos se va a congestionar el tema y va a faltar infraestructura. Ya llevamos tres años de atraso con el Terminal Dos, que debería estar construyéndose y con un grado de avance alto, pero todavía ni siquiera está la aprobación medioambiental. A eso me refiero también cuando digo que debe haber un ente coordinador y facilitador. Nadie dice que se transgreda alguna ley o norma, pero sí facilitar y apoyar y hacer más expedito los temas, los plazos.

- ¿Fue bueno que se definiera el emplazamiento del PGE?

- Sí, pero hay que seguir. No basta una definición de dónde si no se hace nada. Yo siempre he mencionado que, ante un puerto de esas características, van a pasar entre 8 a 10 años hasta que entre en servicio. Hay algunos que hablan de menos y ojalá esté equivocado, pero no creo que sea así. Hemos visto todo lo que se ha demorado el T2 y la verdad que no creo que vaya a salir más rápido un PGE de ese tamaño. Independiente de cómo se haga, hay que tomar muchas definiciones todavía respecto a las etapas, quién va a construir qué, de qué manera se va licitar, el modelo de negocios, etc. Si bien está bastante avanzado, hay que hacerlo ya, si no nos va a sobrepasar la demanda y no vamos a poder satisfacer las necesidades de los puertos y vamos a tener una congestión importante.

- Hay que tener cuidado con esta guerra comercial entre China y Estados Unidos. ¿Nos puede afectar?

- Indudablemente, nos puede afectar de alguna manera. Si Estados Unidos está poniendo ciertas barreras económicas y comerciales a commodities que exporta China en algunos casos nos podría favorecer y en otros complicar, dependiendo si las barreras las extiende a otros países. Pueden hacer variar, subir o caer los precios del cobre, por ejemplo.

"No nos oponemos a nada. Al contrario, mejor si hay más competencia, pero en igualdad de condiciones" "Hace falta una autoridad superior coordinadora de todas las actividades, no solamente portuarias, sino que de toda la cadena logística""

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Gonzalo Maier: anotaciones hechas frente a un gallinero

El escritor chileno Gonzalo Maier estudió en Holanda, donde se doctoró con una tesis sobre la ironía. Publicó dos veces en España antes de lanzar "Hay un mundo en otra parte", libro de relatos que muestra a un tipo obsesionado con un gallinero y a un ex revolucionario que se enamora de una lanzadora de bombas.
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uno de los anteriores libros de maier ("Leyendo a vila-matas") lo comenzó cuando viajaba a entrevistar al escritor, en el tren que iba desde parís a barcelona, a 287 kilómetros por hora.

En Coriolano, la tragedia que Shakespeare escribió sobre el general romano, hay una escena en la que éste, obligado al destierro, grita antes de retirarse: "Hay un mundo en otra parte". Sabemos, al final de la historia, que no hay otro mundo, que el destierro y la muerte lo esperan también en otros lugares. Aún así, es ese destello de ilusión el que mueve toda la tragedia, y que ronda a la mayoría de los personajes del nuevo libro de Gonzalo Maier (37): personajes que planean viajes para quedarse mirando televisión, que ansían volver a la ciudad para encontrarse con un gallinero al frente de su departamento, que prefieren mirar por la ventana de una universidad a salir a la calle. Esa mezcla, entre timidez y esperanza, es la que ha estado presente en los otros libros de Maier, como Material rodante o el Libro de los bolsillos, ambos publicados por la editorial española Minúscula. Conversamos con Gonzalo Maier, que es también columnista y académico, sobre su último libro y su trabajo como escritor.

- ¿Cómo fue el proceso de escribir "Hay un mundo en otra parte"?

- Todos los textos son de la misma época, del mismo año, incluso. Y aunque no los escribí en el orden en que quedaron, los textos sí están pensados como un libro. Lo que me gusta es pensar los libros, que los libros tengan una estructura y un ritmo. A veces la estructura está pensada de antemano, y otras, como éste, que tenían varios textos, armé algo que en su deformidad tenía una estructura y que me parecía entretenido.

- ¿Y qué te gustaba del título?

- Lo que me gusta, creo, es que retrata mucho el ánimo de los textos: eso de que todo puede ser mejor en otra parte, de alguien que quiere llegar a Santiago para ver la ciudad pero se encuentra con un gallinero, de querer lograr algo pero echarse para atrás. La foto de la portada, que es de Martin Parr, también tiene ese mismo ánimo.

- Sobre la parte de las gallinas, da la impresión que los personajes están obligados a tener que convivir con la realidad. ¿Es así?

- Las gallinas, en ese texto, median la realidad. Son el medio para que el protagonista se relacione con Santiago. Hacen de puente con la realidad, pero tiene, a la vez, el correlato de esta cosa media new age de la aspiración por volver a la naturaleza. Es, en gran medida, la paradoja de volver a la gran ciudad, a la metrópolis, al cemento, y terminar viviendo frente a un gallinero, medio encerrado.

- Naciste en Talcahuano. ¿Te interesa algo de ese paisaje?

- Yo llegué a Santiago viejo, a los 22 años. Para mi los espacios del sur siempre están dando vuelta. Giro en torno a ellos, y me resultan muy naturales, justamente, porque son un poco marginales, fuera del centro.

- Sobre el paisaje, a los personajes parece que les importa más mirarlos que estar en ellos.

- Creo que todos estos personajes, como los de Material rodante, son gente que mira y que tiene una posición pasiva y distante frente a la realidad. Son textos medios irónicos, y la ironía se da con esa distancia. Tiene que ver, también, con que esos narradores se sienten mucho más cómodos con no acercarse tanto, con mirar la tele, por ejemplo. Es como si la vida no fuera lo que pasa afuera, sino lo que pasa dentro de sus casas.

- También, de que estando ahí se vuelven más honestos. ¿Te interesa la honestidad en tu escritura?

- Estoy muy en contra de la honestidad y de la sinceridad. No en la vida privada, por supuesto. Para escribir libros trato de que el texto sea lo mejor posible, y si es falso y eso lo hace mejor, que sea falso. Si es cínico y eso lo hace mejor, que sea cínico. Trato de pensar más en el texto en si yo estoy siendo sincero. Por otra parte, tampoco sé lo que pienso y cambio de ideas cada tres minutos. El principio de la honestidad supone que la literatura es un instrumento para decir "la verdad" y a mi me interesa más las cosas lindas y los textos lindos.

- Muchos suenan autobiográficos, de todos modos.

- No me interesa escribir mi autobiografía ni leerla. Sin embargo, sí me interesa mucho leer diarios. El diario es un género más o menos confesional y me gusta su estética. Por eso, quizás, me gusta jugar con ese género. Aún así, y aunque los textos tienen muchas cosas biográficas, no me interesa andar contando mi vida, y de hecho trato de taparla mucho, en pequeños detalles que no son importantes para nadie.

- También está muy presente la academia. ¿Te gusta ese ambiente?

- No me gusta nada ni me interesa, pero es lo que tengo cerca. Es un mundo que conozco en detalle, y como soy muy obsesivo puedo dar vuelta a cosas que me van pareciendo fascinantes y entretenidas. Quizás si fuera carnicero me interesaría por eso y encontraría un punto en el que me puedo entusiasmar. La academia es un trabajo burocrático, más o menos aburrido, que tiene sus cosas buenas o entretenidas, pero como cualquier otro trabajo.

- ¿Tampoco ser parte de la tradición de escritores sobre la academia?

- No. En mis textos la academia puede representar el contexto, el paisaje o el lugar, pero lo importante es la neurosis o la locura del personaje. Si en vez de académico hubiera sido un profesor o un abogado pasa lo mismo. En cambio, en Nabokov o en Donoso, por ejemplo, la academia se problematiza. Dejar de ser un decorado y pasa a ser un tema.

- Pero sí te interesan más los espacios cerrados.

- Eso se repite mucho más: el que está mirando, el espectador, el testigo, el observador, el que opta por la distancia y no quiere vivir. Me interesa esa pasividad, que bordea con la cobardía por un lado y con la intelectualidad por el otro, y que toma una posición de timidez frente a la vida.

- ¿Y cómo convives con tener que escribir para muchos medios, además de escribir estos textos?

- Con mucha angustia. Siempre estoy escribiendo en géneros y en tonos distintos. A veces escribo columnas, tengo que hacer una conferencia o un paper. A veces se me ocurren chistes cuando estoy revisando una tesis, por ejemplo, pero no los puedo poner. Siempre me ha tocado tener varios ocupaciones que me obligan a ir escribiendo en formatos distintos o tonos distintos. Al comienzo no me gustaba mucho, pero ahora logré cierta agilidad para impostar voces.

- Has dicho que no te importan tanto las historias. ¿Te interesa la filosofía, por ejemplo?

- No me interesa la filosofía. Hay, por supuesto, obras interesantes en el siglo XX, como Wittgenstein, pero más allá de eso la filosofía ha tenido un hilo medio estéril. El ensayo, en cambio, sí me fascina: el ensayo es mucho más torpe, más libre, más hibrido. La filosofía, por otra parte, busca una respuesta, pero el ensayo solo da vueltas. Le dan lo mismo las respuestas y se puede hablar sobre cualquier cosa. Creo que mi acercamiento con las ideas es más con el ensayo, desde Montaigne en adelante, algo medio diletante, digresivo, y que la idea sea un poco el protagonista. Lo otro que pasa es que trato de pensarme como un lector de libros. No me gusta leer novelas, ensayos o filosofía, sino que leer libros. Y trato, a la vez, de escribir libros, y así puedo colar en ellos cosas que no sé muy bien lo que son. Hay cualquier cosa adentro de Hay un mundo en otra parte, y eso, si lo pienso también tiene que ver con el ensayo, con la libertad del ensayista. El ensayista escribe con libertad, y a mi me gusta leer con libertad.


Cuaderno adversativo

Estaba seguro de que ese era el camino correcto para llegar al italiano de confianza -insistí con que conocía muy bien la ciudad, que había vivido varios años en ella- e hice que todos me siguieran por una calle y por otra, hablando maravillas de los rigatoni o los cavatappi alla puttanesca, pero al final estaba perdido y nos contentamos con un par de wafles secos.

Ahora que lo pienso, la obsesión por el fin de la especie -el armagedón, el apocalipsis, el calentamiento global, blablablá- solo responde a un deseo atávico que se podría resumir así: voy a morir, sí, vale, muy bien, pero que se mueran todos.

Cuando era chico quería ser pintor porque pensaba que los artistas vivían en estudios grandes, bien iluminados, rodeados de manchas de colores y mujeres en pelotas, pero me hice escritor porque me pareció más fácil.

Tampoco es que sea tan fácil, pero al menos lo parece.

A todo esto: dicen que las apariencias engañan, pero si se insiste durante el tiempo necesario cualquiera se transforma en lo que aparenta.

Le decía que era por trabajo, que no quería -incluso fingí mi mejor voz de aburrimiento para repetirle que daría cualquier cosa por no tomar ese avión-, pero en realidad quería irme lejos, viajar, desaparecer un par de días, y no me animaba a decir la verdad.

Yo la quise, pero ella no.

Llegué hasta la tienda a comprar esos pantalones que usa medio mundo, pero apenas me vi reflejado en el espejo, justo con otro tipo probándoselos allá atrás, me bajó una sensación de ridículo que debiera ser invisible a todas las modas.

La boleta dice que devuelven la plata en treinta días, pero es mentira.

Una vez tomé un tour por el Amazonas, pero al poco rato estaba arrepentido: me parecía una idiotez tener que seguir a alguien.

Mi empresa de turismo funcionará al revés: la gente pagará, pero para que la sigan.

Durante mi infancia tuve tres perros, pero quise solo a uno.

Hoy un niño con cara de perdido me preguntó dónde estaba la Universidad Central y sin pensarlo mucho le dije que caminara diez o doce cuadras en tal dirección, y apenas lo perdí de vista caí en cuenta de que el edificio estaba en otro lado, uno muy distinto, pero ya era tarde y durante el resto del día no me pude quitar la culpa de encima.

He estado dos veces en Brasil, pero no recuerdo nada.

Llegué temprano a la inauguración, pero me dio vergüenza entrar -había poca gente e iban todos muy bien vestidos- y me dediqué a dar vueltas por Lastarria esperando a que pasara el tiempo.

El señor de la verdulería quiere saber qué me parecieron los tomates de la semana pasada, pero la pregunta me pilla de sorpresa y lo miro con la boca abierta, tal vez durante demasiado tiempo.

No quería -insistí durante semanas que era técnicamente imposible-, pero esta mañana cambié con un éxito rotundo la llave del lavaplatos.

Tuve muchas ideas y muy buenas, pero la adultez terminó con ellas.

Durante años pensé que apenas volviera a vivir en Santiago tomaría desayuno en los pequenes Nilo, e incluso me haría asiduo al local, pero luego llegué y me pareció que quedaba muy lejos y que tanta cebolla me daría acidez.

Tuve muchas ideas y muy buenas, ahora que lo pienso, pero la acidez también terminó con ellas.

No he leído sus libros, pero me parece muy linda.

Suelo tener tincadas, corazonadas o intuiciones -da igual cómo se llamen-, pero rara vez los tomo en cuenta

Hay lugares a los que me gustaría viajar, pero nunca lo hago: Valdivia, Lima, el Cajón del Maipo.

El capitalismo en una escena: no necesitábamos el auto, vivíamos muy bien sin él -la ciudad era más chica y no podíamos comprar nada que pesara más de diez kilos-, pero luego descubrimos otro mundo y ahora nos queda muy grande.

maier dice que a veces compra diarios de vida de escritores desconocidos para "ver si encuentra algo".


Hay un mundo en otra parte

Gonzalo Maier

Random House 112 págs.

$ 10 mil.

Por Cristóbal Carrasco

"A veces se me ocurren chistes cuando estoy revisando una tesis, por ejemplo, pero no los puedo poner"

"No me interesa escribir mi autobiografía ni leerla. Sin embargo, sí me interesa mucho leer diarios"

lorena palavecino

Adelanto del libro "Hay un mundo en otra parte"

Por Gonzalo Maier

"Para escribir libros trato de que el texto sea lo mejor posible, y si es falso y eso lo hace mejor, que sea falso"

Lorena Palavecino