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Ediles discrepan por acusación a Sharp de presiones en votación

VALPARAÍSO. Responden a las polémicas declaraciones de su colega Yuri Zúñiga. VIÑA DEL MAR. Cámara de Comercio señaló que sería "una equivocación" cambiar de lugar el Rodoviario. Algunos comerciantes, en tanto, no lo ven con malos ojos.
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Rodrigo Navarrete N.

Los concejales de Valparaíso no quedaron indiferentes ante las duras declaraciones de su colega Yuri Zúñiga (Ind. pro PR) en la entrevista publicada en este Diario ayer, en la que acusó al alcalde, Jorge Sharp, de "manipulación política" en la polémica votación que definió las alturas máximas de 7, 9 y 12 metros para las edificaciones en Valparaíso, votación que además el concejal Eugenio Trincado aseguró que está viciada, pues ya se había realizado otra previamente, la que no se anuló.

Yuri Zúñiga dijo que Sharp "cayó en la política sucia", que "impuso su criterio a toda costa", y que "acarreó gente al Concejo Municipal, práctica que él mismo criticaba". Además aclaró que "la oposición a las torres en altura es algo que está zanjado hace mucho rato y que todos apoyamos", y que "la discusión de ese día no era esa, pero la gestión del alcalde Jorge Sharp, a través de sus redes sociales, se encargó de decirle a la opinión pública que nosotros estábamos votando a favor de las torres en altura y eso es imposible, porque una torre nunca va a medir 12 metros de altura" .

"Yo le tengo mucho respeto a Yuri, pero aquí creo que estuvo mal", afirmó la concejala Zuliana Araya, (PPD), agregando que "aquí nadie presionó a nadie. Yo fui la primera en decir que ya se había votado, y ahí fue cuando el concejal Luis Soto dijo que quería primero una reunión con los técnicos para aclarar bien el tema".

En ese sentido, Araya planteó la interrogante de si Zúñiga "pensaba todo eso, ¿por qué no lo aclaró ahí, cuando estábamos con los técnicos, el alcalde y todos los concejales?"

Sobre la gente supuestamente "acarreada", Araya puntualizó que "esa era una práctica de la administración anterior. Ahora se escuchó a las organizaciones, a la ciudadanía. Aquí no hay manipulación de nadie, uno sabe su trabajo y para eso fue elegido. Si no, me habrían manipulado a mí también y a los demás concejales".A su vez, el concejal Daniel Morales (Ind.) subrayó que "se esté o no de acuerdo con la propuesta presentada, todos en el Concejo estamos en contra de la construcción de grandes torres en los cerros, es por eso que entiendo el malestar no sólo del concejal Zúñiga sino de los otros concejales a quienes incluso la gente les tiró monedas, además de hacerles graves acusaciones de falta a la probidad por acoger la observación que pedía 12 metros, ¡Y todo este escándalo por tres metros de diferencia, en una modificación parcial de naturaleza transitoria!"

En tanto, el concejal Luis Soto (UDI), aseveró que "a las declaraciones del Concejal Yury Zuñiga se suman las distintas declaraciones públicas de aliados de Jorge (Sharp) en su momento de campaña y que hoy, claramente se han desvinculado de él y se está quedando solo, sin el respaldo ciudadano y sólo con sus activistas políticos que tiene habitualmente para desarrollar su actuar político en la gestión municipal".

Para Soto, "las palabras de Yuri Zuñiga son entendibles y reflejan lo que vive y seguirá viviendo Jorge: La continua desafectación de muchos actores locales y ciudadanos".

"Creo que mi colega Concejal Yuri Zuñiga habla del alma y con una transparencia que conmueve a todos. Siento que en cierta forma me representa, ya que uno llega con las intenciones de contribuir con lo mejor de uno para el desarrollo de nuestra ciudad", sostuvo a su vez el concejal Claudio Reyes (Ind.)

El edil cree que "lo que sucedió en la sesión del Concejo en donde se votó la modificación del Plan Regulador fue una expresión que dista mucho de lo que debemos desarrollar para el futuro de nuestra ciudad, no puede ser que cuando el mismo compañero Yuri sale apoyando la posibilidad de acoger la altura de los 12 metros en un sector que es parte de la modificación, argumentando con esto la viabilidad de desarrollar en esos territorios proyectos de viviendas sociales, hayan saltado voces del público presente indicando que ellos no querían este tipo de viviendas allí y que se fueran a otras comunas como Quilpué y Villa Alemana".

Para Reyes, "este tipo de expresiones generan una desazón tremenda no tan sólo en los miembros del Concejo Municipal, sino que en todos los porteños, y nos debiera hacer reflexionar de que si realmente estamos haciendo bien las cosas o estamos alimentando una odiosidad que no es nada sana para la convivencia de los territorios en particular, como de la ciudad en general".

Por su parte, el concejal Marcelo Barraza (DC) coincidió con las palabras de Reyes, al afirmar que "nuestro compañero de labores Yuri Zúñiga habla desde el alma y eso tiene un tremendo valor. La discusión sobre las alturas permitidas tuvo un proceso complejo y para nadie fue un misterio la porfía infantil de parte de Jorge Sharp, en presentarla por 7 y 9 metros".

Para Barraza "el manejo de Jorge Sharp en el Concejo demostró que no supo conducir la discusión y permitió que se realizara una carnicería política con una presión indebida escandalosa, permitiendo todo tipo de faltas de respeto de pobladores que, efectivamente, fueron acarreados y vociferando que los subsidios sociales no deben realizarse en Valparaíso, sino que debían irse a otras comunas, una muestra de disgregación increíble. La gente convocada por Sharp no eran más de 20 personas, claramente direccionadas a ofender al Concejo y a los concejales que no tuvieran la misma postura que la gestión del Movimiento Autonomista".

En ese sentido, el concejal sostuvo que "Jorge Sharp entendía que se trataba de un gallito político y no de lo que la mayoría del Concejo había votado en primera instancia, donde la mayoría de nosotros votamos por los 12 metros, postura que también es apoyada por los concejales arquitectos, o sea, el expresidente del Colegio de Arquitectos apoya nuestra postura, lo que nos da a entender que estábamos votando lo mejor para la ciudad, pero la soberbia de Sharp no permitió llevar a cabo el proceso de manera diligente".

En tanto, el concejal Carlos Bannen (UDI) estima que "claramente existió un acarreo de personas por parte del alcalde Sharp. Esta práctica que tanto criticó en un comienzo, cada día es más habitual en él. Pero en esta oportunidad no sólo existió acarreo sino que coacción por parte de los presentes, incluso arrojando objetos a la mesa donde sesionamos, y Sharp, en vez de moderar los ánimos, los encendía, lo que era muy cómodo con un público a su favor".

Tanto Barraza como Bannen explicaron que el motivo que los llevó a reconsiderar su voto y cambiarlo en la segunda votación fue la reunión que sostuvieron ese día con el alcalde, el asesor urbanista y otros técnicos, en la que se les planteó que si aprobaban los 12 metros el proceso de modificación parcial del Plan Regulador Comunal (PRC) corría serio riesgo de no alcanzar a cerrarse antes del 26 de julio, fecha en la cual vence el congelamiento que actualmente rige para los permisos de edificación que superen los 12 metros de altura.

"Claramente, si se venía abajo por segunda vez el proceso, no alcanzaríamos a terminar antes de esa fecha. La consecuencia de ello es que se podrían construir torres en altura, lo que el Concejo en pleno hace más de un año zanjó que no quiere y, además, ello nunca estuvo en discusión, lo que muchos asistentes no comprendieron", explicó Bannen.

Por su parte, la concejala Ruth Cáceres (RN) consideró "lamentable lo que dice Yuri, ya que habla mal de él como concejal. No puede cambiar de opinión solo por la presión de la gente o como dice él, el acarreo que hizo el alcalde, que a mí no me consta, ya que es un tema transversal el PRC y la gente tiene el derecho a expresarse si no se sienten escuchada en un tema tan relevante. Yo lo lamento por él, porque quedó como una persona incompetente para el cargo que tiene".

A su vez, el concejal Eugenio Trincado (DC), el único que no cambió su voto tras la reunión con los técnicos, denunció "lo irregular del proceso, pues en el momento de la votación, la gente que llevó el alcalde para presionar a los concejales nos insultaron, el alcalde los dejó hablar, cosa que no está permitida, nos gritaron, y al alcalde le pedí que ordenara la sala. No me escuchó, y cuando nos tiraron objetos contundentes le pedí que desalojara la sala, pero dijo que no lo iba a hacer y se quedó de brazos cruzados mirando cómo se desarrollaban los acontecimientos y las agresiones a los concejales".

Trincado agregó que "después se suspendió la sesión, nos llevó a todos los concejales una oficina, y con argumentos dudosos, alejados de la realidad, convenció a los concejales de que si no se aprobaba su propuesta se iba a caer el proceso de la presentación que se iba a hacer del PRC a la Seremi, lo cual no era cierto, pero ante ese argumento, los concejales cedieron. Yo les insistí que no era así, que esos argumentos no eran válidos y que todo esto era irregular, pero él siguió presionando y los concejales cambiaron su voto".

Por otra parte, el edil expuso que "el día miércoles, en la sesión ordinaria, yo le hice notar al alcalde que había una irregularidad, porque se votó sobre otra votación ya efectuada, y lo que corresponde en ese caso es que la primera se revoque por acuerdo del Concejo, se anule, y ahí después se vuelve a votar. Eso no se hizo, por lo tanto, la segunda votación del martes está viciada".

Frente a ese escenario, Trincado aseguró que comparte "todo lo que ha dicho el compañero Yuri, en un 100%".

Tras la polémica sesión extraordinaria, el concejal Daniel Morales cree que "esto determinará el comportamiento del Concejo para lo que viene. Es importante gobernar con el Concejo, las maneras son importantes y esto, por lo tanto, no se puede descuidar".

El alcalde, Jorge Sharp, fue contactado por este Diario para que expusiera su versión, pero no quiso referirse al tema.

"¡Y todo este escándalo por tres metros de diferencia, en una modificación parcial de naturaleza transitoria!"

Daniel Morales, Concejal (Ind.)"

"La discusión sobre las alturas permitidas tuvo un proceso complejo y para nadie fue un misterio la porfía infantil de parte de Jorge Sharp"

Marcelo Barraza, Concejal (DC)"


Opiniones dividas ante idea de trasladar el terminal de buses

Opiniones divididas en el comercio del sector aledaño al Rodoviario de Viña del Mar generó la propuesta realizada por parlamentarios de la zona, Andrés Celis y Rodrigo González, de cambiar de lugar el terminal de buses a fin de descongestionar el lugar.

Y es que a falta de poco tiempo para que se lleve a cabo una nueva licitación del terminal de buses por los próximos 10 a 15 años, la congestión y caos vial que se produce en el sector, principalmente, en los días de fin de semana largo, motivó a los legisladores a presentar la iniciativa antes de que se inicie el proceso de licitación, que le generaría una renta anual al municipio viñamarino de unos $500 millones.

En ese contexto, el presidente de la Cámara de Comercio de Viña del Mar, Rodrigo Rozas, se mostró contrario a la idea propuesta por los diputados, pues éste "el motor del empuje del comercio, turismo y familias viñamarinas totalmente productivas".

"Si pensamos en la ciudad, en el desarrollo comercial y turístico de Viña del Mar, sería una equivocación irrecuperable trasladar el rodoviario a cualquier lugar periférico de la ciudad. Para entender la importancia de éste, debemos tener datos duros y saber que el flujo de personas anuales que genera este facilitador en al ciudad es de más de 2 millones de personas", dijo Rozas.

Y agregó: "Yo me preguntaría si los que proponen realmente esta idea ¿están enterados del beneficio real que presta la ubicación de los viñamarinos? Claramente, la problemática del tránsito no es un argumento válido como se dice. Hoy, los beneficios directos del rodoviario son más de 3.400 locales comerciales en sus diferentes categorías de negocios que son capaces de generar empleo e ingresos para la comuna. Hemos escuchado buenas iniciativas en las autoridades, pero esta, sin duda, es un error sólo por desconocimiento y no por malas intensiones".

Sin embargo, y contrario a lo planteado por Rozas, algunos comerciantes del entorno del terminal de buses reconocieron que no sería una mala idea un posible traslado del rodoviario, donde una de las opciones que se maneja es llevarlo al sector de El Salto.

Al respecto, Héctor González, dueño de la parrillada "Don Tito" (Arlegui #857), indicó "no veríamos con malos ojos que se materialice pues, en primer lugar, se descongestionaría una parte central de Viña del Mar y ayudaría a que las autoridades de la comuna se preocupen un poco más de la parte oriente de la ciudad".

A juicio de González, "el terminal ya está con un ciclo acabado y esta es una oportunidad para pensar en grande. Es interesante aportar un buen terminal de pasajeros para que el turista que venga lo pueda hacer con tranquilidad y vea que hay un terminal que permita iniciar sus vacaciones en buenos términos".

Por su parte, José Carrasco, representante legal de la zapatería "Dos Mundo" (Av. Valparaíso #930), manifestó que trasladar el rodoviario hacia otro sector como El Salto "tendría una mejor posibilidad de conectividad hacia otros sectores de la Región. Si a eso le sumamos que tendría una estación de Merval prácticamente en la puerta de ésta, sería un plus mucho mayor".

No obstante ello, aseguró que si el municipio decide avanzar en esto "debería anexar este sector a los beneficios que existen de la plaza de Viña hacia abajo. Es decir, tener una mejor vigilancia, tener una modernización de las veredas y calles, así como darnos la importancia que tenemos como ciudadanos de Viña".

"No veríamos con malos ojos que se materialice pues, en primer lugar, se descongestionaría una parte central de Viña del Mar"

Héctor González, Dueño parrilladas "Don Tito""

"Hemos escuchado buenas iniciativas de las autoridades, pero esta, sin duda, es un error sólo por desconocimiento y no por malas intensiones"

Rodrigo Rozas, Pdte. Cámara Comercio de Viña"

ediles cambiaron su votación : Luis Soto, Carlos Bannen, Iván Vuskovic, Yuri Zúñiga y Marcelo Barraza. 5

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Yo le hice notar al alcalde que había una irregularidad, porque se votó sobre otra votación ya efectuada".

Eugenio Trincado, concejal de Valparaíso, sobre polémica modificación del PRC

Philip Roth: ¿Cómo llegaste a escribir ese libro?

Acá la respuesta a todos quienes le preguntaron en vida cómo había construido"El Mal de Portnoy", su libro más polémico. En "Lecturas de mí mismo" el escritor fallecido esta semana aclara toda duda.
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nadie como roth escarbó antes tan profundamente en las penumbras de la sexualidad y en la intimidad de los habitantes de norteamérica.

El mal de Portnoy se formó a partir del naufragio de cuatro proyectos abandonados a los que había dedicado un considerable esfuerzo, desperdiciado, me parecía entonces, entre los años 1962-1967. Solo ahora veo que cada uno de ellos era una especie de bloque de construcción de lo que había de venir, y los abandoné uno tras otro debido a que realzaban, hasta excluir todo lo demás, lo que acabaría por convertirse en un fuerte elemento de El mal de Portnoy, pero que en sí mismo era menos que la totalidad del relato. Cierto que en aquel entonces no sabía por qué estaba tan insatisfecho con los resultados que obtenía.

El primer proyecto, iniciado poco después de la publicación de Deudas y dolores, era un manuscrito fantasioso y cómico de unas doscientas páginas titulado El muchacho judío, que trataba de la circunstancia de crecer en Newark como un asunto casi de folclore. Este borrador tendía a cubrir con una pátina de inventiva «encantadora» todo aquello que me resultaba realmente problemático y, como en ciertos tipos de sueños y relatos populares, daba a entender mucho más de lo que yo sabía examinar o confrontar en una narración. Sin embargo, había cosas que me gustaban y, cuando abandoné el libro, detestaba perder: la crudeza gráfica con que presentaba a los personajes y que estaba en consonancia con mis recuerdos de la infancia; la comedia y los diálogos jocosos que tenían el aire de números de vodevil y unas pocas escenas a las que tenía un cariño especial, como la apoteosis en la que el protagonista, un huérfano dickensiano (a quien encontró, metido en una caja de zapatos, un viejo mohel que lo circuncidó allí mismo, en una escena que ponía los pelos de punta) se fuga del domicilio de sus afectuosos padres adoptivos a los doce años y, con unos patines de cuchilla, parte a través del helado lago de Newark en pos de una rubita gentil cuyo nombre cree él que es Thereal McCoy. «¡No lo hagas!», le grita su padre, que es taxista (taxista porque los padres que conocía invariablemente habían gritado desde detrás del volante en uno u otro momento de exasperación: «¡Eso es lo único que soy para esta familia… un taxista!»). «Ten cuidado, hijo -le grita su padre-. ¡Estás patinando sobre delgado hielo!». A lo que el hijo rebelde y aventurero empeñado en perseguir a la deseable exótica replica: «Qué tonto eres, papá, eso es solo una expresión», ya, como se ve, especializado en lengua inglesa. «Es solo una expresión», aunque el hielo empieza a crujir y ceder bajo sus cuarenta y tantos kilos.

El segundo proyecto abandonado fue una obra de teatro titulada El buen muchacho judío. Insistía en la familia judía, su hijo y la chica gentil de este, a su manera una Abie's Irish Rose menos consoladora y más agresiva. Finalmente, en 1964, en el American Place Theatre, se leyó un borrador de la obra como un ejercicio de taller teatral, con Dustin Hoffman, que entonces era un actor de teatro experimental, al margen de las producciones de Broadway, en el papel principal. El problema estribaba en que las convenciones dramáticas realistas que había adoptado sin pensarlo demasiado (y de una manera estricta) no me proporcionaban el espacio que necesitaba para acceder a la vida secreta del personaje. Mi desconocimiento de la forma y mi timidez en su manejo, así como el mismo esfuerzo de colaboración, inhibían mi propia visión de las cosas y la volvían convencional, por lo que, después de la lectura, y en vez de proceder a la producción de la obra, decidí cortar por lo sano. Una vez más lo hice no sin cierta tristeza. La superficie de la obra (lo que el padre le decía a la madre, lo que ella le decía al hijo y este a la chica gentil) me parecía exacto y divertido. Sin embargo, la empresa carecía de la aptitud inventiva y la exuberancia sentimental que le habían dado a El muchacho judío la calidad que tenía, fuera la que fuese.

Así pues, la lucha que estaba en el origen de las dificultades de Alexander Portnoy y que motivaba su queja se encontraba todavía tan descentrada en aquellos primeros años de trabajo que todo lo que yo podía hacer era recapitular técnicamente el problema del personaje, contando primero el lado soñador y fantástico del relato y luego escribiéndolo en unos términos más convencionales y con unos medios relativamente mesurados. Hasta que encontré, en la persona de un hombre que tiene conflictos y se somete al psicoanálisis, la voz que podía hablar tanto por el «muchacho judío» (con todo lo que estas palabras significan tanto para un judío como para un gentil acerca de la agresión, el apetito y la marginalidad) y al «buen muchacho judío» (y lo que implica ese epíteto acerca de la represión, la respetabilidad y la aceptación social) no pude completar una narración que era la expresión, en vez de un síntoma, del dilema en que se encuentra el personaje.

Mientras hacía frustradas incursiones en lo que años después surgiría como El mal de Portnoy, también escribía con intermitencias imprecisos borradores de una novela que tenía diversos títulos, según iban variando el tema y las prioridades: Time Away, In the Middle of America y Saint Lucy, y que se publicó en 1967 como Cuando ella era buena. Este continuo vaivén de un proyecto parcialmente realizado a otro es bastante característico de la evolución de mi obra y la manera en que me enfrento a la frustración y la incertidumbre literarias, y me sirve como un medio tanto para refrenar la «inspiración» como para entregarme a ella. Un aspecto de la idea es mantener vivas narraciones que extraen su energía de distintas fuentes, de modo que cuando las circunstancias se combinan para despertar a una u otra de las bestias dormidas, tiene a su alcance una res muerta de la que puede alimentarse.

A mediados de 1966, tras completar el manuscrito de Cuando ella era buena, casi de inmediato me puse a escribir un monólogo bastante largo, al lado del cual las fétidas indiscreciones de El mal de Portnoy parecerían obra de Louisa May Alcott. No tenía la menor idea de adónde iba, y sería más acertado decir de mi actividad que jugaba (en el fango, si queréis) en vez de que escribía o «experimentaba», ese comodín tan utilizado con sus halagadoras implicaciones de valiente pionero y desinteresado abandono de uno mismo.

Pronunciaba ese diálogo uno de aquellos conferenciantes que solían visitar escuelas, iglesias y grupos sociales y mostraban diapositivas de maravillas naturales. Mi proyección de diapositivas, efectuada en la oscuridad y con un puntero, y acompañada por continuos comentarios, que incluían anécdotas cómicas e ilustrativas, consistía en ampliaciones a color de partes pudendas, delanteras y traseras, de los famosos. Actores y actrices, por supuesto, pero sobre todo, puesto que la finalidad era educativa, distinguidos autores, estadistas, científicos, etc. Era blasfemo, mezquino, estrafalario, escatológico, carente de gusto, vehemente y, creo que en gran medida por timidez, no lo finalicé… pero enterradas en las sesenta o setenta páginas había varios millares de palabras sobre el tema de la masturbación adolescente, un interludio personal del conferenciante, que al releerlo me pareció divertido y veraz y digno de que lo salvara, aunque solo fuese porque era el único texto prolongado sobre el tema que recordaba haber leído en una narración.

No es que en aquel entonces hubiera podido escribir adrede sobre la masturbación y conseguir algo tan marcadamente íntimo. Más bien se diría que necesité todo ese desenfreno y jocosa rudeza, el júbilo, que es como yo lo experimenté, para abordar el tema. Saber que lo que escribía acerca de los testículos del presidente Johnson, el ano de Jean Genet, el pene de Mickey Mantle, los senos de Margaret Mead y el vello púbico de Elizabeth Taylor era impublicable (la francachela de un escritor que sería mejor que no viera la luz del día) era precisamente lo que me permitía bajar la guardia y escribir con cierta extensión sobre la actividad solitaria de la que es tan difícil hablar y que sin embargo está tan a mano. Escribir acerca del acto había sido para mí, por lo menos al principio, tan secreto como el mismo acto.

Más o menos conjuntamente con este ejercicio de voyerismo sin título, que pretendía ampliar y examinar en una pantalla iluminada las partes pudendas del prójimo, empecé a escribir un relato con un fuerte componente autobiográfico basado en mi propia educación en Nueva Jersey. A falta de algo más inspirado, tan solo como una especie de título genérico, denominé el primer borrador de varios centenares de páginas Retrato del artista. Pensaba que si me ceñía a los hechos y reducía la brecha entre lo real y lo inventado, podría conseguir un relato que reflejaría el carácter distintivo judío de mi procedencia. Pero cuanto más me ceñía a la realidad y lo estrictamente autobiográfico, tanto menos resonante y reveladora resultaba la narración.

Acá destacamos cinco, pero son treinta y tres los libros que publicó Philip Roth (1933-2018). Esta semana The New Yorker, revista en el que colaboró durante toda su carrera, anunció la muerte del maestro de la irreverencia, a los 85 años de edad. Roth había dicho, en vísperas de recibir el Premio Príncipe de Asturias que "Némesis" sería el último libro que dejaría en las estanterías del mundo. Y así fue. En el camino sembró historias imborrables y provocadoras para la sociedad estadounidense: "Pastoral Americana", "El Mal de Portnoy" e "Indignación" fueron algunos de los libros más celebrados por la crítica y los lectores. Todos ellos fueron llevados al cine, con mayor o menor elegancia. "Pastoral Americana" recibió el Pulitzer. Y "El Mal de Portnoy" puso la fama a sus pies. Es un monólogo íntimo de un joven judío soltero que le muestra a su psicoanalista las contradicciones morales a las que se ve sometido. Roth para llegar a esta voz hace varios intentos (ver texto principal) hasta que consigue situarse en la entonación adecuada, hurgando en sí mismo, pero a la vez, dejando libre toda la moral americana que lo sujetaba. Para entrar en Roth también están las "Lecturas de mí mismo", ensayos donde él explica todo lo que se le cruza.

Con esta novela, escrita en 1997, el autor ganó el Premio Pulitzer. Zuckerman, "El Sueco" Levov encarnaba la idea de que a pesar del origen se podía triunfar en EEUU. Hasta que una desgracia cambia todo. Esta obra fue la primera novela de una Trilogía estadounidense que continuó con "Me casé con un comunista" y "La Mancha humana".De este libro se hizo una película.


Pastoral Americana

Philip Roth

Sello DEBOLS!LLO 512 págs.

$ 8 mil.

"Lecturas de mí mismo" son crónicas y artículos periodísticos que Roth escribió durante los años 1959 y 1984: ideas sobre béisbol, judíos norteamericanos, los escritores que lo inspiraron (Kafka, Kundera), su propia manera de escribir y de pensar, escándalos sexuales en ambientes católicos, artículos de prensa y esa entrevista que el París Review le hizo en extenso.


Lecturas de mí mismo

Philip Roth

Sello DEBOLS!LLO 320 págs.

$ 10 mil.


La conjura de América

Philip Roth Sello Mondadori 432 págs.

$ 13 mil.

Fue publicada en 1969 y es el monólogo de un judío soltero (Portnoy) que confiesa a su psicoanalista (Dr. Spielvogel) distintas escenas de su vida en las que se ve arrastrado a la lujuria. Roth escribió en su libro que el "Mal de Portnoy" era un desorden en el que fuertes impulsos altruistas están en constante conflicto con deseos sexuales, generalmente de naturaleza perversa.


El mal de Portnoy

Philip Roth

Sello DEBOLS!LLO

312 págs.

$ 8 mil.


Indignación

Philip Roth

Sello DEBOLS!ILLO 176 págs.

$ 9 mil.

Por Phillip Roth

"El mal de Portnoy se formó a partir del naufragio de cuatro proyectos a los que había dedicado un considerable esfuerzo"

AP Photo/Richard Drew

Cinco caminos para entender a Roth

"Escribí un monólogo bastante largo, al lado del cual las fétidas indiscreciones de El mal de Portnoy parecerían obra de May Alcott"

"Era blasfemo, mezquino, estrafalario, escatológico, carente de gusto, vehemente y, creo que en gran medida por timidez, no lo finalicé…"