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¿Y las señales del Presidente para las regiones? Cuenta Pública y proyecto de gobierno

¿Para regiones? La ampliación del Merval y de la red del Bío-Bío. Así, como lo leyó, sin mayores especificaciones y haciendo un notorio paréntesis en el tenor práctico y concreto de sus anuncios. Mala señal.
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Al escuchar la Cuenta Pública del Presidente Sebastián Piñera pudimos apreciar con cierta claridad su particular impronta gestora. En esa línea, el poco espacio para ambigüedades en su discurso nos permite leer bastante bien la hoja de ruta del Ejecutivo.

Pese a llevar pocos meses en La Moneda, se han tomado una serie de decisiones que vienen a ratificar estas percepciones iniciales. Las medidas para la protección de la infancia, la reforma a las políticas migratorias, la agenda de igualdad de género, las medidas de seguridad ciudadana, la prohibición de bolsas plásticas, el avance en tratados de libre comercio con Argentina y Brasil, el plan de responsabilidad fiscal y la ley de pago oportuno a PYMEs, son sólo algunas de las tantas medidas que el Gobierno ha tratado de impulsar desde marzo.

Por otro lado, el sentido de urgencia y la capacidad de gestión se ven ciertamente ratificados con los nuevos anuncios que hizo el Primer Mandatario. Hablamos, por ejemplo, de la nueva ley de adopción, el derecho universal a sala cuna, del acceso gratuito a jardines, del nuevo sistema único de créditos (eliminación del CAE), del auge mayor, del fortalecimiento del pilar solidario en pensiones y de las reformas al sistema de atención primaria en salud.

Como hemos mencionado, en base a todo lo anterior podemos intuir con cierta facilidad la verdadera voluntad de Piñera. Por eso mismo, llaman la atención algunos contrastes en la manera de tratar ciertos tópicos. El caso de movilidad y transporte fue, quizás, el más emblemático. El Presidente anuncia, en términos bastante precisos, la ampliación de la red de metro de Santiago en 57 kms adicionales, dando el inicio a las obras de la línea 7, de la línea 8 y de la línea 9, la cual conectará el centro de Santiago con La Pintana. Además, anuncia la ampliación de la línea 4, que unirá la plaza de Puente Alto con el sector de Bajos de Mena. Así, el 50% de la población capitalina se encontrará en algunos años a sólo pasos del metro. ¿Para regiones? La ampliación del Merval y de la red del Bío-Bío. Así, como lo leyó, sin mayores especificaciones y haciendo un notorio paréntesis en el tenor práctico y concreto de sus anuncios. Mala señal.

Este acercamiento, claramente capitalino, se aprecia también en el anuncio concreto de la eliminación de las barreras en los peajes, iniciativa que el mismo ministro de Obras Públicas reconoció que afectará inicialmente a los habitantes de la capital, pues entendía -correctamente, por cierto- que un provinciano común no suele utilizar dispositivos como el TAG.

El Presidente tiene bastante claro que el ahorro de tiempo en movilidad implica ganar espacios de familia, amigos, deportes, ocio y cultura. "De eso se tratan los tiempos mejores", sostuvo. Pero la duda razonable de cualquier ciudadano es si esos tiempos mejores acaso se expandirán también fuera de Santiago.

Y es que esta "duda razonable" se agudizó aún más cuando el Jefe de Estado se refirió a la descentralización y a la equidad territorial. Entre aplausos, el Ejecutivo anuncia la transferencia de funciones y responsabilidades hacia las regiones. Lo raro, sin embargo, es que la ley de traspaso de competencias fue aprobada en el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Al contrario, lo que sí parece ser iniciativa suya es el anuncio de un mayor control centralizado respecto de los estados financieros de los gobiernos locales y regionales. Si bien nadie podría estar en contra de mayor control, llama profundamente la atención que el Ejecutivo no haya realizado absolutamente ninguna mención al proyecto de ley de rentas regionales, esencial para promover una descentralización efectiva. Mala señal.

Recordando a O'Higgins y el Padre Hurtado, el Presidente Sebastián Piñera reconocía que tenemos una "responsabilidad con la tierra que heredamos". Simplemente esperamos que la responsabilidad sea con todas, y no sólo con Santiago.

El Presidente Sebastián Piñera entregó su primera Cuenta Pública a la Nación. Una lectura más analítica exige centrar el análisis en el trasfondo de ésta más que en el conjunto de anuncios y medidas de políticas. Normalmente, se espera que la primera Cuenta Pública nos oriente sobre la dirección o norte escogido. El proyecto de gobierno define no sólo la propuesta de objetivos y medios, que compromete un cambio hacia una situación esperada, sino que también, determina cual será el estilo de ese gobierno.

Lo que constatamos es que próximos a los primeros cien días de gestión, la actual administración no ha logrado forjar una identidad. Hay que recordar que en su primer mandato el gobierno de Piñera se caracterizó por carecer de relato. Su foco en la gestión y eficacia directiva -que derivó en una distante impronta tecnocrática de los asuntos públicos- a muy poco andar termino mostrando serios problemas de capacidad de gobierno para procesar problemas y ofrecer respuestas.

Esta segunda administración arrancó su gestión de forma auspiciosa. Con enormes expectativas, producto de un triunfo electoral indiscutible, con una coalición ordenada, un liderazgo claro y con una economía al alza y apoyo de actores claves. Además, en contraste con el gobierno que terminaba, el punto de comparación aparecía muy bajo. Bastó con algunas medidas de efecto comunicacional, próximas al fondo simbólico de los gobiernos de derecha, como la señal de autoridad frente a Carabineros, el foco en la gestión eficaz para abordar la crisis del Sename o el llamado a la unidad nacional, expresado en la convocatoria a los cinco grandes acuerdos nacionales. Estas acciones buscaban mostrar de manera eficaz el manejo simbólico de lo inmediato por parte de La Moneda.

De allí que se espera que como corresponde a todos los gobiernos a la hora de comunicar -y ese momento privilegiado lo es la Cuenta Pública-, se tenga un itinerario socialmente aceptado o, por lo menos, busque instalarlo para evitar caer en el cortoplacismo y salir de la trampa de la inmediatez.

El relato contrariamente a lo que se piensa, discursivamente debe ser breve ya que no constituye un compendio de todas las políticas públicas que lo sustentan. Es más propio que las medidas de políticas formen parte de la propuesta electoral que del proyecto de gobierno. Esto, porque se espera que a partir del relato se configure.

A juzgar por el discurso del Presidente Piñera, el objetivo por instalar una narrativa acerca de la identidad de su gobierno resultó un intento fallido. Si bien en los días previos se habló de una suerte de hoja de ruta, que trazara la trayectoria del gobierno en los próximos años, al discurso le faltó el continente para el contenido -expresado en el conjunto de medidas anunciadas- que posibilite la creación de consensos y permita vincular al ciudadano con el gobierno para hacerlo sentir parte de él. Esto es, que haga ver la realidad de una determinada manera, de modo tal de movilizar, fortalecer decisiones y justificar realizaciones.

En clave de comunicación gubernamental, la Cuenta Pública fue la última oportunidad que tuvo Piñera para instalar una narrativa que le diera dirección, voluntad y justificación a su apuesta de cambio. A juzgar por el discurso, la Cuenta Pública no habría cumplido con el objetivo de constituirse en un vector de identidad que permita con su mensaje encaminar la acción del gobierno en los próximos meses.

Director de Estudios de Fundación P!ensa y Académico UAI

Marco Moreno

Decano Facultad de Gobierno

Universidad Central de Chile

Pedro Fierro Zamora