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La madre de un conductor ebrio muere en trágico accidente en Viña

VIÑA DEL MAR. Funcionario de Sapu de Nueva Aurora, que no tenía licencia, desbarrancó vehículo en Recreo. Fue formalizado por ley Emilia y quedó en prisión preventiva por el plazo de 90 días fijado para la investigación.
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Belén Velásquez Neracher

Notoriamente afectado -y entre sollozos- fue formalizado ayer en Viña del Mar el conductor que, en estado de ebriedad, manejaba el vehículo que en la madrugada del mismo día desbarrancó en el sector de Recreo Alto, dejando fallecida a una mujer de 69 años: su madre.

Se trata de Tomislav Derpich Pacheco, de 35 años, quien a eso de las 00.30 horas del sábado conducía un móvil marca Peugeot por la calle Rodrigo de Triana, en dirección a la costa, donde -por causas que se investigan- perdió el control del auto precipitándose hacia la quebrada del lugar.

Según las primeras observaciones realizadas por personal policial del cuadrante cuatro de Recreo, en la trayectoria que el móvil realizó mientras caía, la madre del conductor -que iba de copiloto- salió eyectada, tras lo cual falleció instantáneamente luego de ser aplastada por el mismo auto.

Ante la tragedia, los vecinos del lugar se alertaron de la situación al escuchar los desesperados gritos que Derpich vociferaba en búsqueda de su malograda progenitora.

Nicolás Donoso, quien vive a metros del sitio del suceso, relató que "sentí bulla, me asomé y no vi nada... como a los cinco minutos empecé a sentir gritos de 'mamá, ¿dónde estás?'. Yo pensé que era un tipo cura'o que había quedado afuera de su casa, pero después los gritos eran más desesperados y el hombre empezó a gritar '¡Mi mamá está muerta!'… estaba como en estado de shock, los gritos eran desgarradores".

Asimismo, Cristián Meza, vecino del frente, contó que "se le notaba que estaba bajo la influencia del alcohol. Estaba en estado de shock, no podía caminar, se tiró al suelo, empezó a gritar, pero lo que uno más notaba es que se encontraba realmente ebrio y bien desesperado".

En este escenario es que personal de la Tenencia de Carabineros de Recreo recibió un llamado informando de lo sucedido, constituyéndose en el lugar de los hechos.

El jefe de la mencionada unidad policial, teniente Bastián Insunza, explicó que los uniformados "descendieron a la quebrada y se encontraron con el conductor del móvil en estado de ebriedad. Se encontraba buscando a su madre de forma desesperada, ya que no la encontraba, entonces el personal policial se suma a la búsqueda de esta señora, la cual se encontraba bajo el vehículo que conducía el hijo", quien "no mantenía licencia de conductor y nunca la había obtenido", sostuvo el oficial. En este contexto, Derpich fue sometido a la prueba respiratoria de alcotest, arrojando un resultado de 1,56 gramos de alcohol por litro de sangre, lo que -de acuerdo a la legislación- constituye el delito de conducción en estado de ebriedad, en este caso con resultado de muerte. El hombre fue detenido y pasó al control de detención que se realizó ayer cerca de las 13 horas en el Juzgado de Garantía de Viña del Mar.

En la audiencia el detenido se mostró visiblemente afectado, sin poder contener su llanto cada vez que los abogados intervinientes relataban los hechos que culminaron con la vida de su madre, quien fue identificada como Margarita Pacheco Donoso.

Tras la imputación de cargos, el fiscal jefe de la Ciudad Jardín, Fernando Hoot, solicitó la prisión preventiva porque -a su criterio- el detenido era un peligro para la sociedad.

Desde la Defensoría Penal Pública, la abogada representante de la entidad no discutió lo relatado por el persecutor, pues "hay hechos objetivos, con resultados objetivos", sin embargo discutió la medida cautelar, argumentando que "mi representado no cuenta con antecedentes (…) . También voy a apelar a que la persona que resultó fallecida en estos hechos es la madre de mi representado, que se encuentra evidentemente afectado. Aplicar la medida cautelar de prisión preventiva implicaría otros eventos como por ejemplo no poder asistir al funeral de su madre, suficiente castigo ya está recibiendo", por lo que la abogada propuso el arresto domiciliario total.

Sin embargo, el juez Roberto Pinto, acogió la solicitud de la Fiscalía, siendo categórico en su resolución: "Así como mató a su madre, pudo haber matado a cualquiera, a cualquier familia y en ese sentido estimo que esta persona es peligrosa. Tiene una pena mínima muy alta, por lo que se decreta la prisión preventiva por peligro para la sociedad".

Al finalizar la instancia judicial, el fiscal Hoot explicó que en un eventual juicio oral, el imputado se expone a penas entre tres años y un día y 10 años de presidio, donde podría funcionar como agravante el hecho de nunca haber tenido licencia para conducir. "La ley establece que por al menos un año, no existe la posibilidad de pena sustitutiva para este delito. La agravante aumenta un grado la pena respecto de la que se impusiera en otras circunstancias".

Pero éste no fue el único hecho ligado al consumo irresponsable de alcohol durante el día de ayer, pues cerca de las 8 de la mañana, el conductor de un vehículo menor perdió el control de éste, volcándose en la avenida España, a la altura del Club de Yates. A la llegada de los equipos de emergencia, éstos pudieron verificar que ambos ocupantes se encontraban en evidente estado de ebriedad, lo que derivó incluso en agresión a quienes socorrían a los afectados.

"El acompañante se puso agresivo con personal policial, por ende es subido al vehículo policial para retenerlo y verificar el estado de salud del conductor. Ambos se encontraban bajo los efectos del alcohol. El choque fue de alta energía porque el motor salió de su base y fue a parar a unos 10 metros del lugar del hecho", explicó el teniente Bastián Insunza, quien indicó que las causas del accidente se encuentran en investigación, pero que "se presume un exceso de velocidad" acompañado del estado etílico del chofer.

El comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, Rodrigo Romo, sostuvo que en los rescates vehiculares "muchas veces cuando se sale de madrugada los fines de semana hay agresiones hacia los bomberos debido a que la gente que va bajo los efectos del alcohol no reacciona bien", lo que dificulta el trabajo de rescate, explicó.

Por su parte, Carolina Figueroa, presidenta de la Fundación Emilia, manifestó la necesidad de replantear las campañas que desincentivan el consumo de alcohol al volante y enfocarlas hacia acompañantes porque "no se ha logrado incorporar a toda la sociedad dentro de un cambio cultural. Finalmente las campañas siguen focalizadas en los conductores en estado de ebriedad -hemos bajado los índices-, pero hay que incorporar otros elementos. No puede ser que un copiloto se suba a un auto con un conductor ebrio y sienta que no tiene ninguna responsabilidad, tienen que ser entes fiscalizadores también".

En ese sentido, Figueroa sostuvo que ha habido un cambio en el perfil de quienes no respetan la denominada ley Emilia, pues antes los infractores eran principalmente personas que bordeaban los 50 años, "ahora el conductor que sigue sin entender el mensaje va desde los 30 hasta los 45 y para allá hay que apuntar las campañas y pedir que la sociedad -en su conjunto- se haga corresponsable.

"Así como mató a su madre, pudo haber matado a cualquiera, a cualquier familia y en ese sentido estimo que esta persona es peligrosa. Tiene una pena mínima muy alta, por lo que se decreta la prisión preventiva"

Roberto Pinto Juez de garantía de Viña del Mar"

Atropello en la ruta 68 deja un fallecido

Una persona fallecida dejó un accidente de tránsito que durante la noche del viernes se registró en el kilómetro 71 de la ruta 68, hacia Valparaíso. Según los antecedentes recopilados por la Siat de Carabineros de Peñuelas, una camioneta impactó a la víctima -un hombre adulto que cruzó en un lugar no habilitado- y tras el hecho hizo algunos giros y movimientos que produjeron que el vehículo chocara con otro móvil menor que iba en la misma dirección. El teniente Humberto Mella descartó presencia de alcohol en los conductores e indicó que se está a la espera de los peritajes realizados en el fallecido.


Casos emblemáticos con imputados bajo "ley Emilia" en la Región de Valparaíso

A sólo días de que entrara en vigencia la "Ley Emilia", en septiembre de 2014, en Viña del Mar se registró el primer caso a nivel nacional de la entonces nueva legislación. Se trató de la víctima Pablo Ascencio, atropellado por Gonzalo Rojas en la intersección de 5 Norte con avenida San Martín. En aquella causa, liderada por el fiscal Roberto Depaux, el imputado fue condenado y al enterar un año privado de libertad, comenzó a cumplir una pena sustitutiva.

En enero de 2016, Rosa Díaz, de 83 años, fue atropellada en cerro Placeres de Valparaíso mientras atravesaba un paso de cebra. La víctima falleció 12 horas después y el responsable fue condenado, quedando privado de libertad.

El mismo año, pero en diciembre, Claudio Montiel, le quitó la vida a Jaime Moreno, en Quillota. En base a este caso se inició una campaña denominada "Justicia para 'Tatán". Esta causa mantiene al imputado en prisión preventiva en espera del juicio oral.

En julio del año pasado, Juan Pablo Calfún fue atropellado en avenida Errázuriz con Francia, en Valparaíso, falleciendo días más tarde. En este caso, la víctima caminaba por la calzada de la calle tras haber consumido alcohol, sin embargo el chofer que lo impactó se dio a la fuga sin auxiliar a la víctima. Actualmente se mantiene con medidas cautelares y la investigación sigue abierta.

Durante el verano de este año, en el sector de Caleta Abarca, un sujeto atropelló y mató a un cuidador de vehículos para luego darse a la fuga a través de la línea del metro. Hoy el imputado cumple prisión preventiva en un hospital psiquiátrico de la zona y se encuentra a la espera del juicio oral.

Desde la Fundación Emilia señalaron que Valparaíso está dentro de las 5 primeras regiones con índices de huida de conductores que protagonizan siniestros viales.

La madre de un conductor ebrio muere en trágico accidente en Viña

VIÑA DEL MAR. Funcionario de Sapu de Nueva Aurora, que no tenía licencia, desbarrancó vehículo en Recreo. Fue formalizado por ley Emilia y quedó en prisión preventiva por el plazo de 90 días fijado para la investigación.
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Belén Velásquez Neracher

Notoriamente afectado -y entre sollozos- fue formalizado ayer en Viña del Mar el conductor que, en estado de ebriedad, manejaba el vehículo que en la madrugada del mismo día desbarrancó en el sector de Recreo Alto, dejando fallecida a una mujer de 69 años: su madre.

Se trata de Tomislav Derpich Pacheco, de 35 años, quien a eso de las 00.30 horas del sábado conducía un móvil marca Peugeot por la calle Rodrigo de Triana, en dirección a la costa, donde -por causas que se investigan- perdió el control del auto precipitándose hacia la quebrada del lugar.

Según las primeras observaciones realizadas por personal policial del cuadrante cuatro de Recreo, en la trayectoria que el móvil realizó mientras caía, la madre del conductor -que iba de copiloto- salió eyectada, tras lo cual falleció instantáneamente luego de ser aplastada por el mismo auto.

Ante la tragedia, los vecinos del lugar se alertaron de la situación al escuchar los desesperados gritos que Derpich vociferaba en búsqueda de su malograda progenitora.

Nicolás Donoso, quien vive a metros del sitio del suceso, relató que "sentí bulla, me asomé y no vi nada... como a los cinco minutos empecé a sentir gritos de 'mamá, ¿dónde estás?'. Yo pensé que era un tipo cura'o que había quedado afuera de su casa, pero después los gritos eran más desesperados y el hombre empezó a gritar '¡Mi mamá está muerta!'… estaba como en estado de shock, los gritos eran desgarradores".

Asimismo, Cristián Meza, vecino del frente, contó que "se le notaba que estaba bajo la influencia del alcohol. Estaba en estado de shock, no podía caminar, se tiró al suelo, empezó a gritar, pero lo que uno más notaba es que se encontraba realmente ebrio y bien desesperado".

En este escenario es que personal de la Tenencia de Carabineros de Recreo recibió un llamado informando de lo sucedido, constituyéndose en el lugar de los hechos.

El jefe de la mencionada unidad policial, teniente Bastián Insunza, explicó que los uniformados "descendieron a la quebrada y se encontraron con el conductor del móvil en estado de ebriedad. Se encontraba buscando a su madre de forma desesperada, ya que no la encontraba, entonces el personal policial se suma a la búsqueda de esta señora, la cual se encontraba bajo el vehículo que conducía el hijo", quien "no mantenía licencia de conductor y nunca la había obtenido", sostuvo el oficial. En este contexto, Derpich fue sometido a la prueba respiratoria de alcotest, arrojando un resultado de 1,56 gramos de alcohol por litro de sangre, lo que -de acuerdo a la legislación- constituye el delito de conducción en estado de ebriedad, en este caso con resultado de muerte. El hombre fue detenido y pasó al control de detención que se realizó ayer cerca de las 13 horas en el Juzgado de Garantía de Viña del Mar.

En la audiencia el detenido se mostró visiblemente afectado, sin poder contener su llanto cada vez que los abogados intervinientes relataban los hechos que culminaron con la vida de su madre, quien fue identificada como Margarita Pacheco Donoso.

Tras la imputación de cargos, el fiscal jefe de la Ciudad Jardín, Fernando Hoot, solicitó la prisión preventiva porque -a su criterio- el detenido era un peligro para la sociedad.

Desde la Defensoría Penal Pública, la abogada representante de la entidad no discutió lo relatado por el persecutor, pues "hay hechos objetivos, con resultados objetivos", sin embargo discutió la medida cautelar, argumentando que "mi representado no cuenta con antecedentes (…) . También voy a apelar a que la persona que resultó fallecida en estos hechos es la madre de mi representado, que se encuentra evidentemente afectado. Aplicar la medida cautelar de prisión preventiva implicaría otros eventos como por ejemplo no poder asistir al funeral de su madre, suficiente castigo ya está recibiendo", por lo que la abogada propuso el arresto domiciliario total.

Sin embargo, el juez Roberto Pinto, acogió la solicitud de la Fiscalía, siendo categórico en su resolución: "Así como mató a su madre, pudo haber matado a cualquiera, a cualquier familia y en ese sentido estimo que esta persona es peligrosa. Tiene una pena mínima muy alta, por lo que se decreta la prisión preventiva por peligro para la sociedad".

Al finalizar la instancia judicial, el fiscal Hoot explicó que en un eventual juicio oral, el imputado se expone a penas entre tres años y un día y 10 años de presidio, donde podría funcionar como agravante el hecho de nunca haber tenido licencia para conducir. "La ley establece que por al menos un año, no existe la posibilidad de pena sustitutiva para este delito. La agravante aumenta un grado la pena respecto de la que se impusiera en otras circunstancias".

Pero éste no fue el único hecho ligado al consumo irresponsable de alcohol durante el día de ayer, pues cerca de las 8 de la mañana, el conductor de un vehículo menor perdió el control de éste, volcándose en la avenida España, a la altura del Club de Yates. A la llegada de los equipos de emergencia, éstos pudieron verificar que ambos ocupantes se encontraban en evidente estado de ebriedad, lo que derivó incluso en agresión a quienes socorrían a los afectados.

"El acompañante se puso agresivo con personal policial, por ende es subido al vehículo policial para retenerlo y verificar el estado de salud del conductor. Ambos se encontraban bajo los efectos del alcohol. El choque fue de alta energía porque el motor salió de su base y fue a parar a unos 10 metros del lugar del hecho", explicó el teniente Bastián Insunza, quien indicó que las causas del accidente se encuentran en investigación, pero que "se presume un exceso de velocidad" acompañado del estado etílico del chofer.

El comandante del Cuerpo de Bomberos de Valparaíso, Rodrigo Romo, sostuvo que en los rescates vehiculares "muchas veces cuando se sale de madrugada los fines de semana hay agresiones hacia los bomberos debido a que la gente que va bajo los efectos del alcohol no reacciona bien", lo que dificulta el trabajo de rescate, explicó.

Por su parte, Carolina Figueroa, presidenta de la Fundación Emilia, manifestó la necesidad de replantear las campañas que desincentivan el consumo de alcohol al volante y enfocarlas hacia acompañantes porque "no se ha logrado incorporar a toda la sociedad dentro de un cambio cultural. Finalmente las campañas siguen focalizadas en los conductores en estado de ebriedad -hemos bajado los índices-, pero hay que incorporar otros elementos. No puede ser que un copiloto se suba a un auto con un conductor ebrio y sienta que no tiene ninguna responsabilidad, tienen que ser entes fiscalizadores también".

En ese sentido, Figueroa sostuvo que ha habido un cambio en el perfil de quienes no respetan la denominada ley Emilia, pues antes los infractores eran principalmente personas que bordeaban los 50 años, "ahora el conductor que sigue sin entender el mensaje va desde los 30 hasta los 45 y para allá hay que apuntar las campañas y pedir que la sociedad -en su conjunto- se haga corresponsable.

"Así como mató a su madre, pudo haber matado a cualquiera, a cualquier familia y en ese sentido estimo que esta persona es peligrosa. Tiene una pena mínima muy alta, por lo que se decreta la prisión preventiva"

Roberto Pinto Juez de garantía de Viña del Mar"

Atropello en la ruta 68 deja un fallecido

Una persona fallecida dejó un accidente de tránsito que durante la noche del viernes se registró en el kilómetro 71 de la ruta 68, hacia Valparaíso. Según los antecedentes recopilados por la Siat de Carabineros de Peñuelas, una camioneta impactó a la víctima -un hombre adulto que cruzó en un lugar no habilitado- y tras el hecho hizo algunos giros y movimientos que produjeron que el vehículo chocara con otro móvil menor que iba en la misma dirección. El teniente Humberto Mella descartó presencia de alcohol en los conductores e indicó que se está a la espera de los peritajes realizados en el fallecido.


Casos emblemáticos con imputados bajo "ley Emilia" en la Región de Valparaíso

A sólo días de que entrara en vigencia la "Ley Emilia", en septiembre de 2014, en Viña del Mar se registró el primer caso a nivel nacional de la entonces nueva legislación. Se trató de la víctima Pablo Ascencio, atropellado por Gonzalo Rojas en la intersección de 5 Norte con avenida San Martín. En aquella causa, liderada por el fiscal Roberto Depaux, el imputado fue condenado y al enterar un año privado de libertad, comenzó a cumplir una pena sustitutiva.

En enero de 2016, Rosa Díaz, de 83 años, fue atropellada en cerro Placeres de Valparaíso mientras atravesaba un paso de cebra. La víctima falleció 12 horas después y el responsable fue condenado, quedando privado de libertad.

El mismo año, pero en diciembre, Claudio Montiel, le quitó la vida a Jaime Moreno, en Quillota. En base a este caso se inició una campaña denominada "Justicia para 'Tatán". Esta causa mantiene al imputado en prisión preventiva en espera del juicio oral.

En julio del año pasado, Juan Pablo Calfún fue atropellado en avenida Errázuriz con Francia, en Valparaíso, falleciendo días más tarde. En este caso, la víctima caminaba por la calzada de la calle tras haber consumido alcohol, sin embargo el chofer que lo impactó se dio a la fuga sin auxiliar a la víctima. Actualmente se mantiene con medidas cautelares y la investigación sigue abierta.

Durante el verano de este año, en el sector de Caleta Abarca, un sujeto atropelló y mató a un cuidador de vehículos para luego darse a la fuga a través de la línea del metro. Hoy el imputado cumple prisión preventiva en un hospital psiquiátrico de la zona y se encuentra a la espera del juicio oral.

Desde la Fundación Emilia señalaron que Valparaíso está dentro de las 5 primeras regiones con índices de huida de conductores que protagonizan siniestros viales.

Álvaro Bisama en la ciudad de la furia

Alejado de la crítica de televisión, el escritor llega este invierno con su sexta novela a las estanterías nacionales. Se trata de "Laguna", libro que lo trae de vuelta a la ficción cabalgando sobre una pesadilla. Es un terror difuso con la cara de un psicópata que acecha entre las calles de Viña.
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Laguna sucede en una sola noche, sobre un lada cargado de armas. Bisama describe una Viña del mar noventera, oscura y media trash.

Es febrero de 1992 y un Lada rojo avanza bajo los tambores de Phil Collins por calles desiertas entre Quilpué y Viña del Mar. El innombrado protagonista es un sureño que estudia en Valparaíso y que ha vuelto antes del inicio de clases. Lo acompaña el Chino, un falso hippie que canta canciones de Alberto Plaza. Juntos se adentran sin vuelta al peligro de una ciudad balneario sin conciencia de sus cerros. Van por oscuras lomas, entre las que aparece la laguna Sausalito y los sauces entre la niebla como escenario final.

La Viña del Mar de Bisama es noventera y media trash, un paisaje veraniego con la reverberación del Festival de la Canción mezclado con rumores de necrófilos en el cementerio de El Belloto y hombres lobos en el Jardín Botánico.

-¿Cómo apareció esta novela?

La novela apareció sola. No la buscaba. Nunca lo hago, no tiene sentido.

-¿Qué año empezaste a escribirla?

-No recuerdo el momento preciso. Cuatro años, quizás.

-¿Tuviste un esquema, un recuerdo, una imagen o apareció en la página misma?

- Cuando la escribí perseguía dos imágenes. Una era la de un hombre que hablaba del destino del último rey de Francia; la otra era un auto que recorría de noche las calles de Viña. Las dos cosas no tenían nada que ver, pero me parecía que eran parte de una sola cosa. También sabía que se trataba de algo donde lo criminal convivía con cierto horror, con una especie de poética del miedo. Pero se trataba de intuiciones, de paisajes espectrales, de voces hablando en el aire, como si el relato existiese en una zona doble entre el día y la noche, los vivos y los muertos, el presente y el pasado.

-¿La dejaste reposando o la terminaste de un tirón?

-"Laguna" se escribió de un viaje, de un tirón. Luego la dejé descansar y fui editándola lentamente, sin apuro. De hecho no tenía intención de publicarla, me interesaba el proceso de escritura.

-¿Cómo aparecieron los personajes?

-Fue lo de siempre: me preocupé más por sus voces, eso era lo que perseguía. Tratar de entender el sentido que tenían, el modo en que la narración podía definir sus contornos.

-¿Cómo llegaste a la historia de Luis XVI reemplazado por otro hombre ?

-Todo es completamente inventado. Apenas consulté nada, para qué. Me imagino que debe haber por ahí alguna conspiración, es cosa de buscar. Respecto de la trama, de nuevo me interesaba la voz de alguien contándola: era la historia de un cuerpo que se encoje sobre sí mismo, el relato de una conciencia que se clausura, que deja de pensar y se hunde en el olvido para soportarlo todo. Por otro lado, tenía las imágenes que había visto en la feria de la avenida Argentina o en el Bío Bío. Eran unos libros con las páginas cerradas, sacados de la biblioteca de algún fallecido. Me pareció que la historia del último rey de Francia debía venir de ahí.

-La imagen del auto recorriendo de noche Viña, ¿cómo apareció?

-Respecto del auto, nada. Yo no trato de explicarme el porqué de ciertas cosas cuando hago ficción. La escritura es la respuesta, la novela es el modo en que se enlaza todo.

-Háblame de la poética del miedo. ¿Qué entiendes por miedo? ¿Es sólo una aproximación estética o reflexionas sobre eso?

-No lo tengo claro: me interesan esos géneros con los que "Laguna" dialoga precisamente por la cercanía entre lo policial y el horror: cuerpos y voces perdidos en la noche. Me parece que es casi natural en un país que ha tenido una dictadura y una democracia tutelada, donde la violencia está casi en el centro del lenguaje. Pero no me interesa reflexionar, sino narrar. Transformar la escritura, establecer alguna clase de tensión mientras cuento historias sobre perdidos y fantasmas.

-Eras una guagua en el tiempo de los psicópatas de Viña. ¿Cuándo y por quién te enteraste de estos crímenes y qué te parecen hoy, a la distancia?

-Yo debo haber tenido entre cinco y diez años cuando pasó todo. Lo recuerdo de oídas, como una especie de amenaza constante pero también indefinida. También la ilustración de los fusilamientos, que salió en algún diario y el comentario extendido de que los muertos eran inocentes. Aquello no aparece en la novela, pero cuando la editaba releí el libro que Alfonso Alcalde le dedicó al asunto y me empecé a preguntar por la resaca de ese pánico, cómo quedaba en las calles, cómo sobrevivía en la memoria y me di cuenta de que quizás estaba hablando de cómo una ciudad construía a sus monstruos y cómo estos podían ser narrados.

-Corren los años noventa en la novela, ¿por qué quisiste situarla en ese tiempo?

-Quizás porque es una década difícil de escribir. Una década de silencios, de consensos, de susurros, de monstruos invisibles. Una época extraña que recuerdo como feliz pero también compleja, sin estridencia, predecible en su extraña naturalidad hecha de una colección importante de olvidos. Creo que aquella sensación es perfecta para una novela, porque todo está agazapado, pero sigue latiendo como una amenaza invisible y silente. "Laguna" trabaja desde esos intersticios, narra desde esos espacios olvidados.

-¿Habías escrito sobre Viña del Mar?

-Nunca había escrito mucho sobre Viña, por lo menos desde la ficción. No sé la razón. Tampoco está en la novela la intención de resolver nada acerca de ese paisaje. "Laguna" existe desde la ficción, que se aprovecha y explota mis recuerdos adolescentes, de cuando estudiaba ahí: el reverso del balneario, las calles solas de los Nortes, Ponientes y Oriente; Sausalito y Santa Inés; así como los caminos que unen todo; esas líneas extrañas que dibujan el estero Marga Marga, el viejo troncal y el camino del tren.

-¿Qué te atrajo de esa Viña? ¿Que buscabas?

-Mientras escribía buscaba algo ahí, no sé bien qué, pero tenía que ver con los oropeles bizarros del Festival pero también con los sitios baldíos, con las sombras deformadas de la vida de un balneario. Después, cuando editaba, me acordé del caso de los psicópatas que pasó una década antes de las acciones que describe el libro, esa madeja de silencios y de miedo que alguna vez definió el paisaje.

-¿Por qué escogiste esa voz narrativa de frases cortas?

-Eso se impuso solo. Escribir una novela es preguntarse por la lengua de la novela. Por lo mismo, la voz del narrador existe en una suerte de limbo y habla desde ahí. Las frases cortas quizás remarcan la fragilidad de esa mirada, la intensidad de la experiencia de lo que está pasando. Por supuesto, no lo buscaba, ese tono llegó solo, así de cortado, casi objetual. El ritmo es producto de eso, de esa búsqueda, de esa voz al límite de la ferocidad de sus propios recuerdos.

-¿En qué estás ahora?

-Ahora estoy trabajando en varias cosas. Una crónica biográfica sobre un escritor chileno y un par de proyectos de novela. Uno es sobre monstruos gigantes en el que estoy usando ilustraciones en vez de anotaciones (algunas de ellas están expuestas en el GAM, en el marco de la muestra colectiva Caja Negra) y la otra es una especie de novela epistolar sobre museos imposibles y coleccionistas de objetos delirantes.


La pieza tenía una tele chica

El televisor está prendido. Estoy de pie. No hay ningún canal sintonizado.

Miro la estática de la pantalla. La radiación me baña.

Los programas se acabaron. El mundo duerme. Yo no cierro los ojos.

La luz es un murmullo.

Recuerdo.

Mi voz rebota contra la luz de la tele.

El murmullo se perpetúa en el aire. El murmullo es un solo segundo estirado.

Mi voz es el murmullo. El ruido. El segundo. El brillo.

Me siento.

Ahora hablo.

Anoto y hablo.

A la vez. La letra no parece mi letra. Mi voz no es mi voz. Todo es confuso. Los detalles están hechos de filo. Los detalles no son detalles. Son ideas. Las ideas son objetos. Me rompo. Me desdoblo. Mi letra sí es mi voz.

Lo que queda. Las imágenes dentro de otras imágenes.

Dentro del ruido.

Detrás de mi vida existe esta otra vida.

Viña.

Nunca he regresado. No podría. Me costaría. Nada es igual. No quiero saberlo.

Los cerros siguen ahí. Las armas.

Los cerros son oscuros y extraños.

El puerto está lleno de estibadores.

Los cuerpos.

Todo es lento.

No hay mar.

Todo está cubierto por una niebla delgada.

La laguna.

Todo es garúa.

La ciudad existe en voz baja.

La laguna está llena de peces negros.

Los peces no tienen nombre.

Los días idénticos.

No pertenezco a nada.

Hablo. La luz muerta del televisor me anima.

En mi memoria soy un invitado de piedra.

En mi memoria soy un estudiante.

Así comienza.

Todo esto ya pasó.

Todo esto está pasando.

El zumbido. La radiación. La estática de la pantalla muerta. La luz de la memoria.

1992. Febrero. Estoy fuera de lugar. Vengo del sur.

Vivo con lo mínimo. Estudio para ser profesor en la universidad. Llamo a mi casa por teléfono una vez por semana. Uso el teléfono de una panadería. Soy alguien que escucha casetes. Soy alguien que lee lo que le dicen. Todo queda lejos en mi mente. No entiendo inglés. No entiendo latín. No entiendo historia. No entiendo nada. Una profesora llora en clases. Doy vueltas por el casino de la universidad. Me pierdo cuando tomo la micro. La ciudad es vieja. Está en ruinas. Me va más o menos. Termino el año. Saco buenas notas.

Esto es lo que sabes de mí. Nunca le conté a nadie esto. Anoto y hablo.

La noche de febrero.

Estaba de vacaciones. Odiaba mi casa. Odiaba el sur. Había pasado a cuarto año. La universidad había cerrado. Yo había vuelto al sur en diciembre. El verano. Aguanté como pude. No aguanté más.

Me vine antes.

Hui.

No vale la pena hablar de ello. Todo es lejano. Todo se pudrió.

Tenía unos pesos.

Volví dos semanas antes a la universidad.

Arrendé un cuarto cerca de los tribunales. Se alojaban turistas y trabajadores. El dueño me cobró caro. Me miró raro. Me dio una pieza chica. No había más universitarios.

Llamé a varios compañeros por teléfono.

Nadie respondió. Ninguno de mis amigos estaba en la ciudad.

Caminé como un fantasma.

Todos estaban fuera. Todos se habían ido.

No sé qué más hice esos días.

Era mejor que estar en el sur. Era mejor que mi casa.

Maté el tiempo.

Viña estaba llena.

Vi series de policías.

Vi matinales.

Tomaba una micro.

Salía después de almuerzo.

Leía una novela de terror.

La pieza tenía una tele chica.

Todo en "laguna" es ficción, salvo las locaciones.


"Laguna"

Álvaro Bisama

Editorial Alfaguara

119 páginas

$12.000

"Escribir una novela es preguntarse por la lengua de la novela", dice Álvaro Bisama

Carla McKay.

Adelanto del libro "Laguna"

Por Álvaro Bisama

"Quizás estaba hablando de cómo una ciudad construía a sus monstruos y cómo estos podían ser narrados"

Carla McKay.

Álvaro Bisama en la ciudad de la furia

Alejado de la crítica de televisión, el escritor llega este invierno con su sexta novela a las estanterías nacionales. Se trata de "Laguna", libro que lo trae de vuelta a la ficción cabalgando sobre una pesadilla. Es un terror difuso con la cara de un psicópata que acecha entre las calles de Viña.
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Laguna sucede en una sola noche, sobre un lada cargado de armas. Bisama describe una Viña del mar noventera, oscura y media trash.

Es febrero de 1992 y un Lada rojo avanza bajo los tambores de Phil Collins por calles desiertas entre Quilpué y Viña del Mar. El innombrado protagonista es un sureño que estudia en Valparaíso y que ha vuelto antes del inicio de clases. Lo acompaña el Chino, un falso hippie que canta canciones de Alberto Plaza. Juntos se adentran sin vuelta al peligro de una ciudad balneario sin conciencia de sus cerros. Van por oscuras lomas, entre las que aparece la laguna Sausalito y los sauces entre la niebla como escenario final.

La Viña del Mar de Bisama es noventera y media trash, un paisaje veraniego con la reverberación del Festival de la Canción mezclado con rumores de necrófilos en el cementerio de El Belloto y hombres lobos en el Jardín Botánico.

-¿Cómo apareció esta novela?

La novela apareció sola. No la buscaba. Nunca lo hago, no tiene sentido.

-¿Qué año empezaste a escribirla?

-No recuerdo el momento preciso. Cuatro años, quizás.

-¿Tuviste un esquema, un recuerdo, una imagen o apareció en la página misma?

- Cuando la escribí perseguía dos imágenes. Una era la de un hombre que hablaba del destino del último rey de Francia; la otra era un auto que recorría de noche las calles de Viña. Las dos cosas no tenían nada que ver, pero me parecía que eran parte de una sola cosa. También sabía que se trataba de algo donde lo criminal convivía con cierto horror, con una especie de poética del miedo. Pero se trataba de intuiciones, de paisajes espectrales, de voces hablando en el aire, como si el relato existiese en una zona doble entre el día y la noche, los vivos y los muertos, el presente y el pasado.

-¿La dejaste reposando o la terminaste de un tirón?

-"Laguna" se escribió de un viaje, de un tirón. Luego la dejé descansar y fui editándola lentamente, sin apuro. De hecho no tenía intención de publicarla, me interesaba el proceso de escritura.

-¿Cómo aparecieron los personajes?

-Fue lo de siempre: me preocupé más por sus voces, eso era lo que perseguía. Tratar de entender el sentido que tenían, el modo en que la narración podía definir sus contornos.

-¿Cómo llegaste a la historia de Luis XVI reemplazado por otro hombre ?

-Todo es completamente inventado. Apenas consulté nada, para qué. Me imagino que debe haber por ahí alguna conspiración, es cosa de buscar. Respecto de la trama, de nuevo me interesaba la voz de alguien contándola: era la historia de un cuerpo que se encoje sobre sí mismo, el relato de una conciencia que se clausura, que deja de pensar y se hunde en el olvido para soportarlo todo. Por otro lado, tenía las imágenes que había visto en la feria de la avenida Argentina o en el Bío Bío. Eran unos libros con las páginas cerradas, sacados de la biblioteca de algún fallecido. Me pareció que la historia del último rey de Francia debía venir de ahí.

-La imagen del auto recorriendo de noche Viña, ¿cómo apareció?

-Respecto del auto, nada. Yo no trato de explicarme el porqué de ciertas cosas cuando hago ficción. La escritura es la respuesta, la novela es el modo en que se enlaza todo.

-Háblame de la poética del miedo. ¿Qué entiendes por miedo? ¿Es sólo una aproximación estética o reflexionas sobre eso?

-No lo tengo claro: me interesan esos géneros con los que "Laguna" dialoga precisamente por la cercanía entre lo policial y el horror: cuerpos y voces perdidos en la noche. Me parece que es casi natural en un país que ha tenido una dictadura y una democracia tutelada, donde la violencia está casi en el centro del lenguaje. Pero no me interesa reflexionar, sino narrar. Transformar la escritura, establecer alguna clase de tensión mientras cuento historias sobre perdidos y fantasmas.

-Eras una guagua en el tiempo de los psicópatas de Viña. ¿Cuándo y por quién te enteraste de estos crímenes y qué te parecen hoy, a la distancia?

-Yo debo haber tenido entre cinco y diez años cuando pasó todo. Lo recuerdo de oídas, como una especie de amenaza constante pero también indefinida. También la ilustración de los fusilamientos, que salió en algún diario y el comentario extendido de que los muertos eran inocentes. Aquello no aparece en la novela, pero cuando la editaba releí el libro que Alfonso Alcalde le dedicó al asunto y me empecé a preguntar por la resaca de ese pánico, cómo quedaba en las calles, cómo sobrevivía en la memoria y me di cuenta de que quizás estaba hablando de cómo una ciudad construía a sus monstruos y cómo estos podían ser narrados.

-Corren los años noventa en la novela, ¿por qué quisiste situarla en ese tiempo?

-Quizás porque es una década difícil de escribir. Una década de silencios, de consensos, de susurros, de monstruos invisibles. Una época extraña que recuerdo como feliz pero también compleja, sin estridencia, predecible en su extraña naturalidad hecha de una colección importante de olvidos. Creo que aquella sensación es perfecta para una novela, porque todo está agazapado, pero sigue latiendo como una amenaza invisible y silente. "Laguna" trabaja desde esos intersticios, narra desde esos espacios olvidados.

-¿Habías escrito sobre Viña del Mar?

-Nunca había escrito mucho sobre Viña, por lo menos desde la ficción. No sé la razón. Tampoco está en la novela la intención de resolver nada acerca de ese paisaje. "Laguna" existe desde la ficción, que se aprovecha y explota mis recuerdos adolescentes, de cuando estudiaba ahí: el reverso del balneario, las calles solas de los Nortes, Ponientes y Oriente; Sausalito y Santa Inés; así como los caminos que unen todo; esas líneas extrañas que dibujan el estero Marga Marga, el viejo troncal y el camino del tren.

-¿Qué te atrajo de esa Viña? ¿Que buscabas?

-Mientras escribía buscaba algo ahí, no sé bien qué, pero tenía que ver con los oropeles bizarros del Festival pero también con los sitios baldíos, con las sombras deformadas de la vida de un balneario. Después, cuando editaba, me acordé del caso de los psicópatas que pasó una década antes de las acciones que describe el libro, esa madeja de silencios y de miedo que alguna vez definió el paisaje.

-¿Por qué escogiste esa voz narrativa de frases cortas?

-Eso se impuso solo. Escribir una novela es preguntarse por la lengua de la novela. Por lo mismo, la voz del narrador existe en una suerte de limbo y habla desde ahí. Las frases cortas quizás remarcan la fragilidad de esa mirada, la intensidad de la experiencia de lo que está pasando. Por supuesto, no lo buscaba, ese tono llegó solo, así de cortado, casi objetual. El ritmo es producto de eso, de esa búsqueda, de esa voz al límite de la ferocidad de sus propios recuerdos.

-¿En qué estás ahora?

-Ahora estoy trabajando en varias cosas. Una crónica biográfica sobre un escritor chileno y un par de proyectos de novela. Uno es sobre monstruos gigantes en el que estoy usando ilustraciones en vez de anotaciones (algunas de ellas están expuestas en el GAM, en el marco de la muestra colectiva Caja Negra) y la otra es una especie de novela epistolar sobre museos imposibles y coleccionistas de objetos delirantes.


La pieza tenía una tele chica

El televisor está prendido. Estoy de pie. No hay ningún canal sintonizado.

Miro la estática de la pantalla. La radiación me baña.

Los programas se acabaron. El mundo duerme. Yo no cierro los ojos.

La luz es un murmullo.

Recuerdo.

Mi voz rebota contra la luz de la tele.

El murmullo se perpetúa en el aire. El murmullo es un solo segundo estirado.

Mi voz es el murmullo. El ruido. El segundo. El brillo.

Me siento.

Ahora hablo.

Anoto y hablo.

A la vez. La letra no parece mi letra. Mi voz no es mi voz. Todo es confuso. Los detalles están hechos de filo. Los detalles no son detalles. Son ideas. Las ideas son objetos. Me rompo. Me desdoblo. Mi letra sí es mi voz.

Lo que queda. Las imágenes dentro de otras imágenes.

Dentro del ruido.

Detrás de mi vida existe esta otra vida.

Viña.

Nunca he regresado. No podría. Me costaría. Nada es igual. No quiero saberlo.

Los cerros siguen ahí. Las armas.

Los cerros son oscuros y extraños.

El puerto está lleno de estibadores.

Los cuerpos.

Todo es lento.

No hay mar.

Todo está cubierto por una niebla delgada.

La laguna.

Todo es garúa.

La ciudad existe en voz baja.

La laguna está llena de peces negros.

Los peces no tienen nombre.

Los días idénticos.

No pertenezco a nada.

Hablo. La luz muerta del televisor me anima.

En mi memoria soy un invitado de piedra.

En mi memoria soy un estudiante.

Así comienza.

Todo esto ya pasó.

Todo esto está pasando.

El zumbido. La radiación. La estática de la pantalla muerta. La luz de la memoria.

1992. Febrero. Estoy fuera de lugar. Vengo del sur.

Vivo con lo mínimo. Estudio para ser profesor en la universidad. Llamo a mi casa por teléfono una vez por semana. Uso el teléfono de una panadería. Soy alguien que escucha casetes. Soy alguien que lee lo que le dicen. Todo queda lejos en mi mente. No entiendo inglés. No entiendo latín. No entiendo historia. No entiendo nada. Una profesora llora en clases. Doy vueltas por el casino de la universidad. Me pierdo cuando tomo la micro. La ciudad es vieja. Está en ruinas. Me va más o menos. Termino el año. Saco buenas notas.

Esto es lo que sabes de mí. Nunca le conté a nadie esto. Anoto y hablo.

La noche de febrero.

Estaba de vacaciones. Odiaba mi casa. Odiaba el sur. Había pasado a cuarto año. La universidad había cerrado. Yo había vuelto al sur en diciembre. El verano. Aguanté como pude. No aguanté más.

Me vine antes.

Hui.

No vale la pena hablar de ello. Todo es lejano. Todo se pudrió.

Tenía unos pesos.

Volví dos semanas antes a la universidad.

Arrendé un cuarto cerca de los tribunales. Se alojaban turistas y trabajadores. El dueño me cobró caro. Me miró raro. Me dio una pieza chica. No había más universitarios.

Llamé a varios compañeros por teléfono.

Nadie respondió. Ninguno de mis amigos estaba en la ciudad.

Caminé como un fantasma.

Todos estaban fuera. Todos se habían ido.

No sé qué más hice esos días.

Era mejor que estar en el sur. Era mejor que mi casa.

Maté el tiempo.

Viña estaba llena.

Vi series de policías.

Vi matinales.

Tomaba una micro.

Salía después de almuerzo.

Leía una novela de terror.

La pieza tenía una tele chica.

Todo en "laguna" es ficción, salvo las locaciones.


"Laguna"

Álvaro Bisama

Editorial Alfaguara

119 páginas

$12.000

"Escribir una novela es preguntarse por la lengua de la novela", dice Álvaro Bisama

Carla McKay.

Adelanto del libro "Laguna"

Por Álvaro Bisama

"Quizás estaba hablando de cómo una ciudad construía a sus monstruos y cómo estos podían ser narrados"

Carla McKay.