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Dos grafiteros son condenados por rayados en vagones de Metro Valparaíso

VILLA ALEMANA. Priscila Zamora Briones falleció tras un severo cuadro de descompensación por su hipertiroidismo. "Era como un perrito envenenado", dicen.
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Dos personas fueron condenadas como responsables de los delitos de daños contra la infraestructura pública, debido a que efectuaron rayados en el material rodante de la empresa Metro Valparaíso. El primer caso, corresponde a individuo que fue sorprendido, el día 15 de junio de 2017 rayando un vagón, y que fue condenado a una pena de cien días de presidio menor. El segundo caso se refiere sujeto que efectuó grafiti el día 6 de abril de este año en Estación Las Américas.


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La amplia sonrisa de Priscila Zamora Briones es lo que más resalta en una foto que muestran sus padres, Óscar e Iris. Sale con ellos, sus dos hermanas pequeñas y su hermano de 16. La adolescente, de 14 años, falleció el viernes en el vuelo 501 de Latam, cuando venía de vuelta con su familia de un viaje religioso que luego se había convertido en vacaciones. Esa instantánea tomada con un celular a modo selfie es el último registro fotográfico de la joven pianista y deportista.

Priscila había sido diagnosticada hace un año de hipertiroidismo. Al viaje había llevado sus medicamentos, y un día y medio antes había dejado de tomar uno de ellos, propanolol, pero sus papás cuentan que nada indicaba que pudiese tener un cuadro de descompensación de ese calibre. De hecho, aseguran que el doctor que la controlaba una vez al mes no tuvo reparos en que viajaran en avión tan lejos.

La familia de Priscila discrepa de los datos iniciales entregados a los medios ese viernes. De acuerdo a ellos, no hubo un "tratamiento correspondiente". Es más, Óscar e Iris acusan derechamente negligencia de la tripulación del avión y falta de protocolos de seguridad, en los que exigen incluir a un doctor a bordo.

El relato de lo que pasó es desgarrador. "Veníamos de Miami. Salimos a las 10 de la noche todos contentos y con nuestra hija sana, alegre. Esto comenzó cerca de las 12 de la noche, cuando el primero que asiste a mi hija es mi hijo mayor, Samuel. Ella se empieza a sentir mal, fuertes dolores de cabeza y él contactó dos veces a la azafata, pero ella le dijo que no podían darle nada, sólo por autorización de un médico, pero no había un médico oficial. Le dan una agüita de manzanilla y luego mi hijo me vuelve a decir que ella se siente mal y ya está en la parte de atrás del avión donde están las azafatas, con otro té de manzanilla... le estaban echando un poquito de aire porque decían que era una crisis de pánico. Les digo que mi hija sufre de hipertiroidismo y cuando le pasa esto vienen fuertes dolores de cabeza, así que por favor necesitamos un médico. La azafata me dice que ellas no pueden automedicarla y el médico que iba a bordo estaba durmiendo, que era un pasajero", cuenta desde su casa en Peñablanca Óscar, su padre, quien es empresario de carpintería en aluminio y pastor evangélico.

En eso pasó cerca de una hora. "Y después de media hora más mi hijo me dice que la Priscila se sigue sintiendo mal, ya no era sólo dolor de cabeza, le dolía fuerte el pecho y el estómago. Después de todo ese rato despiertan al doctor que llega y autoriza a la azafata para que le dé propanolol", cuenta su papá. "Después de eso me quedé tranquilo pensando que eso la iba a estabilizar", narra Óscar.

Sin embargo eso no ocurrió. Al rato llega nuevamente el hermano pidiendo ayuda a su mamá que, al igual que Óscar, estaba cuidando a sus hijas pequeñas. "Ahí yo parto para allá -dice Iris, su madre- y Priscila me grita '¡mamá, mamá, ya no puedo más, mi pecho, por favor!, ¡no puedo más, mi dolor! Le pregunté si quería vomitar y me dijo que sí. La llevo al baño, se empieza a golpear en el baño porque empezó como a irse mi niña. Yo le decía 'amor, date fuerza, date valor, por favor' y le trataba de hablar para que reaccionara y me gritaba. Nadie me ayudó ni me ofreció ayuda. Sola me la llevé arrastrando y la acosté, mientras las azafatas estaban preocupadas de servir. La niña estiraba las piernas por el dolor y yo tenía que doblar sus pies para que los carros pasaran, pero ellas no hacían nada, era una indiferencia total. Después me paré de nuevo con ella, la niña vomitaba y después ya no reaccionaba bien, era como un perrito envenenado".

En ese momento Iris grita, desesperada, para pedir ayuda. "¡Por favor ayúdenme, porque mi hija está mal! Y después de todo ese rato la azafata se asoma y me pregunta si Priscila estaba mal, y llama al médico, que viene, le toma la muñeca como tomando el pulso y ordena ponerle oxígeno. Y ahí me pasan una especie de boquilla y con una mano tenía a mi hija y con la otra intentaba ponerle oxígeno y sostener el tubo, no podía manipularla, y se me cae al suelo, entre medio de los carros de comida, pero nadie la ayudó. Y ahí llegó mi esposo".

Óscar se da cuenta que su hija estaba agonizando, "pero nadie hacía nada, no dejaron de hacer lo suyo por atendernos. Sigue pasando el rato y estábamos los dos solos luchando y todo se agravaba. La niña ya no se paraba, la dejé estirada y lo único que atino es a abrazarla y a hablarle al oído. 'Señor, dale paz, Priscilita, recibe paz', tratando de darle fuerza. Y su cuerpo no se movió más y la niña sólo suspiró y se nos fue".

Iris salió gritando por los pasillos del avión. Una mujer la escuchó y le dijo que era doctora, y ahí, dicen, la azafata pregunta por altoparlante si había médicos en el avión. Llegaron otros doctores más y sacaron el desfibrilador, pero no lo aplicaron, cuentan sus padres. Sólo le hicieron respiración boca a boca.

"Cuando llegamos nos dejaron en el avión y después de media hora llegó el Samu, pero ya era en vano. Pedimos a los doctores que nos apoyaron al final tomen contacto para que digan qué pasó. Queremos también los videos y los audios, un avión en estos tiempos tiene que tener un sistema de grabación. Eso dará el testimonio de lo que nos pasó", dice Óscar. "Subirte con tu hija alegre, después de disfrutar días tan hermosos con ella y bajarla del avión muerta... no poder tener más su abrazo...", dice Iris, con dolor.

Priscila asistía a la iglesia Catedral Dios del Universo de Villa Alemana, donde hacía clases de danza y cantaba. En el colegio Altomonte era la capitana de handball y tenía buenas notas; quería estudiar Ingeniería Civil Industrial.

"Nos gustaría ver una ley que amparara a todos para que a nadie le suceda lo que le pasó a mi hija, que dejen de estar sirviendo la comida para preocuparse de quien está pidiendo auxilio", dice Iris. "Y protocolos de seguridad escritos e informados", le suma Óscar, quien también reclama porque el avión no aterrizó de emergencia en algún aeropuerto, en ruta, anterior a Santiago.

"Queremos que se haga justicia y que eso quede establecido mediante protocolos o una ley. Nos resignaría un poco saber que otra gente o nosotros mismos, si viajamos y pasa una urgencia se va a hacer algo inmediato. Que vaya un médico en el avión o que llamen a uno para que llegue al aeropuerto más cercano. Si Latam reconoce la negligencia pero se disponen a cambiarlo, para nosotros sería satisfactorio", dice.


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Latam: no anteponemos interés comercial

Desde Latam comentaron: "Queremos ser enfáticos en señalar que la compañía jamás antepondrá un interés comercial por sobre la salud y seguridad de sus pasajeros y tripulación". Además, contaron su versión de la historia, muy similar a la contada por los papás de Priscila, salvo importantes detalles, como que "hace cuatro días que no tomaba sus medicamentos", que recién a las 2 horas de los malestares se informó de su hipertiroidismo, que sí se le aplicó el desfibrilador y que el capitán es informado de la situación, por lo que coordina la atención médica al arribar y ordena aterrizaje inmediato, en Santiago.

"Que se haga justicia y que eso quede establecido mediante protocolos o una ley (...), aun sabiendo que para nuestra familia nada cambiará"

Óscar Zamora, Padre de Priscila"