Planificación para prevención de desastres
El borde costero de nuestra región ha experimentado constantes transformaciones, de carácter social y territorial, producto del crecimiento metropolitano, lo que se ve reflejado en el incremento de la oferta del mercado inmobiliario y a la demanda por primera y segunda vivienda.
Pero podemos ver que ha existido cierta falta de planificación del borde costero en materia de gestión del riesgo de desastres naturales. Una de las ideas principales en la planificación urbana es prevenir. Muchas veces vemos que en los reportes de daños solo se hablan de destrucción y en ningún caso de los posibles daños evitados, resultando clave que el crecimiento de las ciudades sea ordenado, lo que podría evitar que se produzcan daños colaterales por fenómenos naturales o por el hombre.
En un reciente informe internacional de Naciones Unidas, se explica que cerca de tres de cada cinco ciudades del mundo con al menos 500.000 habitantes corren un alto riesgo de padecer un desastre natural. Estas ciudades albergan a 1.400 millones de personas aproximadamente, un tercio de la población urbana mundial.
Dicho informe reveló que 679 de las 1146 ciudades son vulnerables a ciclones, inundaciones, sequías, terremotos, deslizamientos de tierra o erupciones volcánicas, o a una combinación de estos fenómenos. Las ciudades del borde costero chileno están expuestas a varias de ellas.
Las vulnerabilidades pueden ser de origen natural (como los mencionados anteriormente, a excepción de ciclones) y antrópico (por el hombre), con una alta probabilidad de que se puedan generar desastres o catástrofes. Todas estas pudiendo ocasionar un sin número de pérdidas, las más importantes humanas. Pero también de bienes, significando un alto costo en los procesos de reconstrucción que deben ser implementados.
Pero, no todas las amenazas son conducentes a un desastre, por lo cual es muy importante que los instrumentos de planificación urbana deben adelantarse en estos asuntos, siendo un aporte a la gestión del riesgo de desastres. Esta gestión puede ser correctiva, reactiva o prospectiva. Y nuestro país se concentra mucho en una gestión del riesgo reactiva, descuidando los demás aspectos.
Dado el crecimiento urbano acelerado, es posible ver una falta de coordinación en la planeación, provocando un el crecimiento urbano desordenado y que, a medida que los habitantes abandonan el centro de las ciudades, como el caso de Valparaíso, para ocupar el suelo de centros rurales o semi urbanos, los que en su mayoría son carentes de infraestructura adecuada, equipamientos y servicios. El resultado que se tiene, sobre la presión sobre el suelo y los recursos naturales, así como las limitaciones de movilidad y acceso a energía, son de efectos negativos en la eficiencia de la ciudad-región.
El estado actual de nuestra normativa referente a la gestión de riesgos en desastres naturales, es posible ver que existen iniciativas de intercambio de conocimiento y aprendizajes entre Chile y otros países, en especial de nuestra experiencia en el manejo post terremotos. Lo anterior le ha significado al país, la modificación continua de sus códigos de construcción y sistemas de fiscalización que garanticen el cumplimiento de las normas orientadas a la sismo-resistencia, pero también ha impactado el ámbito de preparación y de respuesta y reacción por parte de la población y de las diversas instituciones del Estado ante la ocurrencia de eventos sísmicos.
Frente a otros eventos de origen natural como remociones en masa, inundaciones, erupciones volcánicas y tsunamis, Chile puede tomar variadas enseñanzas de sus vecinos regionales, las que son tan relevantes como aquellos que puede extraer de sus propias vivencias, para planificar y prevenir posibles desastres.
*Integrantes Corporación Metropolítica
*Gerardo Ureta C. @gerardoureta
Isabel Matas @isamatasg