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"Pastelito" Méndez: "Estoy viviendo el peor momento de toda mi vida"

FÚTBOL. El ídolo wanderino, de 78 años, sobrevive con una pensión estatal de cien mil pesos. No tiene trabajo y ya ni contesta el teléfono, agobiado por los cobradores. Pese a todo, sigue de pie.
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La juvenil del Santa María jugaba ese domingo al mediodía contra el poderoso Caupolicán en la cancha uno del Alejo Barrios. Después de trabajar toda la mañana en un taller del cerro Cordillera, Eugenio Méndez llegó corriendo y sobre la hora al partido. Tenía 16 años y ocupaba la camiseta "8". Marcó cuatro goles.

Lo vio un dirigente de Santiago Wanderers, que le dijo que fuera a probarse en el equipo caturro dentro de dos semanas. El joven playanchino quería ir, pero no tenía zapatos de fútbol. Un amigo de la calle Central, que había jugado hockey, le regaló sus patines. El zapatero del barrio les sacó las ruedas y le instaló los "puentes".

Un día jueves del año 1958, el "Chico", como le decían en el cerro, entró a la cancha de Playa Ancha y se enfrentó a los jugadores que veía domingo a domingo desde las tribunas o encaramado en un árbol.

Cuenta que el primero que se le fue encima fue el argentino Bozzalla, que pasó de largo con el primer amague. Luego fue el turno de Raúl Sánchez. El "Maestro" tampoco pudo detenerlo.

Apenas terminó la práctica, lo subieron a un auto y lo llevaron a firmar por el Decano a la sede de calle Lira.

Así comenzó la historia de "Pastelito" en el fútbol, defendiendo la camiseta del club que lo enamoró desde pequeño y donde jugó por doce temporadas.

Hace un par de semanas, ese mismo club presentó su nueva camiseta. Un señor de 78 años trató de entrar a la ceremonia, pero un guardia le impidió el paso. Era Méndez. "Me dijeron que esperara allá, indicándome la calle", recuerda el exjugador, que con el orgullo herido salió de la sede de calle Independencia, caminó un par de cuadras y tomó una micro para volver a su casa en Villa Alemana.

Así son los caminos que hoy transita el ídolo porteño. Ya no hay ovaciones en la cancha ni palmadas en la espalda. Su situación, como la de muchos de quienes compartieron cancha con él hace décadas, es dura.

"Nunca había estado tan mal", reconoce Méndez, confesando que sobrevive con una pensión básica solidaria de cien mil pesos. Hace unos meses perdió su trabajo como conserje nocturno en un edificio y se terminó su labor como monitor de niños en el club CAJU del cerro Barón.

"A cada rato suena el teléfono, son cobradores... estoy muy complicado", dice con un hilo de voz.

"Tengo un montón de deudas, pago veinte mil pesos pero no avanzo nada, se suman los intereses. Y debo el arriendo de mi casa, porque no tengo trabajo", explica el expuntero derecho wanderino, quien se aferra a su fe religiosa para buscar ánimo.

Esperanza

Dice que no siente frustración y cree firmemente en que Dios "me va a sacar de este apuro... mientras no esté muerto y siga caminando, hay esperanza".

La vanidad por lo que fue en el fútbol, "Pastelito" confiesa que hace tiempo la metió debajo del colchón. "Somos todos humanos, amigos, todos iguales", reflexiona, y al segundo recuerda que siempre hay gente que está pasando cosas peores. "Todos tenemos algún problemita, ojalá salga algo", señala.

Un grupo de hinchas del club lo ha apoyado económicamente de forma anónima en los últimos días, y eso lo emociona. Pero su tono cambia cuando le preguntan si confía en una ayuda del actual Santiago Wanderers: "¿Usted cree que ellos me van a dar una mano? Yo creo que no".

Hace unos años Méndez trabajó como entrenador del equipo femenino de la Corporación, durante el periodo de Carlos Bombal y Osvaldo León. Después, con los cambios de directiva y los conflictos con la sociedad anónima, dejó esa labor.

Pese a su distancia con el Decano, sigue manteniendo vivo el amor por los colores. "Desde niño que he sido wanderino, llevo eso adentro, yo iba a ver al 'Peta' Fernández, al 'Yemo' Díaz, esto no lo puedo cambiar. Me subía arriba de los árboles para ver los partidos en Playa Ancha", rememora el exjugador.

Y también fantasea "Pastelito". Sueña en voz alta y afirma que si hubiera jugado en estos años estaría en Europa y siendo figura.

"Si yo no estaba el equipo no rendía, le daba movilidad. La gente quería ver eso, el espectáculo. Tuve mala suerte y cometí muchos errores también producto de mi inexperiencia", reconoce.

Vuelven los recuerdos y el playanchino se traslada a los 60', a un partido contra Colo Colo en Valparaíso, cuando Haroldo de Barros pateó siete córners seguidos y Efraín Santander, el arquero del Cacique, apenas si podía evitar los goles olímpicos. "Le pegaba muy bien el brasileño, y calzaba 36, tenía el pie chiquitito", confidencia el expuntero.

Las complicaciones en su vida lo traen rápidamente de vuelta, y "Pastelito" dice que hoy atraviesa "el peor momento de toda mi vida, de verdad que es el peor momento. Pero no estamos muertos, todavía podemos luchar".

"No soy el único que ha pasado por esto", dice, y mira su teléfono que suena otra vez. No lo contesta. Se pone de pie y repite: "de ésta voy a salir".

Un campeón sin medalla

El año 1967 Eugenio Méndez protagonizó una más de sus discusiones con el técnico José Pérez. Por eso dejó Valparaíso para probar suerte en Magallanes durante la temporada de 1968. Pese a que ya no era jugador caturro, el domingo 5 de enero de 1969 "Pastelito" llegó hasta el Estadio Nacional a apoyar como hincha a los porteños, que se jugaban el título nacional ante Audax Italiano. Después del empate con los santiaguinos y la igualdad de Universidad de Chile frente a Palestino, el Decano recibió la copa y el playanchino fue al camarín para felicitar a sus excompañeros. Ahí mismo le pusieron una camiseta caturra y le ofrecieron volver al Puerto. No lo dudó un segundo, dijo que sí.

"Tengo un montón de deudas, pago veinte mil pesos pero no avanzo nada, se suman los intereses. Y debo el arriendo de mi casa, porque no tengo trabajo".

Eugenio "Pastelito" Méndez, Expuntero de Wanderers"

La historia de su apodo

Era la primera vez que Eugenio Méndez visitaba La Serena. Wanderers jugaba ese día en La Portada y por la mañana, muy temprano, el puntero derecho salió solo a recorrer la ciudad. Cuando volvía al hotel donde alojaba el equipo, que en ese entonces era dirigido por José Pérez, se encontró con una pastelería que estaba abriendo sus puertas. "Miré la vitrina y entré, pedí un pastel de crema que había visto y me gustó. Me tomé una Bilz. Estaban ricos, así que pedí otro y otro. Terminé comiéndome siete pasteles. Regresé al hotel y me enfermé del estómago, cuando me fueron a ver el doctor y el técnico les conté lo que había comido. El 'Gallego' no lo podía creer. Ese día no jugué y me gané el apodo de 'Pastelito' Méndez", relata el playanchino.

"

Tengo mucho cariño por Brasil y hay muchos clubes que me llaman y si las cosas funcionan, volveré al fútbol brasileño".

lucas barrios, exdelantero de Colo Colo