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Griguol: "Tuvimos la dicha de campeonar con un gran equipo"

FÚTBOL. A 50 años del emblemático título conseguido por Los Panzers, el ariete trasandino vuelve a evocar la gloriosa campaña de Santiago Wanderers.
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No es sorpresivo que el aniversario número 50 del icónico partido final entre Wanderers y Audax Italiano, que con un vibrante 3-3 coronó al Decano como campeón del fútbol chileno, encuentre al exariete caturro Mario Luis Griguol en su hogar de Buenos Aires, viendo un partido por televisión.

Y tampoco sorprende la modestia con la que el goleador de ese plantel del '68, con 16 tantos, recuerda su rol en el equipo comandado por José Pérez. "No tenía ni la más mínima idea de haber sido el goleador del equipo, pero porque nunca lo usé para brillar personalmente", dice el cordobés, que llegó a la escuadra porteña luego de un brillante paso por San Luis de Quillota.

"Ese título lo llevo como un broche en el ojal de mi chaqueta. Yo ya había estado en San Luis, y por intermedio de (Vicente) Cantatore, me llevaron a Wanderers. Hubo una chance de ir a la Universidad Católica, pero don José Pérez me convenció", narra Griguol, agregando que "por fortuna tuvimos la dicha de que ese año se armó un gran equipo con un técnico muy capaz, y que armó un equipo muy balanceado. Teníamos mucha fuerza, éramos muy dotados tácticamente, y habían cuatro extranjeros porque (Elvio) Porcel de Peralta estaba nacionalizado. Nadie esperaba que ese año fuéramos campeones".

Según el exatacante, esas fueron las claves para conseguir un título en una década en la que Colo Colo, la "U" y la UC parecían disputarlo todo. Años en los que señala que "todo estaba mejorando, y donde los que se acercaban mejor a ser un equipo táctico acorde con los tiempos éramos nosotros, con un técnico que miraba a los rivales, y con jugadores que ayudábamos desde adentro y desde afuera de la cancha".

Rasgos de un plantel que a juicio de Griguol era "extraordinario" y con el que hasta hoy sostiene un gran vínculo. Entre ellos, destaca el rol de Manuel Ulloa como un defensor fiero en el juego aéreo, la entrega y liderazgo de Luis "Pochoco" Acevedo, el dinamismo de los "extranjeros" Alberto Ferrero, Cantatore, Porcel de Peralta y la solvencia en el pórtico de Juan Olivares.

Hoy, el exjugador trasandino charla diariamente con el exlateral caturro Eduardo Herrera, con el que rememora momentos dorados en su paso por el fútbol nacional, incluyendo una especial "viveza" ríoplatense dentro de la cancha, especialmente a la hora que ambos se asociaban para ejecutar tiros libres, varios de los cuales terminaban en gol.

"Con 'Hualo' estábamos más adelantados que los rivales en las reglas del juego y aprovechábamos eso, porque no esperábamos que el árbitro contara los pasos de la barrera para pegarle al balón", cuenta, aclarando que "todos colaboramos mucho para que las cosas salieran. Por suerte, lo logramos al primer año y con un gran equipo".

UN ícono de estilo

Aunque pocas veces lo rescate la historia oficial, el atacante trasandino fue, casi sin querer, el autor de un ícono de estilo para toda la afición de la escuadra porteña.

Fue en uno de sus paseos por Viña del Mar, cuando Griguol vio en la vidriera de la sastrería "García Vellella" una camiseta verde y blanca con finas líneas, que se transformó prontamente en la segunda equipación de los caturros. Un modelo que, luego de convencer a una escéptica dirigencia, pasó a ser una cábala para un elenco porteño que no cesaba de ganar.

"Yo me llevé la primera, y pregunté cuántas tenían. Me dijeron que tenían quince. En esos tiempos Wanderers tenía una camiseta un tanto desteñida, y los argentinos del equipo bromeábamos delante de los dirigentes sobre tener que hacer una colecta para unas nuevas", recuerda, añadiendo que "al final, luego de mostrársela a Cantatore y a Ferrero, fui donde "Manolo" González y le dije: 'con esta vamos a salir campeones'. Las compramos y aunque los más tradicionalistas no querían usarla, al principio, terminamos ganando y no nos despegamos más de ella".

Wanderino agradecido

Mario Griguol viaja bastante, pero menos de lo que quisiera a Valparaíso. De hecho, a fines del año pasado, por razones laborales en el club Belgrano de Córdoba y en la Escuela de Técnicos que dirige en la capital trasandina, no pudo venir a pasar las fiestas a la Ciudad Puerto.

"Pero ojo, que cualquier día me agarra la locura, compro dos pasajes, hablo con mis patrones y me voy para allá" confiesa entre risas, y agrega que "me encanta Valparaíso y también Viña del Mar. Uno siempre vuelve a donde tuvo buenos momentos, y aparte, también me he comportado bien con la gente de Chile".

Una alegría que se matiza sólo al hablar del actual momento de Wanderers, por el cual Griguol se confiesa "muy dolido" a partir del descenso caturro en 2017.

"Un equipo como Santiago Wanderers no desciende por una sola mala campaña. Y no es ese el sitial que un equipo grande se merece", afirmó, agregando que "eso pasa porque si no quieres descender, tienes que invertir un peso más que los equipos chicos. La ilusión de volver a Primera siempre está, pero para eso hace falta un buen presupuesto y dirigentes trabajadores".

Algunos se van y llega un arquero

Ángelo Quiñones participará mañana de su primer entrenamiento como jugador de Unión La Calera. El joven mediocampista nacido en la cantera de Santiago Wanderers fue cedido a préstamo a los cementeros, quienes se aprontan a jugar la Copa Sudamericana. Tal como el volante, los porteños también buscan la salida de Kevin Vásquez y de Willian Gama. Por su parte, trascendió también que el cuerpo técnico porteño habría decidido la venida de un arquero para que sea el suplente de Mauricio Viana, y el elegido sería Elías Hartard, de 31 años y proveniente de Deportes La Serena.

goles convirtió Mario Luis Griguol defendiendo a Santiago Wanderers durante el torneo de 1968. 16

años tiene el exdelantero, que vistió la camiseta de Atlanta, River Plate, Ferro Carril Oeste y San Luis. 81

"Gallego" y "Los Panzers" de 1968

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Editor de Deportes de El Mercurio de Valparaíso

"Gallego no participó en ningún acto de celebración del título", recuerda Eduardo Herrera, lateral izquierdo del Santiago Wanderers de 1968. "Gallego" era José Pérez, el entrenador de ese equipo. Los jugadores le decían el "Viejo". Era un argentino con humor extraño, de pocas palabras y trabajador como ninguno. Nadie duda que es el mejor técnico en la historia del club. En su palmarés suma dos títulos, dos subcampeonatos y dos Copas Chile.

Sin embargo, "Gallego" no fue a la fiesta de "Los Panzers". Ese equipo fue su obra cumbre, un once físico, de esfuerzo, rápido como el "Colorado" Hoffman, inteligente como Griguol, valiente como Juanito Olivares, mordedor como "Pochoco" Acevedo. En la revista Estadio los bautizaron con el nombre de los tanques alemanes, por su envergadura y estilo.

Ese sello que le dio Pérez a sus muchachos se terminó convirtiendo finalmente en el estilo que caracteriza al Decano y el que la gente pide domingo a domingo en Playa Ancha. Desde las graderías del coloso bajan más aplausos después de una barrida al rival que luego de un lujo con el balón. Esa imagen de ir subiendo el cerro que se traslada a la cancha es quizás la mejor forma de ejemplificar el ideal futbolístico caturro. Y eso es gracias al equipo del '68.

"Los Panzers" también son quienes mejor comprendieron la esencia Santiago Wanderers: el equipo nunca puede darse por vencido. En una ciudad acostumbrada a las catástrofes, hay que ponerse de pie rápidamente para empezar a remar de nuevo.

Todo eso lo entendió el DT argentino. Aunque nunca lo demostró con palabras. Cuando su equipo vencía a Colo Colo o la Católica, le decía a sus jugadores con ironía que "si no le ganaban a estos, no le ganaban a nadie". Nunca juró amor eterno a los colores ni besó el escudo.

El cariño del "Viejo" Pérez por el club era rasposo, de padre de otro siglo, el mismo que mostraban en cada partido los héroes de 1968. Cincuenta años después de la hazaña, le pregunté a Ana María Pérez, hija de José, qué significaba el club para ella. Antes de ponerse a llorar, respondió "Wanderers es todo para mí". Quizás sean las palabras que "Gallego" nunca pudo decir.

Luis Cabrera