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ENTREVISTA. Jorge Navarrete, abogado y columnista:

"Sebastián Piñera no puede seguir pretendiendo tirar el córner, cabecearlo y también atajarlo"

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Paola Passig

El Gobierno sostiene que la oposición está negando la sal y el agua, y la oposición, que tiene mayoría en el Congreso, reclama que no aceptará proyectos regresivos que afecten lo que llaman el "legado" de Bachelet. ¿El resultado? Poco y nada se ha avanzado en materia legislativa. Para el abogado y columnista, Jorge Navarrete, La Moneda perdió un año sin lograr tramitar proyectos emblemáticos.

-¿Tras el impasse en la elección del presidente de la Cámara la oposición habrá aprendido la lección en orden a buscar una manera de trabajar en forma conjunta?

-En este primer año de gobierno, no creo que la oposición haya acumulado muchas razones para enorgullecerse. Pese a los continuos yerros y vacilaciones del Ejecutivo, los partidos que conforman el gran arco de la oposición no han sabido dar una respuesta a los múltiples desafíos que impone la ciudadanía, limitándose a criticar y, eventualmente, rechazar las propuestas legislativas que se hacen desde la Moneda. Pese a pocas honrosas excepciones es justamente su rol opositor lo único que genera sinergía entre los partidos del FA y la ex Nueva Mayoría, cuestión que alcanza para bloquear a la actual administración, pero en ningún caso resulta suficiente para generar una oferta política y programática, con el propósito de volverse a constituir en una real alternativa para gobernar.

-¿Ve señales de mayor unidad o todo sigue muy líquido?

-La atomización que observamos en el Congreso -la que, por lo demás, es también reflejo de lo que está ocurriendo en la sociedad civil- no sólo dificulta el entendimiento entre las coaliciones y los partidos que las conforman, sino también está generando dificultades para la gobernabilidad al interior de las tiendas políticas. Me parece que hay dos factores que contribuyen a profundizar este proceso. Primero, la ausencia de un consenso político básico en torno a cuáles son los principales problemas del país y las respectivas soluciones que deberían proponerse. Segundo, la inexistencia de claros liderazgos internos que permitan ordenar la discusión programática en torno a la real posibilidad de disputar la próxima elección presidencial con alguna posibilidad real de triunfo.

-¿Le parece que el Frente Amplio actuó con madurez política al ratificar el acuerdo en la Cámara?

-No sé si madurez es el adjetivo correcto. En todo caso, fui muy crítico de la decisión inicial del Frente Amplio de poner en duda el cumplimiento del acuerdo, ya que las razones esgrimidas poco y nada tenían que ver con las bases de un arreglo administrativo y no político, tal como ellos mismos lo pidieron originalmente. De hecho, fueron majaderamente enfáticos en separar aguas con la ex Nueva Mayoría, descartando cualquier tipo de entendimiento político de corto y mediano plazo. Por eso la puesta en escena que montaron, más motivados por la frustración que por la razón, no alcanzó a ser más que una pataleta. Con el transcurso de las horas y días, las cosas se enfriaron y volvieron a su cauce más normal, con el resultado que todos conocemos.

-¿Ve señales de falta de gobernabilidad en el FA? Le pregunto a propósito de la bancada de la dignidad.

-Es algo injusto juzgar la gobernabilidad del FA con los criterios tradicionales que hemos utilizado a la fecha. La construcción de un movimiento político moderno -en algo muy propio de los códigos de esa generación- es el resultado de interacciones mucho más transversales, horizontales y deliberativas. Y pese que a ojos de muchos les pueda resultar algo caótico, tiene una lógica, un propósito e incluso un orden. Súmele a eso cierto aprendizaje propio de un proceso de institucionalización, y los inevitables errores que se comenten de manera individual y colectiva, y el resultado me sigue pareciendo interesante y promisorio.

-Este año es clave para el Gobierno porque debe tratar de sacar adelante una serie de proyectos emblemáticos ya que el próximo empiezan las campañas. ¿Qué tan complejo puede ser este proceso con una oposición que está cuestionando todos los proyectos?

-El Gobierno se dio el lujo de perder todo un año sin siquiera comenzar a tramitar al menos una de sus reformas más emblemáticas. Desaprovechó el impulso inicial, tanto en lo que respecta a su fuerza electoral, como a la debilidad de la oposición; hizo un mal diagnóstico del escenario, renunció tempranamente a cuestiones que debieron ser parte de la negociación, hizo concesiones con la esperanza de lograr el favor de sus adversarios, y cuando se dio cuenta de que nada de eso iba a resultar, ya era demasiado tarde. Quedan 18 meses de real influencia política de este Gobierno y ya no tiene muchas más municiones para enfrentar a una oposición que se hizo más grande y fuerte por las vacilaciones del Gobierno y su Presidente.

-¿Considera que la oposición está siendo "obstruccionista"?

-Han habido varias ocasiones en que la negativa de la oposición obedece a razones más tácticas que al convencimiento, y proposición de alternativas y mejores políticas públicas.

-En el oficialismo señalan que si la oposición sigue con esa actitud pagará los costos políticos con la ciudadanía. ¿Eso es efectivo o la gente no se deja influir por lo que pasa en el Congreso? O sea, en el fondo lo que pasa en el Congreso no le importa a nadie salvo a los políticos?

-El Gobierno ha sabido arrinconar a la oposición en temas donde la dirección de sus propuestas conectan con el sentido común ciudadano, como fue el caso de inmigración, aula segura o ahora el control de identidad. Pero respecto a sus reformas emblemáticas, léase la tributaria, previsional o laboral, el favor ciudadano es un territorio en disputa y, por lo mismo, tengo dudas de quien pagará la cuenta más grande. Es más obvio que una oposición se oponga, a que un gobierno renuncie a gobernar con sus ideas.

-A su juicio qué debiera hacer el gobierno para avanzar?¿ Cambio de gabinete por ejemplo, propiciar aún más el diálogo?

-Se acabó el tiempo del diálogo y el Gobierno debe entrar a jugar el partido. Ya fue mucho el entrenamiento, la parafernalia y los preparativos. Ahora debe decidir qué quiere y puede hacer, lo que significa resolver qué está dispuesto a transar, ganar y también perder. Dicha decisión obviamente debe ser acompañada con una revisión del elenco que conformará el equipo titular, ya que Piñera no puede seguir pretendiendo tirar el córner, cabecearlo y también atajarlo.

-¿Estos conversatorios con los partidos a los que convocó Piñera son una buena instancia? El PC se restó señalando que los acuerdos se dan en el Congreso y Daniel Núñez dijo que había una intención de dividir a la oposición.

-Como dije en mi columna del domingo pasado, estas conversaciones fueron un movimiento interesante y peligroso a la vez. Interesante, porque pese a la alta posibilidad de no lograr un buen resultado, el Gobierno podría mostrar que extremó sus esfuerzos para un acuerdo y así endosar a la oposición el costo político de su inflexibilidad. Pero peligroso, por cuanto el protagonista fue el propio Presidente de la República, no dejando margen a su equipo, y transformando a Piñera en ministro del Interior, Hacienda y Trabajo, asumiendo, además, la vocería del gobierno y la relación con el Parlamento. El último cartucho que tiene toda administración, fue impulsivamente mal utilizado.

- ¿Cuál es el peligro de que todo siga como hasta ahora?

-Para el Gobierno, haber defraudado las altas expectativas que generó, lo que ya se está notando en la menor adhesión y el alto rechazo a su gestión. Para la oposición, suponer que su pega termina en bloquear al Ejecutivo e impedir que materialice su programa, como si eso fuera suficiente para convertirse en una real alternativa de poder. Si nada cambia durante este año y el próximo, hay tres cosas que creo con seguridad deberían ocurrir. Primero, a la derecha igual le alcanzaría para lograr un segundo período en La Moneda. Segundo, la frustración frente a las posibilidades y promesas de la política, ahondará en el deterioro de su imagen frente a los ciudadanos, constituyéndose en un aliciente para el éxito de los populismos de izquierda y de derecha. Tercero, y lo más penoso, habremos postergado por 4 años la solución a muchos problemas y necesidades que sigue teniendo el país y sus ciudadanos.

"El Gobierno ha sabido arrinconar a la oposición en propuestas que conectan con el sentido común ciudadano, como inmigración, aula segura o control de identidad, pero no en reformas emblemáticas" "Con los diálogos Piñera se ha convertido en ministro del Interior, Hacienda y Trabajo, asumiendo la vocería del gobierno y la relación con el Parlamento. El último cartucho que tiene toda administración fue impulsivamente mal utilizado" "Se acabó el tiempo del diálogo y el Gobierno debe entrar a jugar el partido. Ya fue mucho el entrenamiento, la parafernalia y los preparativos. Ahora debe decidir qué quiere y puede hacer, lo que significa resolver qué está dispuesto a transar""