Una serie de "errores" pone nuevamente al Instituto nacional de Estadísticas (INE) en jaque. Antes lo había sido por el censo 2012 que hubo de repetirse años más tarde con la consiguiente pérdida, no sólo económica, sino y tan importante como aquella en materia de credibilidad y fe pública.
Lo último que sabemos ahora es que habría habido una manipulación en las cifras del IPC que afectaría a la sobrestimación en la inflación en dos meses (agosto y septiembre) del año pasado. Aunque preliminarmente se ha informado que esta sobrevaloración es en torno al 0,1% (lo que podría calificarse de un "pequeño" error), sus efectos son preocupantes.
Las alarmas se encendieron muy luego. Desde el instante mismo en que se conoció la noticia comenzó la espera: personas, y empresas; la banca y las AFP; Gobierno y oposición; entidades económicas en general y prácticamente todo el país pedían detalles, explicaciones, fechas exactas y sacaban cuentas sobre las afectaciones de esta situación.
El primer efecto tiene que ver con la gran cantidad de transacciones indexadas a la inflación (la variación porcentual del IPC), a través de nuestra particular unidad monetaria paralela, la UF. De esta forma, se vieron afectados tanto los que deben (dividendos y créditos en general, tags, planes de salud, arriendos, etc.) como a los que deben pagar (pensiones por ejemplo).
Para ambos grupos la consecuencia es similar, los volvió más pobres en términos de su poder adquisitivo (el caso de los pensionados es una excepción) y, si bien las empresas también se endeudan abultadamente y deben pagar en UF, los efectos sobre las personas, -aunque individualmente pueden ser bajos- multiplicado por el número de afectados, sugiere que las cifras podrían ser no menores, más aun considerando que los efectos de la sobreestimación son permanentes en los pagos de deudas.
El otro punto relevante es la confianza, un activo del INE corroído por este tipo de incidentes, peor aun cuando se menciona la palabra "manipulación". Tener confianza en las cifras del INE genera un ambiente de mejor información para realizar transacciones, pues los precios envían señales correctas. Dicho de otro modo, ¿tomaría Ud. un crédito a 30 años sabiendo que la UF puede estar mal calculada?
Una mala fama fácilmente se expande y por demás está decir las nefastas consecuencias de dudosas estadísticas a la hora de hacer políticas públicas: no saber dónde focalizar y en qué invertir.
Urge por tanto que este tipo de instituciones adquieran independencia de los gobiernos de turno y que posean una consistencia metodológica, una alarma ya dada por prestigiosos economistas de nuestro país pero que, lamentablemente, cayó en el olvido una vez olvidada la coyuntura del censo.