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Guía OMS

PROCESO. A partir de los cuarenta años, algunas personas ven disminuir en forma gradual algunas de sus aptitudes y destrezas, tanto físicas como mentales. Esto no se trata de una enfermedad.
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Dr. Antonio Orellana Tobar,

LEsta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primera guía para prevenir el deterioro cognitivo, fenómeno que la mayoría de la gente suele confundir o asociar con la demencia y otras enfermedades neurodegenerativas -como el Alzheimer- lo que en estricto sentido es un error, ya que éste no corresponde a una patología, sino más bien a un proceso cuyo origen está en el envejecimiento esperado de nuestro cuerpo y, en particular, del cerebro.

Es normal, por ejemplo, que a partir de cierta edad una persona se olvide de pronto dónde dejó las llaves de la casa o del auto, pierda momentáneamente el equilibrio al caminar o tenga que releer varias veces un texto para comprenderlo, entre otras manifestaciones esporádicas.

Por consiguiente, la pérdida de la capacidad cognitiva obedece al desgaste o involución natural que experimenta todo ser humano al enfrentar la etapa madura de su vida, y cuyas principales señales son la disminución gradual de algunas aptitudes y destrezas, tanto físicas como mentales, y fallos repentinos de la memoria.

Lo anterior difiere de los olvidos persistentes, la desubicación espacial y los problemas motores capaces de afectar las actividades diarias de un individuo, las que, como tales, son signos de un daño neurológico mayor que puede desembocar en una enfermedad puntual o en un accidente cerebrovascular.

"Desde el punto de vista neurofisiológico, cuando hablamos de deterioro cognitivo apelamos entonces a un 'agotamiento del sistema' derivado de alteraciones moleculares y, por cierto, de la muerte paulatina e irreversible de las neuronas, las células de nuestro sistema nervioso que tienen la función de recibir, procesar y transmitir la información que captamos a través de los sentidos, las cuales tienen un número limitado y no se pueden reemplazar", explica el médico neurocirujano Antonio Orellana Tobar, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso.

A mayor edad peor

Aunque en general las evaluaciones destinadas a detectar un eventual daño cognitivo se suelen aplicar a los adultos mayores de 60 años, cada vez más especialistas aconsejan realizarlos -a modo preventivo- con antelación, ya que diversos estudios han comprobado que el desempeño de las funciones cerebrales está mucho más relacionado con el estilo y los hábitos de vida de lo que hasta hace algún tiempo se creía.

En efecto, una investigación publicada recientemente por el British Medical Journal reveló que este proceso de desgaste se inicia al menos diez años antes, aun cuando a la vez confirmó que a mayor edad peor funciona el cerebro.

Dicho trabajo consideró un análisis de los cambios que durante una década experimentaron diferentes grupos de personas conformados por hombres y mujeres de entre 45 y 70 años a nivel de memoria, razonamiento, semántica y comprensión. Entre los de 45 y 49 años, el deterioro en estas variables a lo largo de ese tiempo fue de un 3,6%, mientras que entre los de 65-70 años el daño se duplicó, ya que alcanzó al 8,5%.

"No se puede desconocer que la edad es el factor de riesgo preponderante, aunque también influye la genética y todavía más el estilo de vida que uno lleve. Por eso, mantener hábitos saludables puede hacer la diferencia, porque el deterioro mental va de la mano con el desgaste físico. Sabemos que las aptitudes de las personas disminuyen entre 1% y 2 % cada año, a partir de los cuarenta, edad en la que la mayoría de la gente empieza a ponerse sedentaria, deja de comer sano y gana peso. Luego sobrevienen las alteraciones cardiovasculares, del sistema óseo y la sarcopenia (la pérdida de masa muscular) se agudiza. Y esto puede ir acompañado de efectos psicológicos, como la sensación de abandono o soledad, la baja de la autoestima, de la libido y de la vida sexual. Todo ello contribuye a acelerar el deterioro cognitivo. De ahí que hoy más que antes nos hace sentido la frase 'mente sana en cuerpo sano'", argumenta el doctor Orellana.

Efectos

En promedio, la persona que presenta deterioro cognitivo se ve afectada poco a poco por una incapacidad cada vez más recurrente para retener información y, por lo tanto, va perdiendo la memoria reciente mientras siente que se le agudiza la del pasado. A ello se suman episodios de desorientación espacial y, en casos más avanzados, hasta de extravío de la conciencia témporo-espacial o de las dimensiones de su propio cuerpo.

Para el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valparaíso, lo mejor que se puede hacer para retrasar los efectos de este irreversible proceso es mantener una actividad permanente, tanto física como mental, e idealmente ambas.

"Hacer ejercicios, leer, sacar puzles, dibujar o jabonarse en la ducha con los ojos cerrados son acciones que si realizamos a diario contribuyen a aminorar los efectos del deterioro cognitivo. Mejor aún es complementar estas opciones con prácticas sociales, como comentar un libro con un amigo, salir al cine acompañado, caminar en grupo y compartir con la familia", asegura Antonio Orellana.

La Organización Mundial de la Salud acaba de publicar una guía con nuevas directrices destinadas a combatir el deterioro cognitivo. Practicar ejercicio de forma regular, no fumar, no beber alcohol en exceso, controlar el peso corporal, seguir una dieta sana (baja en azúcares, sal y grasas) y mantener la presión arterial pueden ayudar a retrasar este proceso.


Deterioro cognitivo, o cuando los fallos repentinos de la memoria son algo normal

https://www.who.int/es/


Magíster

La Facultad de Medicina de la UV imparte el magíster en Ciencias Biológicas mención en Neurología Celular y Molecular, orientado a médicos especialistas o en formación en las áreas de la neurocirugía, la neurología y la neuropediatría, con foco en la investigación biomédica y fuertes fundamentos en problemas de salud relevantes y por lo tanto de aplicación en el área clínica.

http://postgrados.uv.cl/

Neuroplasticidad

El cerebro humano es un órgano maravilloso, no sólo por la capacidades que tiene y las funciones que cumple, sino que además porque puede cambiar su estructura y funcionamiento a lo largo de la vida como reacción a la diversidades del entorno. Uno de estos mecanismos de protección natural es la llamada neuroplasticidad, que permite a las neuronas regenerarse anatómicamente y formar nuevas conexiones sinápticas, en la medida en que se van muriendo. De hecho, se estima al cumplir los 90 años una persona sana -en promedio- ha perdido cerca del 50% de estas células (cuyo número total bordea los 86 mil millones), sin que por ello, necesariamente, esté imposibilitada de razonar o cumplir con sus actividades diarias en forma normal. Por ese motivo, la plasticidad neuronal representa la facultad del cerebro para recuperarse y reestructurarse. Este potencial adaptativo del sistema nervioso permite al cerebro reponerse a trastornos o lesiones y, de paso, reducir los efectos de alteraciones estructurales producidas por patologías o el deterioro cognitivo.