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Queridos amigos y amigas:

Cuando en el fragor de la competencia política se recurre a infundios para denostar y desprestigiar ante una posible contienda electoral, uno espera y confía en que la acción de la justicia ponga las cosas en su lugar. Lamentablemente, en mi caso, esto no ocurrió.
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Durante estos últimos años he enfrentado una dura, angustiante e injusta batalla en los tribunales de justicia a partir de una denuncia anónima y diversos testimonios, ni una sola prueba material, solo testimonios de personas que no dimensionaron el daño personal y familiar que ocasionaron.

Desde muy joven, cuando tenía 17 años, comencé a dedicar mi vida al servicio público como concejal de la comuna de Limache, siendo la concejal más joven de Chile, y en una oportunidad obtuve la primera mayoría comunal. La gente que me conoce sabe que sigo viviendo tal cual como me conocieron, jamás he visto esta actividad como una instancia para enriquecerme. Lo que hago lo hago con cariño y entrega en favor de la gente que necesita, sea del lado que sea.

Son muchas las instituciones en Limache a las que he ayudado a constituir o a recuperar su personalidad jurídica, como clubes de adulto mayor, clubes deportivos, agrupaciones culturales, etc., con el solo ánimo de ayudar.

Cuando en el fragor de la competencia política se recurre a infamias e infundios para denostar y desprestigiar ante una posible contienda electoral, uno espera y confía en que la acción de la justicia ponga las cosas en su lugar. Lamentablemente, en mi caso, esto no ocurrió. Creo importante que sepan que en el momento de ser formalizada, la Fiscalía me ofreció una salida alternativa si me declaraba culpable, cuestión que no acepté porque jamás reconoceré algo que no corresponde. Preferí ir a juicio y probar mi inocencia.

Sin embargo, y en el transcurso del proceso, pude palpar cómo la idea de justicia se esfumaba, ya que aparecían testigos afirmando situaciones falsas y contradictorias que podían fácilmente desestimarse con pruebas materiales existentes como, por ejemplo, videos de las cámaras del banco, pruebas que jugaban a mi favor y nunca se hicieron valer en el juicio, como tampoco los testimonios de mis testigos y de los beneficiarios de dichos recursos donde, además, un saldo importante aún está en la cuenta de esta institución, que como muchas otras ayudé a constituir.

Hasta cuando a uno le pasa, se da cuenta de lo injusta que puede ser la justicia con aquellas personas que no cuentan con recursos para obtener una buena defensa, más aún cuando gigantes como el Consejo de Defensa del Estado y el Ministerio Público se querellaban en mi contra. Sin embargo, para el abogado que contraté con un tremendo esfuerzo económico, esto sería un mero trámite, ya que no había prueba material en mi contra. Pero la realidad me daba señales preocupantes, que evidenciaban que no iba a tener una adecuada defensa en el juicio de primera instancia.

Creo que mi olfato no falló, mi defensa no fue capaz de desestimar las pruebas testimoniales de la parte querellante, peor que eso, no fue capaz de presentar y hacer valer pruebas materiales objetivas como, insisto, las cámaras del banco que habrían desestimado gran parte de las acusaciones, como también las contradicciones de los testimonios.

Tan nula fue la defensa que terminó con la sentencia más comentada y cuestionada en el entorno de la judicatura por la extrema desproporción: 10 años de cárcel. Ni los criminales que hacen de las suyas todos los días que primero violan, destruyen y matan, no alcanzan, ni en el mejor de los casos, estas altas penas.

Pareciera que hoy los tribunales pueden ser un eficaz método para borrar del mapa a políticos por encargo. Espero equivocarme y creer que solo es el resultado de una maquinación instigada por unos pocos bien coordinados.

Agradezco a todos los que siempre me han apoyado y que siempre han confiado en mí, agradecer el apoyo permanente de mi familia que me acompañó en este angustiante proceso y que han sufrido el dolor de esta injusticia contra mí, al abogado Juan Carlos Manríquez que con ingenio, conocimiento e inteligencia pudo revertir en parte esta condena que la propia Corte Suprema, en fallo unánime, declaró que contenía evidentes faltas en la correcta aplicación del derecho.

Pero en fin, la Fiscalía debía mostrar una cabeza. Para los que tienen recursos y poder existen las penas remitidas, de trabajo comunitario o asistir a clases de ética. Pero yo soy una simple mortal, que no tiene ni siquiera auto, hija de un carabinero y una dueña de casa, soy parte de una familia que me inculcó valores y principios, el respeto y el apego al derecho y a sus instituciones y, por cierto, a respetar los fallos judiciales aunque sean aberrantemente injustos.

Soy una mujer que siempre he ganado y perdido elecciones con mucho esfuerzo, trabajo, amigos y pocos recursos, soy una mujer que para tener lo poco que tengo he tenido que trabajar muy duro y siempre de manera honesta, soy la mujer que le declaró la guerra a las termoeléctricas que terminaron instalándose en San Pedro, a la central de Los Rulos y a las Torres de Alta tensión, etc., empresas que contaminarían nuestro valle, no cediendo ni a presiones políticas ni de ninguna especie, porque soy una mujer de convicciones que no está en venta, que ha vivido fuertemente la adversidad y la he vencido con mucha fe en Dios y valentía.

El cruel ensañamiento que no sólo han hecho conmigo, sino que además de manera muy cobarde sobre mi familia, es una preocupante señal para todos los que por vocación hemos elegido el servicio público y actuamos de buena fe.

Acato este injusto fallo pero lo tomo como de quienes instigaron esta infamia. Le pido a Dios que me dé la fuerza necesaria para soportar estar lejos de mi hija y mi familia, le pido a Dios le dé fortaleza, templanza, sabiduría y mucha fe a mi hija, ya que vienen tiempos difíciles, aunque ya han sido largos estos años de agonía, sufrimiento, amargura viviendo este largo e injusto proceso.

A mi familia, amigos y todos aquellos que han sido solidarios conmigo, me han manifestado su cariño y han confiado en mí, sepan que me podrán arrebatar mi libertad, pero mi honor, dignidad y valores jamás.

Cynthia Marín Vera