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ENTREVISTA. Guillermo Holzmann, analista internacional y académico de la Universidad de Valparaíso:

"Lo que pasó en Bolivia no fue un golpe de Estado, fue un golpe cívico presionado por la ciudadanía"

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Paola Passig

América Latina una vez más es el escenario de la confrontación entre las grandes potencias. Esa es la tesis del analista internacional y académico de la Universidad de Valparaíso, Guillermo Holzmann, que explica la serie de estallidos sociales que están afectando la región y que el domingo tuvo unos de sus puntos más complejos con la salida desde el Palacio Quemado.

- ¿Cuáles son las claves que llevaron a Bolivia a la crisis actual?

- La crisis empieza con el referéndum donde Evo Morales busca modificar la Constitución para que haya reelección permanente. Lo pierde y apela a la sala constitucional del Poder Judicial que determina que los compromisos internacionales suscritos por Bolivia les permite interpretar a ellos que la reelección es un derecho humano. En consecuencia, el referéndum que había perdido Morales es superado por una decisión administrativa. De ahí en adelante se abre un escenario donde Morales se focaliza en la captación de la mayor cantidad de electores a través del traslado de gente, visitas a terreno, etc. Una serie de iniciativas, incluso, con un alto grado de corrupción. Con esto se va configurando una oposición marcada especialmente por Carlos Mesa y otros políticos que tienen un grado importante de influencia, y eso termina en el proceso electoral donde todos los sondeos en boca de urna, que son bastante cercanos a lo que pasa, daban seguro una segunda vuelta. Después de tres días se ratifica el triunfo de Morales con la acusación de fraude. Mesa pide segunda vuelta y Morales acepta la auditoría de la OEA. Todo esto deriva en movilizaciones, confrontaciones y el reconocimiento de la OEA que, al contrario de lo que se esperaba, recomienda repetir las elecciones.

- Morales dijo que iba a repetir las elecciones tras el informe de la OEA, pero a las pocas horas después renuncia. ¿Por qué?

- Estaban bajando mineros hacia La Paz, había una espiral de violencia, desorden social, amotinamientos de fuerzas policiales y la sugerencia "entre comillas" de las FF.AA. para que renuncie. En forma paralela aparece Morales con un mensaje grabado anunciando su renuncia, la del vicepresidente, ministros, el presidente del Senado, de diputados, que generó un clima de ingobernabilidad. Quien asuma tiene 90 días para llamar a elecciones y bajo este esquema de la renuncia y un gobierno de transición, Evo Morales podría ser nuevamente candidato porque no hay reelección consecutiva.

- ¿Qué papel juegan las FF.AA. bolivianas en todo esto? ¿Fue realmente un golpe?

- Lo que pasa en Bolivia no es un golpe de Estado. Primero, porque Morales renuncia y, segundo, porque no hay una ocupación territorial por parte de las FF.AA. ni de fuerzas militares ni paramilitares. Es una situación de ingobernabilidad y una crisis institucional motivada por movilizaciones y las FF.AA. Es importante considerar que Evo lo llama inicialmente un golpe cívico, político y social debido al conjunto de hechos que lo llevan a renunciar y eso es un tema interesante que se pone sobre la mesa, aunque después lo llama golpe militar.

- ¿Qué tienen en común los estallidos sociales que están afectando a la región?

- Los estallidos sociales tienen distintas motivaciones. Si tomo Hong Kong, Cataluña, chalecos amarillos, Ecuador, Chile o Bolivia, diría que también hay aspectos que son comunes. Lo primero es que efectivamente el ciudadano se siente dejado de lado por el Estado, que se ha transformado en un botín que distribuye poder, beneficios y prebendas a personas vinculadas a las redes de poder. Lo segundo es que se pierde el sentido del bien común o la ética del poder y se permite el abuso de algunos actores del mercado sobre los ciudadanos. Eso significa que las motivaciones diferentes dan cuenta de una sociedad desideologizada que quiere resultados más allá de las "minorías intensas" que generan la instalación de los temas, que instalan el enfoque y la espiral del silencio. Y estas "minorías intensas", como yo las llamo, son las que vienen instalando la agenda de las movilizaciones existentes.

- Macri pierde, Lula sale en libertad con posibilidades de competir el 2022 con un Bolsonaro que parece venir a la baja. En Perú hace un par de meses renunció el Presidente y Piñera está enfrentando la peor crisis en democracia. ¿Qué está pasando en la región? ¿Se vira a la izquierda o a la derecha?

- Más que un viraje a la izquierda o a la derecha, lo que hay es una sociedad que exige que se considere el bien común y son las minorías intensas las que colocan los temas y que exigen un Estado que regule el mercado. En términos más macros, hay una confrontación entre el neoliberalismo, orientado por el FMI, y el antiliberalismo, vinculado a la documentación emanada del Foro de Sao Paulo y que tiene que ver con los equilibrios políticos a nivel mundial. Y sin temor a equivocarse, uno podría decir que América Latina es una vez más el escenario de la confrontación entre las grandes potencias. En esta perspectiva, hay que considerar que Chile no lo ha modificado desde que se aplicó en los 80. Los países de la OCDE lo han adaptado. Hasta China se ha adaptado. Y lo que enfrenta Chile es si modifica a través del principio de subsidiaridad, fortaleciendo al Estado. Lo otro es el rol de país referencial de Chile.

- ¿En qué sentido?

- Es un modelo referencial por ser el primer país que aplica un modelo neoliberal, lo que queda reflejado en la Constitución. El 89 se produce el Consenso de Washington, a raíz de la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética, y se establece que el proceso de globalización que se inicia va a tener como plataforma un orden macroeconómico neoliberal que rige hasta hoy. Nosotros exportamos la isapres, las AFP, reformas laborales. En síntesis, lo que está pasando en la región es que se quiere golpear el modelo neoliberal donde Chile es la guinda de la torta. Bolsonaro también va a sufrir presiones para que abandone sus posiciones más extremas. Aquí no se trata de virar a la izquierda o no; se trata de estar a favor o no de la globalización o contra el modelo neoliberal clásico 1.0. No hay modelo alternativo y claramente el modelo venezolano no lo es como tampoco el cubano. Por lo tanto, cualquier cosa que salga de los movimientos antineoliberales va a ser una apuesta con incertidumbre.

- ¿Se puede replicar lo de Bolivia?

- Tomando el concepto acuñado por Evo Morales de un golpe cívico, político y social, sí, porque esa conceptualización significa que las movilizaciones, cuando se unen a otras instituciones, son capaces de obligar a un Presidente a renunciar. Y ese es el concepto de golpe del que estamos hablando ahora: un golpe cívico. En consecuencia, si un Presidente no quiere ceder a las presiones, estaría en las condiciones de lo que hizo Morales. La idea es dejar a los presidentes contra la esquina: o acepta las demandas o renuncia.

- ¿Cómo repercute la situación de Chile?

- Mucho, porque los países que nos siguen ven que Chile, el más ordenado y con más logros, no ha podido manejar una crisis en tres semanas y donde la desigualdad lo tumba porque no hizo las adecuaciones necesarias. Vea, el Presidente está empeñado en una salida institucional utilizando los poderes del Estado, no obstante que hay un cuestionamiento y desconfianza en todos ellos. Mantiene la idea de que el movimiento es minoritario, pero la verdad es que los que son minoritarios son los saqueadores y los saboteadores que están organizados y coordinados. El diagnóstico que tiene el Gobierno es distinto al que se percibe afuera. Los medios de comunicación, y eso puede ser una sugerencia del gobierno, hablan de crisis social y no de crisis política y cuando un gobierno es obligado a ceder eso se llama crisis política, no crisis social. Chile está viviendo un momento muy importante: o se modifica o cambia el modelo, o se destruye el modelo. ¿Cómo se debe hacer esto? Con liderazgo presidencial, porque si hay vacío de poder se instalan las posturas más radicales.